La elección divina

A. Definición de elección
Las Escrituras revelan a Dios como un soberano absoluto que por su propia voluntad quiso crear el universo y dirigir su historia de acuerdo con un plan preordenado. El concepto de un Dios infinito y omnipotente concuerda con el hecho de que El sea soberano y tenga poder para ejecutar su programa en la forma que El lo quiso determinar. Sin embargo, la comprensión de ese plan por parte del hombre presenta innumerables problemas y, en particular, el de cómo puede el hombre obrar libre y responsablemente en un universo programado.
Los sistemas humanos de pensamiento han tenido la tendencia a ir a los dos extremos, uno en que el propósito soberano de Dios se presenta como absoluto, o el otro en que se magnifica la libertad del hombre hasta el punto de que Dios ya no tiene control sobre las cosas. Al tratar de resolver esa dificultad, la única solución es acudir a la revelación divina y tratar de interpretar la experiencia humana sobre la base de lo que la Biblia enseña.
En las Escrituras, el propósito soberano de Dios se extiende a naciones e individuos.
Se hace referencia a Israel como nación elegida (Is. 45:4; 65:9, 22). La palabra «electo» se aplica con frecuencia a individuos que son elegidos para salvación (Mt. 24:22, 24, 31; Mr. 13:20, 22, 27; Lc. 18:7; Ro. 8:33; Col. 3:12; 1 Ti. 5:21; 2 Ti. 2:10; Tit. 1:1; 1 P. 1:2; 5:13; 2 Jn. 1, 13). La misma expresión se usa para referirse a Cristo (Is. 42:1; 1 P. 2:6). Además de la palabra elegido, se menciona el hecho de la elección (Ro. 9:11; 11:5, 7, 28; 1 Ts. 1:4; 2 P. 1:10). El pensamiento de la elección es que la persona o grupo mencionado han sido elegidos para un propósito divino generalmente relacionado con la salvación.
La palabra <<escogido> es sinónimo de la palabra <<elegido>>. Se aplica a Israel (Is. 44:1), a la iglesia (Ef. 1:4; 2 Ts. 2:13; 1 P. 2:9), y también a los apóstoles (Jn. 6:70; 13:18; Hch. 1:2).
Una cantidad de expresiones están relacionadas con el concepto de elección o ser escogido, tales como <destinado>> (1 P. 1:20) y <predestinación>> (Ro. 8:29, 30; Ef. 1:5, 11). El pensamiento es el de determinar de antemano, como en Hechos 4:28, u ordenar de antemano como en Judas 4 y Efesios 2:10. Además, hay una referencia frecuente a este concepto en la Biblia, donde se usa la palabra <decretado> (2 Cr. 25:16), <acordó> (Is. 19:17), <determinado> (Lc. 22:22), <prefijado> (Hch. 17:26). El pensamiento en todas estas expresiones es que la elección de Dios precede al acto y es determinado por su voluntad soberana.
La elección, la preordenación y la predestinación se han hecho según el divino propósito de Dios (Ef. 1:9; 3:11), y en las Escrituras están relacionadas con la presciencia de Dios (Hch. 2:23; Ro. 8:29; 11:2; 1 P. 1:2). Otra palabra relacionada es la palabra <llamar>, como en Romanos 8:30 y muchos otros pasajes (1 Co. 1:9; 7:18, 20, 21, 22, 24; 15:9; Ga-5:13; Ef. 4:1, 4; Col. 3:15; 1 Ti. 6:12; He. 5:4; 9:15; 1 P. 2:21; 3:9; 1 Jn. 3:1). En Jn. 12:32 nuestro Señor se refirió al llamamiento como la acción de atraer los hombres a Dios (cf. con Jn. 6:44). Todos estos pasajes implican que un Dios soberano está llevando a cabo su propósito; en su propósito ciertos hombres han sido escogidos para salvación, y ciertas naciones, especialmente Israel, han sido escogidas para cumplir un propósito divino especial
B. El hecho de la elección divina
Aunque la doctrina de la elección escapa a la comprensión humana, está claramente enseñada en las Escrituras. En virtud de la elección divina, Dios ha escogido a ciertos individuos para salvación y los predestinó para que fuesen conformados según el carácter de su Hijo Jesucristo (Ro. 16:13; Ef. 1:4-5; 2 Ts. 2:13; 1 P. 1:2). Es claro que la elección tiene su origen en Dios y que esta elección es parte del plan eterno de Dios.
