Si los demonios tuvieran mano libre para provocarlos, el mundo entero de extremo a extremo caería en el caos más irremediable. Los casos de poltergeist son una prueba de que un demonio puede suspender algo en el aire o mover un objeto. Si pudiera a voluntad desplazar un tornillo de su sitio, los aviones, los automóviles, los depósitos de combustible o de armas tendrían continuos accidentes. A veces con sólo desplazar un poco un cable podría provocar un cortocircuito y por tanto un incendio. El demonio mueve cosas en los poltergeist, pero después ya se ve que no puede mover un poco un cable o un tornillo. No puede provocar accidentes a voluntad. ¿Por qué? Porque Dios se lo impide.
Lo mismo es válido para tormentas, huracanes, terremotos y otros desastres que ocurren en la naturaleza. De forma que hay que afirmar tajantemente que los desastres y accidentes ocurren por causas naturales. Lo cual no significa que de modo extraordinario alguna vez, excepcionalmente, sí que puedan provocar este tipo de cosas si Dios así lo permite. La Biblia en el Apocalipsis nos enseña que Dios al fin de los tiempos permitirá una manifestación más libre de los poderes de los demonios. Y así en Ap 13, 13-14 se habla se de esos portentos. Pero mientras tanto no debemos pensar que los accidentes o desastres tienen su causa en la actuación demoníaca, salvo que haya algo objetivo que nos haga pensar en ello.
Así por ejemplo, en una ocasión me puse a rezar por una señora que sufría una influencia demoníaca. Unos minutos después comenzó a llover, después a granizar, la granizada se hacía cada vez más intensa, finalmente un viento propio de una tempestad comenzó a batir contra el templo. El viento fue de tal intensidad que tuve que detener la oración, el fragor impedía oír no sólo las oraciones, sino que hasta para hablar uno al lado del otro casi teníamos que gritar. Todo comenzaba a crujir, el templo entero crujía como un barco de madera en el océano. Y repentinamente el mismo techo de la iglesia cedió y se levantó en uno de sus extremos. Nos pusimos a rezar para que no se levantara el techo entero. Aquella escena con el viento agitando con furia los manteles del altar -los cuales no salieron volando-, los ladrillos cayendo sobre el presbiterio desde la parte más alta del techo de la iglesia, y los truenos tronando sin interrupción formaron una escena tremenda e inolvidable.
Pues bien, aquí tenemos un episodio en que es razonable pensar que hubo una relación entre la oración sobre aquella persona y lo que sucedió después. Sea dicho como curiosidad que el departamento meteorológico más cercano no detectó ningún viento anormal con lo que el seguro no quería pagar en principio los desperfectos.