6. El librito y los dos grandes testigos (Ap. 10:1-11:14)
Antes de que se toque la séptima trompeta habrá un
intervalo, que se extiende desde Apo_10:1 hasta Apo_11:14, permitiendo a Juan hacer una
pausa y asimilar las alarmantes verdades que se le acaban de revelar. El
intervalo entre la sexta y la séptima trompeta se asemeja a los
intervalos en los juicios de los sellos y las copas. Estos intervalos animan al
pueblo de Dios en medio de la furia y el horror del juicio divino. Durante los
intervalos, Dios consuela a su pueblo con el conocimiento de que Él no los ha
olvidado, y que finalmente tendrán la victoria.
Esto es verdad sobre todo en el
más largo de los tres intervalos, el que está entre la sexta y la séptima
trompeta. Los creyentes que estén vivos durante ese tiempo soportarán los
inimaginables horrores de un mundo plagado de pecado. Dios los consolará y les
confirmará que Él no los ha olvidado y que aun está en control de todos los
acontecimientos, y que protege a los suyos.
LA PRIMERA PARTE DEL INTERVALO: CINCO SUCESOS
EXTRAORDINARIOS
El capítulo Apo_10:1-11 describe los sucesos iniciales
de este intervalo en preparación para el toque de la trompeta
final. Destaca cinco sucesos extraordinarios: un ángel extraordinario, un hecho
extraordinario, una respuesta extraordinaria, un anuncio extraordinario y una
tarea extraordinaria.
Un ángel extraordinario
Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco
iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de
fuego. Tenía en su mano un librito abierto; (Apo_10:1-2 a)
Como ocurre en todo Apocalipsis, la palabra de Juan “Vi” marca el comienzo de una nueva visión. Después de su visión de las
primeras seis trompetas, Juan tuvo una visión de algo nuevo. Este ángel fuerte
no es uno de los siete ángeles que tocaron las siete trompetas. Destacando las
similitudes entre su descripción y la de Cristo en Apo_1:12-17, y que él, como Cristo, desciende en una nube (Apo_1:7), algunos identifican este ángel como Jesucristo. Pero esto es poco probable. En primer lugar, la
palabra griega por “otro” indica otro del mismo género, como uno exactamente
igual a los que anteriormente se mencionaron con las trompetas. En segundo
lugar, dondequiera que Jesucristo aparece en Apocalipsis, Juan le da un título
inconfundible. En tercer lugar, en Apocalipsis aparecen otros ángeles fuertes (Apo_5:2; Apo_18:21). En cuarto lugar, Cristo no
podría actuar de la forma descrita en los versículos Apo_10:5-6, y levantar “su mano al cielo, y [jurar] por el que vive por los siglos de los
siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él”. Como Él es Dios, el
resucitado Jesucristo juraría por sí mismo (cp. Heb_6:13). Por último, este ángel descendió del cielo a la tierra. El identificarlo
como Cristo es añadir otra venida de Cristo a la tierra.
Luego de presentar a este
poderoso ángel, Juan describe su espectacular atuendo. Él estaba envuelto en
una nube, vistiendo el ropaje del cielo sobre sus poderosos hombros. Esto
simboliza su poder y el hecho de que viene trayendo juicio. En otros
versículos, las nubes están relacionadas con la Segunda Venida de Cristo en el
juicio (Apo_1:7; Apo_14:14-16; Mat_24:30; Mar_13:26; Mar_14:62; Luc_21:27).
Juan vio también un “arco iris sobre su
cabeza”. Iris (arco iris) era la diosa griega que personificaba el arco iris y
servía como mensajera de los dioses. En el griego clásico iris se empleaba para describir
cualquier halo brillante que rodeaba a otro objeto, como un círculo rodeando los “ojos” en una cola de pavo real, o el iris del ojo.
Aquí se describe el arco iris brillante y de muchos colores alrededor de la
cabeza del ángel, que refleja su glorioso esplendor.