La elección divina no es un acto de Dios en el tiempo, sino una parte de su propósito eterno. Esto aparece en numerosos pasajes tales como Efesios 1:4 que dice: "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor." Según 2 Timoteo 1:9, nuestra elección es "según el propósito suyo y gracia que nos fue dada en Cristo antes de los tiempos de los siglos".
Por cuanto el plan de Dios es eterno, la elección, como parte esencial del plan, debe ser eterna.
Un problema difícil de resolver en la doctrina de la elección es la relación entre la elección y la presciencia. Una forma de interpretación que tiende a suavizar el concepto de elección se levanta sobre la idea de que Dios sabía quiénes iban a recibir a Cristo, y sobre la base de ese conocimiento los eligió para salvación. Sin embargo, este concepto tiene problemas inherentes porque hace que Dios esté sujeto a un plan en el cual Él no es soberano. Aunque la elección y la presciencia son coextensivas, la presciencia en sí no sería determinativa.
Aunque los teólogos han luchado con estos problemas y no han llegado a conclusiones satisfactorias, una solución posible es comenzar por reconocer que Dios es omnisciente, esto es, que Él tenía conocimiento de todos los planes posibles para el universo. De todos los planes posibles con sus infinitas variantes Dios escogió un plan.
Habiendo escogido un plan y conociéndolo en todos sus detalles, Dios podía conocer anticipadamente quiénes iban a ser salvos o electos y todos los detalles acerca de la salvación de ellos.
Sin embargo, el problema inmediato que se presenta al intérprete es el de la libertad humana. Por la experiencia y según las Escrituras, parece evidente que el hombre tiene decisiones que hacer. ¿Cómo se puede evitar la llegada a un sistema fatalista en que todo está predeterminado y no quedan elecciones morales que realizar? ¿Es la responsabilidad humana una burla, o es real? Estos son los problemas que enfrenta el intérprete de las Escrituras en relación con esta difícil doctrina.
Aunque los teólogos no han podido resolver completamente el problema de la elección divina en relación a las decisiones humanas y a la responsabilidad moral del hombre, la respuesta parece ser que, al elegir un plan Dios, escogió el plan como un todo, no parte por parte. El sabía de antemano, antes de la elección del plan, quién sería salvo y quién no serla salvo en tal plan. Por fe debemos suponer que Dios eligió el mejor plan posible, y que si hubiera habido un plan mejor, éste habría sido puesto en operación porque Dios lo habría elegido. El plan incluía muchas cosas que Dios mismo haría, tales como la creación y el establecimiento de la ley natural incluía lo que Dios soberanamente escogió hacer por sí mismo, tal como el revelarse por medio de profetas e influir sobre los hombres en sus elecciones aun cuando ellos siguen siendo responsables por las elecciones que hacen.
En otras palabras, el plan incluía dar al hombre cierta libertad de elección, y de ello sería responsable. El hecho de que Dios supiera bajo cada plan qué haría cada hombre no significa que Dios forzase al hombre a hacer algo contra su voluntad para luego castigarlo por ello.
En el notable ejemplo de la crucifixión de Cristo, en torno a la cual giraba todo el plan de Dios, Dilato libremente escogió crucificar a Cristo y fue hecho responsable de ello. Judas Iscariote decidió libremente traicionar a Cristo y fue tenido por responsable de ello. Sin embargo, las decisiones de Pilato y de Judas eran parte esencial del programa de Dios y eran cosa cierta antes que ellos las ejecutaran.
En consecuencia, aunque hay problemas de comprensión humana, la mejor solución es aceptar lo que la Biblia enseña, sea que entendamos o no. A veces las mejores traducciones ayudan, como en 1 Pedro 1:1-2, donde dice que los cristianos son elegidos según la presciencia de Dios Padre, lo que hace que la elección esté sujeta al conocimiento anticipado de Dios. Sin embargo, la palabra elegidos califica a la palabra expatriados del versículo 1, y no está enseñando el orden lógico de la elección en relación con la presciencia, sino el hecho de que son coextensivas.
