En la ciudad de Éfeso, Dios hizo grandes milagros por medio de Pablo.
La gente llevaba los pañuelos o la ropa que Pablo había tocado, y los ponía sobre los enfermos, y ellos se sanaban. También ponía pañuelos sobre los que tenían espíritus malos, y los espíritus salían de esas personas.
Allí, en Éfeso, andaban algunos judíos que usaban el nombre del Señor Jesús para expulsar de la gente los malos espíritus. Decían a los espíritus: Por el poder de Jesús, de quien Pablo habla, les ordeno que salgan.
Esto lo hacían los siete hijos de un sacerdote judío llamado Esceva.
Pero una vez, un espíritu malo les contestó: Conozco a Jesús, y también conozco a Pablo, pero ustedes ¿quiénes son?
Enseguida, el hombre que tenía el espíritu malo saltó sobre ellos y comenzó a golpearlos. De tal manera los maltrató, que tuvieron que huir del lugar completamente desnudos y lastimados.
Los que vivían en Éfeso, judíos y no judíos, se dieron cuenta de lo sucedido y tuvieron mucho miedo. Y por todos lados se respetaba el nombre del Señor Jesús.
Muchos de los que habían creído en Jesús le contaban a la gente todo lo malo que antes habían hecho.
Otros, que habían sido brujos, traían sus libros de brujería y los quemaban delante de la gente. Y el valor de los libros quemados era como de cincuenta mil monedas de plata.