Ya están listas las 32 selecciones que han conseguido un billete para el Mundial, y Qatar celebra ser el primer país árabe en organizar la mayor competición a nivel futbolístico.
La Copa Mundial de la FIFA 2022 (20 de noviembre-18 de diciembre) está a la vuelta de la esquina. Los estadios están construidos, aunque no sin polémica, y las aficiones de todo el mundo han planificado sus viajes al emirato. Pero a nadie se le escapa un hecho que salta a la vista: la competición se jugará en un régimen islámico absolutista que descuida abiertamente los derechos humanos.
Desde hace años, organizaciones de defensa de los derechos humanos denuncian la muerte de trabajadores extranjeros que han trabajado en la construcción de los nuevos estadios. También se restringen los derechos de las mujeres y de otros grupos sociales minoritarios.
La selección de Qatar, como país anfitrión del evento cuatrienal, también ha generado controversias. Se han presentado acusaciones de corrupción y lavado de dinero ante los tribunales de Suiza (donde la FIFA tiene su sede).
Pero también la libertad religiosa está muy restringida en el emirato árabe. Puertas Abiertas colocó a Qatar en el número 18 de su última edición de la Lista Mundial de Persecución (frente al 29º en 2021), que recopila los 50 del mundo países donde es más difícil ser cristiano. El nivel de persecución en el emirato, dicen, es “muy alto”, con “opresión islámica, opresión de clanes y paranoia dictatorial”.
A pesar de que el Islam es la religión principal, profundamente arraigada en la estructura gubernamental de esta monarquía, se estima que uno de cada diez habitantes de Qatar es cristiano. La mayoría de ellos son trabajadores inmigrantes, provenientes de otros países de Asia.
Estos cristianos extranjeros son mucho más libres para vivir su fe en Qatar que los nacionales, aunque los extranjeros también pueden sufrir presiones. Las iglesias extranjeras a menudo son controladas por el gobierno y limitadas a áreas específicas.
“Los cristianos extranjeros conversos del Islam pueden evitar cierta presión uniéndose a una comunidad más internacional”, pero se enfrentan a otras formas de opresión, ya que trabajan en trabajos no deseados y, a menudo, corren el peligro de caer en la explotación.
También hay un pequeño número de conversos nativos. “Estos creyentes se enfrentan a una presión extrema por parte de sus familias y comunidades musulmanas”, describen desde Puertas Abiertas. “El país no reconoce oficialmente la conversión del Islam, lo que causa problemas legales y pérdida de estatus, custodia de los hijos y propiedades”, añaden.
“La conclusión”, remarcan, “es que en Qatar, tanto los conversos indígenas como los migrantes corren el riesgo de discriminación, acoso y vigilancia policial por su fe”.
El pequeño país de 2,8 millones situado en la península arábiga y gobernado por el emir Tamim bin Hamad al-Thani se enfrentará a un gran escrutinio mientras cientos de millones de personas en todo el mundo siguen la Copa Mundial de fútbol.
En 2021, en Protestante Digital abordamos este tema en un editorial titulado Qatar 2022: Cómo exigir el respeto a los Derechos Humanos.