Alguna ayuda se puede hallar en el hecho de que todo el proceso del propósito divino, elección y presciencia son eternos. Todo lo que el hombre puede hacer es tratar de establecer una relación lógica, pero todas estas cosas han sido verdaderas en la mente de Dios, y Dios no llegó a sus decisiones después de considerar largamente las dificultades de cada plan. En otras palabras, jamás hubo otro plan, y así todos los aspectos del propósito eterno de Dios son igualmente eternos.
Entonces debemos llegar a la conclusión de que la elección y los términos relacionados se enseñan claramente en la Biblia, y que significa que algunos fueron escogidos para salvación y los demás, al no ser elegidos, fueron pasados por alto. La elección es eterna y no es un acto de Dios realizado en el tiempo. En la elección Dios no se ajusta a la presciencia, aunque la elección procede de la omnisciencia divina.
Aunque hay serios problemas en la comprensión humana de esta doctrina, debemos someternos a la revelación divina aun cuando no podamos comprenderla completamente.
C. Defensa de la doctrina de la elección
Aunque algunos teólogos, para resolver el problema, han tratado de dar explicaciones que suprimen la doctrina de la elección, en realidad, al negar lo que la Escritura enseña, los argumentos presentados en contra de la elección divina proceden de malentendidos. A veces se afirma que sostener la elección es afirmar que Dios es arbitrario. Por supuesto, esto surge de la incredulidad. Dios es soberano, pero su soberanía es siempre sabia, santa, buena y llena de amor.
Otra objeción que se presenta con frecuencia es que esta doctrina hace a Dios injusto al no incluir a todos en su propósito de salvación. En este punto, debemos observar que Dios no está obligado a salvar a ninguno y que solo salva a los que quieren creer.
Aunque la obra de Dios en la salvación de un individuo es inescrutable —ya que obviamente hay un acto de gracia cuando una persona cree en Cristo y es salva—, la Biblia claramente ordena al hombre que crea Hech. 16:31). Nadie es salvado contra su voluntad, y nadie deja de creer contra su voluntad.
Una objeción muy común a esta doctrina es que desalienta el esfuerzo misionero de llevar el evangelio a los perdidos y desalienta a los que desean ser salvos. La respuesta es que Dios ha incluido en su plan que el evangelio sea predicado a toda criatura y que Dios desea la salvación de todos (2 P. 3:9). Sin embargo, al establecer un universo moral en que los hombres escojan entre creer o no creer, es inevitable que algunos se pierdan.
Otra objeción es que si algunos son elegidos para salvación y otros son elegidos para que no se salven, éstos no tienen esperanza en su estado de perdición. Las Escrituras claramente enfatizan que algunos son elegidos para salvación, y que los inconversos están destinados a su suerte, no porque los hombres que deseaban ser salvos no pudieron obtener la salvación, sino siempre sobre la base de que los que no se salvan escogieron no ser salvos. La misericordia de Dios se muestra en su paciencia, como en Romanos 9:21-22 y 2 Pedro 3:9. Nadie podrá jamás ponerse delante de Dios y decirle: «Yo quería ser salvo, pero no pude porque no fui elegido.»
Aunque los grandes sabios y los estudiantes de la Biblia en general seguirán luchando con esta difícil doctrina, el hecho de la elección divina está claramente presentado en las Escrituras, y los que son salvos, aunque no estaban enterados de la doctrina cuando aceptaron a Cristo, pueden gloriarse en el hecho de que estaban en el plan de Dios desde la eternidad pasada y que su salvación es una suprema ilustración de la gracia de Dios. Un Dios que es soberano y eterno lógicamente debe tener un programa planeado. Sobre la base de la revelación bíblica, el creyente en Cristo solo puede concluir que el plan de Dios es santo, sabio y bueno, que Dios es un Dios paciente y que está preocupado por el estado perdido de los que rechazan la salvación, para preparar la cual Cristo murió.