que sus obras no sean reprendidas.
JUAN 3.20
La evolución se introdujo como una alternativa ateísta a la visión bíblica de la creación. Según la evolución, el hombre creó a Dios y no a la inversa. Tal como hemos visto, el objetivo principal de los evolucionistas es eliminar completamente la fe en Dios y de este modo deshacerse de cualquier responsabilidad moral por sus actos.
La intuición presenta una serie de preguntas a la mente del hombre con respecto a su origen: ¿Quién está en control del universo? ¿Hay alguien que sea soberano y dador de la ley? ¿Existe un juez universal? ¿Hay un parámetro moral trascendente mediante el cual debemos vivir? ¿Hay alguien al cual
debamos dar cuenta? ¿Habrá una evaluación final de cómo vivimos en la tierra? ¿Habrá un juicio final?
Estas son las preguntas que los evolucionistas tratan de evitar.
Fue inventada para explicar al Dios de la Biblia, no porque los evolucionistas en realidad creyeran que un Creador fuera innecesario para explicar cómo todo comenzó, sino porque no querían que el Dios de las Escrituras fuera el juez de ellos.
En pocas palabras, la evolución fue inventada para eliminar al Dios del Génesis y de este modo quitar la autoridad al dador de la ley y obliterar la inviolabilidad de esa ley divina. La evolución es el recurso más reciente que nuestra raza caída se ha ingeniado para suprimir nuestro conocimiento innato y el testimonio bíblico de que hay un Dios y que debemos rendirle cuentas (cp. Romanos 1.28). Al aceptar la evolución, la sociedad moderna pretende librarse de la moralidad, la responsabilidad y la culpa. La sociedad ha aceptado la evolución con gran entusiasmo porque creen que de ese modo se elimina al Juez y quedan libres para hacer lo que quieran sin ser culpables ni sufrir consecuencias.