En tanto que la nube simboliza
juicio, el arco iris representa el pacto de misericordia de Dios en medio del
juicio (Apo_4:3). Después del diluvio, Dios dio el arco iris como la
señal de su promesa de que nunca volvería a destruir el mundo con agua (Gén_9:12-16). El arco iris con el que el ángel está coronado, hablará una vez más al pueblo de Dios de su
misericordia en medio del juicio venidero.
Al pasar a describir la
apariencia del ángel, Juan observa primero que “su rostro era como el sol”. Su
gloria radiante y luminosa iluminaba la tierra como el deslumbrante sol. Acto
seguido Juan describió los pies y las piernas del ángel como columnas de fuego
firmes, estables, inconmovibles. Esto simboliza su inexorable santidad al
emitir su juicio sobre la tierra, representada aquí como fuego que consume la
impiedad.
El ángel “tenía en su mano un librito
abierto”. Probablemente sea el mismo libro descrito en Apo_5:1, “sellado
con siete sellos”, y luego abierto en Apo_6:1-17. Algunos señalan que el uso del diminutivo “librito” en Apo_10:2 distingue a este libro del libro de Apo_5:1. En vez de diferenciar este libro del
libro del capítulo 5, el diminutivo simplemente añade una
descripción adicional de él en esta visión. Era necesario que el libro fuera
menor por el simbolismo de esa visión, ya que Juan lo debía comer (Apo_10:9-10). Además, el empleo del participio, “abierto”, subraya la idea de un rollo
que se abre; una vez abierto, debe permanecer así. Esto lo identifica aun más
con el libro de Apo_6:1 ss, que está completamente abierto, mientras se rompe sello tras sello. El librito
abierto en la mano de este extraordinario ángel revela todos los terrores del
juicio divino aún por venir.
Un acto extraordinario
y puso su pie derecho sobre el mar, y el
izquierdo sobre la tierra; y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos
emitieron sus voces. (Apo_10:2-3)
El que el ángel pusiera un pie sobre el mar y el otro sobre
la tierra muestra su gran tamaño desde la perspectiva de la visión de Juan.
Esta acción del ángel muestra la
autoridad soberana de Dios para juzgar toda la tierra (cp. Apo_7:2; Éxo_20:11; 1Co_10:26), que pronto retomará de Satanás. La acción del ángel anticipa simbólicamente los juicios
venideros de las siete trompetas y de las siete copas sobre toda la tierra.
En armonía con su enorme tamaño,
el ángel “clamó a gran voz, como ruge un león”. Su fuerte clamor refleja el
poder y la autoridad de Dios. Los profetas del Antiguo Testamento también
vincularon una voz fuerte, como rugido de león, con juicio (Jer_25:30; Ose_11:10; Joe_3:16; Amó_1:2; Amó_3:8).
Después que el ángel clamó, ocurrió algo asombroso: los
“siete truenos emitieron sus voces”; “siete” habla de plenitud y de perfección.
A menudo los “truenos” son presagio de juicio en las Escrituras (Apo_8:5; Apo_11:19; Apo_16:18; 1Sa_2:10; 2Sa_22:14). Estas siete voces fuertes y
poderosas clamaron por venganza y juicio sobre el mundo pecador. Los truenos
estaban separados de la voz del ángel, y pudieran haber representado
la voz de Dios (1Sa_7:10; Sal_18:13). El texto no revela lo que
dijeron los truenos, pero el oírlo, sin duda, habría añadido
terror a la escena del juicio (vea también Apo_8:5; Apo_11:19; Apo_16:18).
Una respuesta extraordinaria
Cuando los siete truenos hubieron emitido
sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos
han dicho, y no las escribas. (Apo_10:4)
Los siete truenos no hicieron simplemente un gran ruido, sino que
comunicaron información que Juan iba a escribir. En
obediencia a los mandamientos de Dios, Juan ya había escrito muchas cosas que
había visto en sus visiones. Más adelante en Apocalipsis, a Juan se le
ordenaría una vez más que escribiera lo que vio en sus visiones (Apo_14:13; Apo_19:9; Apo_21:5).
