La semana pasada, Serbia se vio sacudida por protestas masivas provocadas por el rechazo de la oposición a aceptar su derrota en las recientes elecciones parlamentarias. El 24 de diciembre, los partidarios de una alianza de partidos de la oposición incluso intentaron asaltar la administración municipal de la capital, Belgrado. En medio de estos acontecimientos, las autoridades del país sospechan que las protestas cuentan con el apoyo de Occidente, que intenta influir en la situación política de Serbia y llevar a cabo una 'revolución de colores'.
A principios de noviembre, el presidente serbio, Aleksandar Vucic, anunció la disolución del Parlamento nacional y convocó elecciones parlamentarias extraordinarias tras recibir una solicitud por parte del Gobierno, que argumentó que "en las condiciones actuales [la medida] garantizaría un mayor grado de democracia, reduciría las tensiones que surgen entre fuerzas opuestas de la sociedad", y que además "reafirmaría el derecho a expresar libremente opiniones y puntos de vista" sobre cuestiones políticas, económicas, incluida la promoción de los "valores europeos".
La idea de disolver el Parlamento ha sido promovida durante meses por los partidos de la oposición, que han formado una coalición denominada Serbia Contra la Violencia. Bajo este lema se llevan celebrando protestas en el país desde hace más de medio año alentadas por dos casos de tiroteo masivo ocurridos en primavera. Los manifestantes han exigido que el Gobierno rinda cuentas.
Así, el 17 de diciembre, se celebraron las elecciones parlamentarias y locales en 65 ciudades y municipios, incluido Belgrado. Como resultado, la coalición de Vucic, Serbia No Debe Detenerse, ganó las elecciones parlamentarias, obteniendo el 47 % de los votos, seguida de la alianza Serbia Contra la Violencia, con el 23 %.
Después de anunciarse los resultados, han estallado protestas en todo el país, ya que el bloque de la oposición se ha negado a aceptar su derrota y ha acusado a las autoridades de falsificar los resultados de la votación. Los partidarios de Serbia Contra la Violencia se manifestaron en la capital del país durante toda la semana pasada, exigiendo la anulación de los resultados electorales. Bloquearon calles frente al edificio de la Comisión Electoral Republicana (CER) e incluso intentaron asaltarlo.
La mayor escalada de tensiones se produjo el 24 de diciembre, cuando una gran multitud de simpatizantes de la oposición se concentró frente a la Asamblea Municipal de Belgrado y la entrada del edificio de la CER en una manifestación masiva. Los líderes de la oposición pidieron a los ciudadanos congregados que rodearan la administración haciendo un círculo, y a los dirigentes de Serbia Сontra la Violencia que entraran en el edificio y "hablaran desde el balcón como vencedores". Los manifestantes empezaron a romper cristales de ventanas, encendieron bengalas e intentaron derribar las puertas del edificio, mientras los agentes policiales bloquearon la entrada desde el interior.
De acuerdo con los datos del Ministerio del Interior serbio, durante las protestas ocho policías resultaron heridos y 38 personas fueron detenidas.
Posteriormente, en un mensaje a la nación, Vucic afirmó que "no se trata de una revolución" y pidió a los ciudadanos del país que "no se preocupen". Además, el mandatario señaló que su Gobierno había sido advertido de los planes de la oposición. "Gracias a los servicios exteriores, que dejaron claro que sabían lo que se estaba preparando, e informaron y facilitaron toda la información, y a nuestros servicios de inteligencia, que reaccionaron a tiempo", expresó.
Por su parte, la primera ministra del país, Ana Brnabic, informó que Moscú advirtió a las autoridades serbias de posibles disturbios. "Teníamos información de los servicios que alertaban sobre esto. En primer lugar, el servicio de seguridad ruso también nos proporcionó esa información", dijo, calificando los disturbios de "un intento de Maidán", comparando el clima político en su país con el golpe de Estado perpetrado en Ucrania en el 2014".
En este contexto, el presidente también indicó que la situación en el país es "consecuencia de circunstancias geopolíticas mucho más graves con las que se intenta destruir la soberanía y la independencia de Serbia". "De vez en cuando me parece que no solo nuestros adversarios políticos, sino también sus mentores del exterior, piensan que todo el mundo en este país es idiota. Que nadie tiene ojos, orejas y que nadie entiende lo que pasó anoche. Todo el mundo vio que, durante casi tres horas, los agentes de policía y los bienes de los ciudadanos serbios fueron brutalmente atacados por quienes están decididos a destruir la democracia en Serbia y la voluntad electoral de nuestro pueblo", manifestó.
De acuerdo con el embajador ruso en Belgrado, Alexánder Botsan-Járchenko, que se reunió este lunes con Vucic, este tiene "información irrefutable" de que Occidente respalda las protestas que sacudieron el país. "Al darse cuenta de que en Belgrado los planes no son realizables de forma tranquila y pacífica, la oposición inició inmediatamente protestas, que son alentadas y apoyadas desde el exterior. [...] Es cierto, y Vucic ha hablado de ello. [...] Él tiene datos irrefutables de que hay incitación y apoyo por parte de Occidente", dijo, subrayando que el presidente serbio "no permitirá la escalada de tensiones" en el país.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, también acusó a los países occidentales de intentar influir en la situación política de Serbia, utilizando técnicas que se usaron durante el Maidán.
Por su parte, el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, también declaró que se observan los intentos de otras fuerzas de provocar disturbios en el país. "Son evidentes los procesos y los intentos de las terceras fuerzas, incluso desde el extranjero, de provocar tales disturbios en Belgrado", declaró, destacando que Moscú está convencida de que las autoridades serbias podrán garantizar la seguridad y la legitimidad en el país.