Un llamado directo del Papa al presidente de Rusia, Vladimir Putin para que detenga la guerra, uno al presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky para abrirse a propuestas de paz seria, un profundo dolor por la sangre derramada y una firme condena al riesgo de una escalada nuclear de consecuencias catastróficas. La alocución de Francisco antes del Ángelus no fue dedicada como de costumbre a una reflexión sobre el Evangelio del día, sino a un consistente y amplio llamamiento para poner fin a la guerra, la de Ucrania, “una herida terrible e inconcebible” que amenaza con la destrucción total, “un error y un horror”.
Este enésimo llamamiento del Sucesor de Pedro no es el corolario de una audiencia general de los miércoles o el habitual llamamiento después del rezo mariano dominical, es un apremiante apelo a los implicados en esta guerra, pero también a la comunidad internacional para que “busque negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables”. Una preocupación del Santo Padre por el futuro de la humanidad, por las jóvenes generaciones, para que no tengan que respirar “el aire contaminado de la guerra, que es una locura”.
Publicamos el texto integral de la alocución del Papa Francisco antes del rezo mariano del Ángelus de este domingo 2 de octubre de 2022
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta herida terrible e inconcebible de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse.
Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin hogar y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser justificadas nunca!, !Nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y terror indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.
¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.
Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.
Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, rogándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a propuestas de paz serias. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de diálogo. ¡Por favor, que las generaciones más jóvenes respiren el aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura!
Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!
Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la Súplica a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, unidos espiritualmente a los fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.