Pero antes de que Juan pudiera escribir el mensaje de los siete
truenos, oyó una voz del cielo que le decía: “Sella las cosas
que los siete truenos han dicho, y no las escribas”. No se revela si la voz era
la del Padre, la de Jesucristo, o de otro ángel. Sin embargo, es evidente que
la orden la dio Dios. La razón por la que a Juan se le prohibiera escribir el
mensaje no se ha revelado. Pudiera ser que el juicio que profirieron fuera
sencillamente demasiado aterrador para registrarlo.
Cualquier especulación sobre el
contenido específico de sus mensajes no tiene sentido. Si Dios hubiera querido
que se supiera, no habría prohibido a Juan escribirlo. Son las únicas palabras
en el libro de Apocalipsis que están selladas.
Un anuncio extraordinario
Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al
cielo, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y
las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar
y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, sino que en los días
de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el
misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas. (Apo_10:5-7)
En un acto solemne, el ángel que Juan vio “en pie sobre
el mar y sobre la tierra” (v. Apo_10:2) “levantó
su mano al cielo”, el ademán habitual para un juramento solemne (Deu_32:40; Dan_12:7). Hacer un juramento así es asegurar delante de Dios que uno va a decir la verdad. Este
juramento indicaba que lo que el ángel estaba a punto de decir era de suma
importancia y veracidad.
El ángel juró por el nombre del
“que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están
en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que
están en él”. Esta designación de Dios resalta su eternidad y poder soberano en
y sobre toda la creación. Esa forma de identificar a Dios como Creador se
repite en la canción de alabanza de los veinticuatro ancianos que se recoge en Apo_4:11 : “Señor,
digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas
las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
El contenido específico del
juramento del ángel fue que el tiempo no sería más, respondiendo la pregunta de
los mártires “¿Hasta cuándo?” (Apo_6:10), y las oraciones de los
santos en
Apo_8:3-5. La frase “sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a
tocar la trompeta” indica que el juicio de la séptima trompeta está a punto de
comenzar y que no es un suceso único, sino que abarca días, lo que indica algún
tiempo. Este período incluye los juicios de las siete copas (Apo_16:1-21), que parecen requerir algunas
semanas o meses para mostrarse. El toque de la séptima
trompeta trae el juicio final, representado en las copas de ira derramadas
sobre la tierra. Se ve el tiempo de la paciencia de Dios como llegando a su
final. El tiempo para los actos finales de juicio se ven a punto de llegar. Ha
llegado el tiempo anunciado por las preguntas de los discípulos en Mat_24:3 y en Hch_1:6.
En ese momento “el misterio de Dios se
consumará”. En las Escrituras, misterio se refiere a las verdades que Dios ha
escondido y que revelará en su momento. Los misterios ocultos en el pasado, que
el Nuevo Testamento revela, incluyen los “misterios del reino” (Mat_13:11), el misterio del
endurecimiento de Israel (Rom_11:25), el misterio del
arrebatamiento (1Co_15:51), el “misterio
de la iniquidad” (2Ts_2:7), el “misterio
de Cristo” y el de “Cristo y la iglesia” (Efe_3:4; Efe_5:32), el misterio de Cristo en el
creyente (Col_1:26-27), y el misterio de la
encarnación (1Ti_3:16). Pablo se consideraba un
administrador o guardián de esos grandes misterios (1Co_4:1), para “aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde
los siglos en Dios” (Efe_3:9).
