La respuesta es no. Dios no odia nada ni a nadie, es un acto de amor puro, no cabe el odio en Dios. El obrar de Dios es un sólo acto de amor en el que estamos incluidos todos. Decimos que Dios ama u odia, ama más o menos, según los efectos que proceden de El hacia nosotros.
Si Dios permite el castigo del pecador, decimos que Dios castiga al pecador. Si Dios premia al virtuoso, decimos que ama al virtuoso. Si Dios premia más en el cielo al más santo, decimos que Dios ama más al santo. Y así podríamos seguir con todas las gradaciones posibles y todas las especies de bendiciones, premios, sufrimientos y condenas. Pero esto es así según nosotros (quoad nos, como diría Santo Tomás de Aquino) porque en Dios sólo existe un solo acto de su voluntad. Y su voluntad sólo ama.
Y eso es lo terrible. Los condenados no pueden pedir misericordia de Dios porque ha sido el Amor Infinito el que les ha condenado por toda la eternidad. En la Divina Comedia Dante coloca esta inscripción en el dintel de entrada al infierno:
«Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada (...) me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría y el primer Amor. (...) ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!"
Lo terrible de esta inscripción, por más literaria que sea, es que es verdad que ha sido el Amor -y no el odio- el que ha permitido la existencia del infierno. Luego no se puede apelar al Amor para que destruya el infierno. Dios ama a los demonios, pero les condena.
Si Dios no odia tampoco el exorcista debe odiar cuando realiza el exorcismo. El demonio puede decir cosas que le inciten a odiarle, para así dificultar el exorcismo. Recuerdo un exorcismo en el que la madre perdió el control de sí y se dirigió furiosa contra el demonio que poseía a su hija. Con toda tranquilidad el demonio sonrió malévolamente y le dijo: con odio no me sacarás.