Y habiendo dicho esto, fue, y llamó en secreto a María su hermana, diciendo: El Maestro está aquí y te llama, ella, oyéndolo, se levantó aprisa y vino a Él; porque Jesús aún no había llegado a la aldea, sino que estaba en aquel lugar donde Marta le había encontrado.
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se levantó aprisa y salió, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
Y cuando María llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que habían venido con ella, también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.
Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía Éste que abrió los ojos al ciego, hacer también que éste no muriera?