Puesto que el pecado es un factor dominante en la experiencia humana a la vez que el tema principal de la Biblia, ha sido motivo de discusiones sin fin. Aquellos que rechazan la revelación escritural tienen con frecuencia conceptos inadecuados acerca del pecado. Una característica familiar del modo no bíblico de enfocar la cuestión es considerar el pecado hasta cierto punto como una ilusión, es decir, que el pecado es sólo un mal concepto basado sobre la falsa teoría de que existe el bien y el mal en el mundo. Por supuesto, esta teoría fracasa al enfrentarse a los hechos de la vida y a la maldad del pecado y niega la existencia de un Dios y principios morales.
Otro antiguo enfoque del problema del pecado es mirarlo como un principio inherente, lo opuesto de lo que Dios es, y relacionarlo con el mundo físico. Esto se encuentra en la filosofía oriental y también en el gnosticismo griego y es el trasfondo tanto para el ascetismo, la negación de los deseos del cuerpo, como para el epicureísmo, que aboga por la indulgencia del cuerpo. El hecho, sin embargo, es que se niega que el hombre peque realmente y que sea responsable ante Dios. Un concepto común, aunque inadecuado, es que el pecado es nada más que egoísmo. Si bien es cierto que el pecado es a menudo egoísmo, este concepto no es aplicable a todos los casos, porque el hombre peca a veces contra sí mIsmo.
Todas estas teorías no alcanzan el nivel bíblico y son una negación de la revelación bíblica del carácter y de la universalidad del pecado.
B.- LA DOCTRINA BIBLICA DEL PECADO
Reconociendo que hay varios pecados definidos en la Palabra de Dios, llegamos, a base de las Escrituras, a la conclusión de que el pecado es cualquier falta de conformidad al carácter de Dios, ya sea en obra, disposición o estado. En la Palabra de Dios se definen varios pecados, como se ilustran, por ejemplo, en los Diez Mandamientos que Dios dio a Israel (Ex. 20:3-17). El pecado es tal porque es diferente de lo que Dios es, y Dios es eternamente Santo. El pecado siempre es contra Dios (Sal. 51:4; Lc. 15:18), aun cuando pueda ser dirigido contra seres humanos. Una persona que peca es, de acuerdo a ello, sin semejanza a Dios y sujeta al juicio de Dios. La doctrina del pecado se presenta en cuatro aspectos en la Biblia:
1. El pecado personal (Ro. 3:23) es la forma de pecado que incluye todo lo que en la vida diaria está en contra o fracasa en conformidad con el carácter de Dios. Los hombres son conscientes con frecuencia de sus pecados personales, y los pecados personales pueden tomar una gran variedad de forma. Hablando en forma general, el pecado personal se relaciona con algún mandamiento particular de Dios en la Biblia.
Incluye el aspecto de rebelión o desobediencia. Al menos ocho palabras importantes se usan para el pecado en el Antiguo Testamento y unas doce en el Nuevo Testamento; la idea básica es la falta de conformidad al carácter de Dios y el obrar por medio de actos ya sea de omisión o de comisión. La idea esencial es que el hombre no alcanza a la norma y fracasa en alcanzar el nivel del propio carácter de santidad de Dios.
2. La naturaleza pecadora del hombre (Ro. 5:19; Ef. 2:3) es otro aspecto importante del pecado tal como se revela en la Biblia. El pecado inicial de Adán le llevó a la caída, y en la caída él se volvió un ser completamente diferente, depravado y degenerado y sólo capaz de engendrar seres caídos como él mismo. Por lo tanto, cada hijo de Adán es nacido con la naturaleza adámica, siempre está predispuesto a pecar, y aunque su naturaleza fue juzgada por Cristo en la cruz (Ro. 6:10), una fuerza vital y activa permanece en cada vida del cristiano. Nunca se dice que será quitada o erradicada en esta vida, pero para el cristiano hay poder vencedor provisto a través del Espíritu que mora en él (Ro. 8:4; Gá. 5:16-17).
