Efesios 5:16
En una época cuando la sociedad es cada vez más alérgica al trabajo, los cristianos deben esforzarse al máximo cada momento que transcurre. Es pecado malgastar y perder el tiempo.
No hay época de la historia en la que no oigamos alzarse las voces de los que testifican de la importancia del trabajo diligente.
El Salvador mismo decía, “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4).
Tomás de Kempis escribió: “Nunca sean holgazanes o estén desocupados; lean, escriban, oren o mediten constantemente y ocúpense en alguna labor útil para el bien común”.
Cuando se le preguntó a G. Campbell Morgan acerca del secreto de su éxito como intérprete de la Palabra, contestó: “¡Trabajar, trabajar duro, y de nuevo trabajar!”
Nunca debemos olvidar que cuando el Señor Jesús vino al mundo, trabajó como carpintero. La mayor parte de Su vida la pasó en el taller de Nazaret.
Pablo fabricaba tiendas, y lo consideraba como una parte importante de su ministerio.
Es un error pensar que el trabajo es un resultado de la entrada del pecado. Antes de que éste penetrara, Adán fue colocado en el jardín para que lo cultivara y guardara (Gn. 2:15). La maldición implicó trabajo duro y el sudor que lo acompaña (Gn. 3:19). Aun en el cielo estaremos trabajando, porque “sus siervos le servirán” (Ap. 22:3).
El trabajo es una bendición. Por medio de él encontramos satisfecha nuestra necesidad de creatividad. La mente y el cuerpo funcionan mejor cuando trabajamos diligentemente. Cuando nos ocupamos en algo útil, disfrutamos de una mayor protección del pecado, porque: “Satanás encuentra alguna maldad que hacer para las manos inútiles” (Isaac Watts). Thomas Watson dijo: “La holgazanería tienta al Maligno a tentar”. El trabajo honesto, diligente y fiel es una parte vital de nuestro testimonio cristiano. Los resultados de nuestro trabajo pueden sobrevivir cuando nosotros muramos. Como alguien ha dicho: “cada uno deberá proveerse a sí mismo de alguna ocupación útil cuando su cuerpo yazca en la tumba”. Y William James apuntaba: “La mejor manera en que podemos emplear nuestra vida es utilizarla en algo que la sobreviva o que dure más que ella”.