La diáfana verdad del creacionismo

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo
que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
ROMANOS 1:18–19
La Biblia dice aquí que hay evidencia en cuanto a Dios (v. 19). Lo que se conoce de Dios es evidente por la razón. La razón mira a la creación (v.20) y dice: «Debe haber un Creador». La razón mira a la diversidad y dice: «Debe haber una mente inmensa». Mira al diseño y dice: «Es un Dios de orden». Mira a la belleza y dice: «Es un Dios de belleza y armonía». Mira a la vasta variedad y dice: «Es un Dios de increíble poder y complejidad».
Sí, todo eso es cierto. Tan cierto que, de hecho, el eterno poder de Dios y su naturaleza divina son visibles mediante la razón mirando a la creación.
Uno no puede simplemente mirar los resultados de la creación y dudar que haya un Creador. Hay que cometer suicidio intelectual para negar que existe una causa para el efecto del universo, que hay un supremo Hacedor. El final del versículo 20 —«las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se
hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa»— deja esto tan claro que las personas absolutamente no tienen excusa para ser evolucionistas. Ninguna. Es una idiotez absoluta. Cualquier persona racional, pensante, que ve que algo existe, da por sentado que alguien lo hizo, y el universo ciertamente exige un Creador.
El problema es que los hombres «detienen con injusticia la verdad».
Deshonran al Creador aunque el conocimiento de Dios como Creador es obvio en todo lo que le rodea.
¿Cómo ha visto los atributos de Dios en la creación?