El diluvio. Salvación de Noé en el Arca. Cronología de los patriarcas

1. La posteridad de Set siguió durante siete generaciones considerando a Dios como señor del universo y observando una conducta virtuosa; pero con el tiempo se corrompieron, abandonaron las prácticas de sus antepasados y no cumplieron con las honras señaladas para ser rendidas a Dios ni se preocuparon de ser justos  con los hombres.  El  mismo  celo  que  antes  demostraban para ser virtuosos lo demostraban ahora doblemente para ser perversos, y se acarrearon la enemistad de Dios. Muchos ángeles de Dios convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien, confiados en sus propias fuerzas; porque según la tradición estos hombres cometían actos similares a los de aquellos que los griegos llaman gigantes. Noé se sintió inquieto por su conducta y trató de convencerlos de que la mejoraran. Viendo que no cedían a sus instancias, y que seguían esclavizados a sus perversas voluptuosidades, y temiendo que lo mataran a él, su esposa, sus hijos y los consortes de sus hijos 1, se alejó de aquella tierra.

2. Dios tenía predilección por él, por su virtud; y no sólo condenó a los otros por su maldad, sino que determinó perder a todo el genero humano y reemplazarlo por otro libre de maldad, al que limitaría la edad; los años de vida ya no serían tanto como antes sino solamente ciento veinte. Para eso convirtió la tierra firme en un mar y de ese modo los destruyó. Sólo Noé se salvó; porque Dios le indicó el siguiente medio: le dijo que construyera un arca de cuatro pisos de altura 2, trescientos codos de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto. Entró en el arca Noé con su esposa, sus hijos y las esposas de éstos, y no sólo lo cargó de provisiones para sus necesidades, sino que también hizo entrar a todas las especies de seres vivos, cada macho con su hembra, para preservar las especies. De otras clases hizo entrar de a siete de cada una 3. El arca tenía paredes sólidas y un techo y estaba reforzado con vigas cruzadas para que no pudiera hundirse, ni dominado por la violencia de las aguas. Así se salvaron Noé y su familia. Noé era el décimo descendiente de Adán, hijo de Lamec 4, cuyo padre era Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared; Jared era hijo de Maruel quien, con muchas de sus hermanas, era hijo de Cainás, hijo de Enoc. Y Enoc fué hijo de Set, hijo de Adán.

3. Esa calamidad ocurrió en el sexacentésimo año de la edad de Noé, en el segundo mes que los macedonios llaman dius y los hebreos marjeshvan; así era como contaban el año en Egipto. Pero Moisés señaló que nisán, que es xanticus, debía ser el primer mes de sus fiestas, porque ese mes fué cuando salieron los hebreos de Egipto; luego con ese mes comienza el año, con todas las solemnidades que observan para honrar a Dios, aunque se mantiene el orden primitivo de los meses para las compras y las ventas y otras actividades corrientes. Dice él que la inundación comenzó el vigésimo séptimo día1 del nombrado mes, a dos mil seiscientos cincuenta y seis años de Adán, el primer hombre. En les libros sagrados figuran estos datos, que fueron anotados con gran exactitud porque los hombres de aquella época anotaban cuidadosamente el nacimiento y la muerte de los hombres ilustres.