Muchos pasajes bíblicos hacen alusión a este importante asunto. De acuerdo con Efesios 2:3, todos los hombres «éramos por naturaleza hijos de ira», y toda la naturaleza del hombre es depravada. El concepto de la total depravación no es que cada hombre es lo más malo posible que él pueda ser, sino más bien que el hombre, a través de su naturaleza, está corrompido por el pecado (Ro. 1: 18 3: 20). De acuerdo a ello, el hombre, en su voluntad (Ro. 1:28), su conciencia (1 Ti. 4:2) y su intelecto (Ro. 1:28; 2
Co. 4:4), está corrompido y depravado, y su corazón y entendimiento están cegados (Ef. 4:18).
Como se ha visto en un estudio previo, la razón por la cual los hombres tienen una naturaleza pecaminosa es porque les fue transmitida por sus padres. Ningún niño nacido en el mundo se ha visto libre de esta naturaleza de pecado excepto en el único caso del nacimiento de Cristo. No es que los hombres pequen y se conviertan en pecadores; más bien es que los hombres pecan porque tienen una naturaleza pecaminosa. El remedio para esto, así como para el pecado personal es, por supuesto, la redención, la cual es provista en la salvación en Cristo.
3. También se presenta en la Biblia el pecado como imputado o computado en nuestra cuenta (Ro. 5:12-18). Como se vio en conexión con la caída del hombre en el capítulo anterior, hay tres imputaciones principales presentadas en las Escrituras: a) la imputación del pecado de Adán a su descendientes, en cuyo hecho se basa la doctrina del pecado original; b) la imputación del pecado del hombre a Cristo, en cuyo hecho está basada la doctrina de la salvación; y c) la imputación de la justicia de Dios en aquellos que creen en Cristo, en cuyo hecho se basa la doctrina de la justificación.
La imputación puede ser tanto a) actual, o b) judicial. La imputación actual es poner en la cuenta de alguien algo que originalmente ya pertenecía al deudor. Aunque Dios pueda hacer esto en su justicia, por la obra reconciliadora de Cristo Dios no está ahora imputando al hombre el pecado, el cual es suyo desde un principio (2 Co. 5:19).
La imputación judicial es cargar a la cuenta de alguien algo que no pertenece al deudor (Flm. 18).
Aunque ha habido desacuerdo en cuanto a si la imputación del pecado de Adán a cada miembro de la raza es actual o judicial, Romanos 5:12 declara claramente que la imputación es actual, en vista de la cabeza representativa; la posteridad de Adán pecó cuando él pecó.
Los próximos dos versículos (Ro. 5:13-14) se han escrito para probar que no es una referencia a pecados personales (cf. He. 7:9-10). Sin embargo, Romanos 5:17-18 implica que su imputación también es judicial, puesto que se establece que por el pecado de un hombre vino juicio sobre todos los hombres. Sólo el pecado inicial de Adán está en cuestión. Su efecto es la muerte, tanto para Adán, así como de Adán hacia los miembros de la Humanidad. La cura divina provista para el pecado imputado es el don de Dios, lo cual es vida eterna a través de Jesucristo.
4. El estado judicial resultante de pecado para toda la raza humana también se presenta en la Escritura. Por consideración divina el mundo entero, incluyendo judíos y gentiles, está ahora «bajo pecado» (Ro. 3:9; 11:32; Gá. 3:22). Estar bajo pecado es estar contado desde el punto de vista divino sin ningún mérito que pueda contribuir a la salvación. Puesto que la salvación es solamente por gracia y la gracia excluye todos los méritos humanos, Dios ha decretado, con respecto a la salvación de los hombres, que sea «bajo pecado», o sin ningún mérito. Este estado bajo pecado sólo es remediado cuando el individuo, a través de las riquezas de la gracia, es contado para permanecer en los méritos de Cristo.
Tomado como un todo, la Biblia indica claramente los efectos devastadores del pecado sobre el hombre y la ausencia total de esperanza para el hombre en cuanto a solucionar su propio problema de pecado. El correcto entendimiento de la doctrina de pecado es esencial para entender el remedio de Dios para el mismo.