El misterio de Dios del que hablaron los ángeles
es el “de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento
de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la
tierra” (Efe_1:10). Es la consumación
del plan de Dios al hacer que se cumpla su glorioso reino en Cristo. Abarca la
salvación de los elegidos y su lugar en su glorioso reino y todo lo relacionado
con eso. Incluye el juicio de los hombres y los demonios. El misterio antes
oculto se refiere a todos los detalles desconocidos que se revelan desde este
momento hasta el final de Apocalipsis, cuando se crean los nuevos cielos y la
nueva tierra. A los creyentes que vivan en aquel tiempo, en un mundo invadido
por los demonios y los desastres naturales sin paralelo, les producirá gran
consuelo y esperanza en medio del juicio.
Una tarea extraordinaria
La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y
toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el
mar y sobre la tierra. Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él
me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce
como la miel. Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era
dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre. Y
él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos,
naciones, lenguas y reyes. (Apo_10:8-11)
Volvió a hablar la voz que Juan había oído antes del
cielo (v. Apo_10:4) prohibiéndole
que escribiera las palabras de los siete truenos. Como había ocurrido antes (Apo_1:17; Apo_4:1; Apo_5:4-5; Apo_7:13-14), Juan volvió a convertirse en participante activo en esta visión. Dejó la posición
de observador para convertirse en un actor en el drama. La voz le dijo: “Ve y
toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el
mar y sobre la tierra”. Esta tercera referencia a la ubicación del ángel
destaca la extraordinaria autoridad que tiene sobre la tierra. Entonces, en una
gráfica ilustración de lo que debe ser una respuesta apropiada de parte de los
creyentes al inminente juicio de Dios, se le dijo a Juan: “Toma, y cómelo; y te
amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. El ángel sabía
cuál sería la reacción de Juan a esta verdad. Obedientemente, como Ezequiel
antes que él (Eze_2:9
a Eze_3:3), Juan, en la visión, tomó simbólicamente el librito de la mano del ángel y se lo comió.
El acto de comer el libro simbolizaba
absorber y asimilar la Palabra de Dios (cp. Sal_19:10; Jer_15:16; Eze_3:1-3). Cuando Juan entendió las palabras divinas con relación a los juicios que restaban cuando
el Señor tomó posesión del universo, él las encontró tanto dulces “como la
miel” como “amargas”. Dulce porque Juan, como todos los creyentes, deseaba que
el Señor actuara en juicio para recuperar la tierra que legítimamente le
pertenece, y recibir la exaltación y la gloria que Él merece. Pero la realidad
de esta terrible condena aguardando por los incrédulos, cambió el dulce sabor
inicial en amargura.
Todos los que aman a Jesucristo
pueden sentir la misma ambivalencia de Juan. Los creyentes anhelan la venida de
Cristo en gloria, para la destrucción de Satanás y el establecimiento del
glorioso reino de nuestro Señor en la tierra, en el que Él gobernará en gloria
mientras establece en el mundo la justicia, la verdad y la paz. Pero ellos,
como Pablo (Rom_9:1-3), se entristecen con amargura
ante el juicio de los impíos.
En armonía con su experiencia
agridulce, se le dijo a Juan: “Es necesario que profetices otra vez sobre
muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”. Las palabras “otra vez” indican que
a Juan se le estaba comisionando por segunda vez (Apo_1:19) para escribir el resto de las
profecías que Dios le iba a dar. Lo que estaba a punto
de aprender sería más devastador que todas las demás cosas reveladas hasta
entonces, y más glorioso. Él debía ser fiel a su tarea de registrar toda la
verdad que había visto y que pronto vería. Las profecías que recibiría Juan
estarían relacionadas con todo el mundo y en todo lugar. Juan debe advertir
sobre todos los amargos juicios que vienen con la séptima trompeta y con las
siete copas.