4. Adán engendró a Set cuando tenía doscientos treinta años, y vivió novecientos treinta. Set engendró a Enec a los doscientos cinco años; cuando había vivido novecientos doce años entregó la capitanía a su hijo Cainás, a quien tuvo a los ciento diecinueve años. Cainás vivió novecientos diez años y tuvo a su hijo Malael, que nació a los ciento diecisiete años. Malael murió a los ochocientos noventa y cinco años dejando a su hijo Jared, a quien engendró cuando tenía ciento sesenta y cinco. Jared vivió novecientos sesenta y dos2, y le siguió su hijo Enoc, que nació cuando su padre tenía ciento sesenta y dos. Después de vivir trescientos sesenta y cinco años se fué con Dios; por esta razón no registraron la fecha de su muerte. Matusalén, hijo de Enoc, nacido cuando éste tenía ciento sesenta y cinco años, tuvo un hijo, Lamec, a los ciento ochenta y siete años; a él le entregó la capitanía después de retenerla novecientos sesenta y nueve años. Lamec.   cuando   hubo   gobernado   setecientos   setenta   y   siete   años, nombró a su hijo Noé como gobernante del pueblo; Noé nació cuando Lamec tenía ciento ochenta y dos años y había conservado el gobierno durante novecientos cincuenta años. Estos años reunidos completan la suma indicada. No averigüemos la muerte de esos hombres (porque extendían sus vidas juntos con sus hijos y sus nietos), y sólo observemos su nacimiento.

5. Cuando Dios dio la señal y comenzó a llover, el agua cayó durante cuarenta días, hasta que llegó a tener quince codos de altura sobre la tierra; por esta razón no se salvaron más, porque no había sitio para volar. Cuando cesó la lluvia, las aguas sólo comenzaron a bajar ciento cincuenta días después, o sea el decimoséptimo día del séptimo mes. El arca quedó reposando sobre la cima de una montaña de Armenia. Cuando Noé lo advirtió, la abrió y viendo un pedazo de tierra concibió esperanzas de pronta liberación. Unos días más tarde, habiendo bajado las aguas en mayor grado, Noé envió un cuervo para averiguar si había otras partes de la tierra que habían quedado libres del agua y si podía salir sin peligro del arca. Pero el cuervo no volvió. Siete días después envió una palema7, para explorar el estado de la tierra; volvió cubierta de barre y trayendo una rama de olivo en el pico; de este modo Noé supo que la tierra se había librado del diluvio. Se quedó en el arca otros siete días y luego hizo salir a los animales. Y salió también él con su familia, y ofrecieron sacrificios a Dios y festejaron. Los armenios llaman a ese sitio aporateion, o desembarcadero, y hasta hoy en día muestran sus habitantes en él los restos del arca.

6. El diluvio y el arca los mencionan todos los que escribieron las historias bárbaras, entre ellos Beroso el caldeo. Cuando describe las circunstancias del diluvio expresa lo siguiente: "Dicen que todavía queda una parte de ese barco en Armenia, en el monte Cordión; y que hay gente que se lleva trozos de betún para usarlos como amuletos contra la mala suerte". Lo mismo dicen Jerónimo el egipcio, que escribió sobre las antigüedades de los fenicios, y Manaseas, y muchos otros. Nicolás de Damasco, en su nonagésimo sexto libro, incluye un relato particular al respecto, en estos términos: "Hay una gran montaña en Armenia, sobre Minias, llamada Baris, en la cual se dice que se salvaron muchos de los que huyeron del diluvio; y dicen que uno que viajaba en un arca tocó tierra en su cima; y que los restos de la madera se conservaron durante mucho tiempo; este último debe de haber sido el hombre a quien se refiere Moisés, el legislador de los judíos".

7. Temeroso Noé de que Dios, que había resuelto destruir al género humano, inundara algún año la tierra, ofreció sacrificios y rogó a Dios que las cosas siguieran en lo sucesivo como antes, y que no pronunciara nunca más una sentencia tan grande como aquélla, que pusiera en peligro a toda la creación. Habiendo castigado a los malos, que su bondad perdonase a los restantes y a los que hasta entonces había creído conveniente librar de la calamidad. De lo contrario los últimos serían más desdichados que los primeros, condenados a sufrir una suerte peor, si no se les permitía librarse completamente del peligro. Es decir, en el caso de que estuvieran reservados para ser aniquilados en otro diluvio. Porque estarían aterrorizados por el recuerdo del primero y amenazados por un segundo. Rogó asimismo a Dios que aceptara sus sacrificios y garantizara que la tierra jamás volvería a ser objeto de una ira tan grande, que los hombres podrían seguir cultivando alegremente la tierra, levantar ciudades y habitarlas felices. Y que no fueran privados de todas las cosas buenas de que gozaban antes del diluvio. Y que alcanzaran la edad a que llegaban los hombres de antes.

