La ofrenda de amor

“Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto agradable a Dios”
(Flp_4:18).
La carta de Pablo a los filipenses fue un reconocimiento a la ofrenda de amor que había recibido de los creyentes de Filipo. Probablemente se trataba de dinero. Lo sorprendente es la manera en la que el apóstol magnifica este obsequio. Lo describe como: “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. En Efe_5:2 utiliza una expresión similar para describir el gran don de Cristo ofrecido en el Calvario: “ofrenda y sacrificio de olor fragante”. Es impresionante pensar que una ofrenda dada por los hombres a un siervo del Señor se festeje con un lenguaje similar a aquel con el que se describe al Don Inefable.
J. H. Jowett comenta con gran elegancia al respecto: “¡Qué inmenso es, entonces, el significado de una bondad aparentemente local! Pensaban que ministraban tan sólo a un hombre pobre, y en realidad acudieron en ayuda del mismo Rey. Imaginaron que la fragancia estaría confinada a un estrecho e insignificante vecindario, y he aquí, el dulce aroma se esparció por todo el universo. Creían que trataban solamente con Pablo, y encontraron que ministraban al Salvador y Señor de Pablo”. Cuando comprendemos la verdadera naturaleza espiritual del ofrendar cristiano y su amplio alcance de influencia, dejamos de dar a regañadientes o por necesidad. Nos inmunizamos para siempre contra los trucos de aquellos profesionales que extorsionan las conciencias de muchos levantando fondos recurriendo a toda clase de zalamería, patetismo o comedia. Descubrimos que dar es una forma de servicio sacerdotal y no una imposición legalista. Damos porque amamos, y amamos dar.
La verdad admirable de que mi minúscula ofrenda al Gran Dios llena de fragancia el salón del trono del universo, debe llevarme a adorarle humildemente y a ofrendar jubilosamente. La oportunidad de entregar mi ofrenda el domingo ya jamás será un deber aburrido o pesado, sino será un medio verdadero de dar directamente al Señor Jesús como si estuviera corporalmente presente.