8. Ante las preces de Noé Dios, que lo apreciaba por ser un hombre justo, le concedió sus pedidos y le dijo que no era él quien había desencadenado la destrucción de un mundo corrompido, que los perversos habían provocado la venganza por su maldad; que no había traído hombres al mundo con el propósito de ser aniquilados, porque era de más alta sabiduría no darles vida desde un principio, que dársela para después destruirla. 
—Pero las ofensas —dijo—, que infirieron a mi santidad y virtud, me obligaron a castigarlos. No obstante postergaré los castigos, movido por tus súplicas. Y si alguna vez envío a la tierra grandes lluvias, tempestuosas, no os alarméis por su prolongada duración. El agua no volverá a cubrir la tierra. Os exijo, sin embargo, que os abstengáis de derramar sangre humana, y que no cometáis crímenes; y que castiguéis a los que lo hagan. Os doy permiso para usar a vuestro gusto a todos los demás animales, y como os indique vuestro apetito. Porque yo os he hecho amos y señores de todos ellos, tanto de los que caminan por la tierra, como los que nadan en el agua y los que vuelan en el aire, salvo su sangre, porque en ella está la vida. Y os daré una señal de que he dejado a un lado mi ira, mediante mi arco. (Porque se decidió que el arco iris era el arco de Dios.)
   Después de formular esta promesa, Dios se retiró.

9. Noé vivió feliz trescientos cincuenta años después del diluvio y murió, habiendo vivido novecientos cincuenta años. Que nadie piense, al comparar la vida de los antiguos con la nuestra, y con los pocos años que ahora existimos, que lo que hemos dicho sea falso, o deducir de nuestra vida breve que ninguno de los antiguos vivió tanto; porque ellos eran queridos por Dios y hechos por Dios mismo, y como sus alimentos eran más propios para la prolongación de la vida, bien pudieron haber vivido esa cantidad de años. Además Dios les concedió más tiempo de vida por sus virtudes y por el buen uso que hicieron de ella para realizar descubrimientos astronómicos y geográficos, que si no vivieran seiscientos años no podrían predecirlo (la periodicidad de los astros). Pongo por testigos de lo que digo a todos los que han escrito sobre las antigüedades, tanto griegos como bárbaros; están de acuerdo hasta Manetón, que escribió la historia de Egipto, Beroso, que clasificó los monumentos caldeos, Moc, Hestieo, y además Jerónimo el egipcio y los que compusieron la historia fenicia. También Hesiodo, Hecateo, Helánico y Acusilao; y también Eforo y Nicolao dicen que los antiguos vivían mil años. Sobre esto que cada cual piense lo que le parezca mejor.

NOTAS
1 No hay nada de esto ni en la Biblia ni en el Midrash.
2 En la Biblia, solamente tres.
3 En las Escrituras, Noé embarcó dos parejas de los animales impuros (Gén_6:19) y siete de los puros (Gén_7:2).
4 Para mantener el mayor grado de fidelidad con el original, y a pesar de que a veces ofrecen notables diferencias con sus equivalentes hebreos, hemos conservado en la presente versión los nombres griegos de los personajes y de los lugares geográficos, tal como aparecen en el texto de Josefo.
5 La Biblia dice el diecisiete. Josefo habrá seguido a los Setenta, que también dan la fecha del veintisiete.
6 El Génesis y los Setenta fijan la edad de Jared en novecientos sesenta y dos años. La otra cifra es la de Matusalén.
7 En la Biblia la paloma fué despachada en tres oportunidades, para averiguar el estado de la tierra   (Gén_8:8Gén_8:10Gén_8:12).