Como desterrado en Patmos (Apo_1:9), no tuvo oportunidad alguna
de predicar a todas las naciones, pero debía
escribir las profecías y distribuirlas, para así advertir a todas las personas
de la amargura del juicio por venir, y de la muerte y el infierno. Los
pecadores en todo lugar pueden conocer, porque Juan registró estas profecías,
que, aunque el juicio está en el presente contenido, viene un día futuro cuando
el séptimo ángel sonará su trompeta, y el dominio del pecado terminará, la libertad
de Satanás y sus demonios llegará a su fin, los hombres impíos serán juzgados,
y los creyentes glorificados.
LA SEGUNDA PARTE DEL INTERVALO: DOS TESTIGOS
EXTRAORDINARIOS
A lo largo de la historia Dios ha enviado fielmente a sus voceros para
llamar a los pecadores al arrepentimiento. Durante los largos y tenebrosos años de la rebeldía de Israel, “Jehová amonestó entonces a Israel y a
Judá por medio de todos los profetas” (2Re_17:13; cp. 2Cr_36:15). Los profetas como Elías, Eliseo, Isaías, Jeremías, Jonás y los demás confrontaron tanto al
obstinado Israel como a las naciones gentiles pecadoras. En el futuro, Dios
levantará dos excepcionales y poderosos predicadores.
Los valientes testigos
Estos dos testigos proclamarán valientemente el evangelio
durante la segunda mitad del período de siete años de tribulación. Durante ese
tiempo de terribles juicios divinos en la tierra, su predicación del evangelio
será parte de una expresión final de la gracia de Dios ofrecida para pecadores
que creen y se arrepienten.
Además de predicar el evangelio, estos dos predicadores
proclamarán el juicio de Dios sobre el mundo malvado. Su
ministerio probablemente se extenderá desde el punto medio de la tribulación
hasta justo antes del toque de la séptima trompeta. Declararán que los
desastres que están ocurriendo en el mundo son los juicios de Dios. Ellos
participarán en el cumplimiento de las palabras de que “será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin” (Mat_24:14). Dios también los usará a ellos para llevar salvación a Israel.
El templo medido
Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo:
Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero
el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido
entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos
meses.
(Apo_11:1-2)
Después de su renovada encomienda de escribir las
profecías que estaban por venir en Apocalipsis (Apo_10:11), Juan se ve implicado de
nuevo en una de las mismas visiones que estaba registrando. A él le “fue dada una caña semejante a una vara de medir”, o por el mismo
ángel en Apo_10:8, o por el ángel
fuerte en Apo_10:9-11. La palabra griega traducida “caña” se refiere a una planta como junco que crecía en el valle del
Jordán hasta una altura de cinco o seis metros. Tenía un tallo que era hueco y
de poco peso, pero lo bastante rígido como para usarlo como una vara o bastón,
o para rebajarlo y convertirlo en una pluma. Los tallos, como eran largos y
ligeros, eran ideales para usarlos como varas de medir. En la visión de
Ezequiel, un ángel usó una vara como esa para medir el templo milenario (Eze_40:3; Eze_43:17).
A Juan se le dijo que midiera el templo de Dios, incluso “el altar, y a los que adoran en él”. Es obvio que este no era un
esfuerzo por determinar las dimensiones físicas, ya que no se recogen ningunas,
sino que estaba comunicando una verdad importante más allá de la arquitectura.
Podría indicar, como en el Antiguo Testamento, que Dios marca ocasionalmente
límites para destrucción (2Sa_8:2; 2Re_21:13; Isa_28:17; Amó_7:7-9;
Amó_7:17). Pero es mejor entender la
acción de Juan de medir como indicando pertenencia,
definiendo los límites de las posesiones de Dios (Apo_21:15; Zac_2:1-5). Esas medidas significaban
algo bueno, ya que se dejó de medir lo que era malo (v. Apo_11:2). Es mejor verlas como Dios
midiendo a Israel para salvación y para su protección,
preservación y favor especial. Las profecías que aún le faltan a Juan por
recibir harán distinción entre el favor de Dios hacia Israel y su ira sobre el
mundo.
La palabra griega por “templo”
no se refiere a todo el templo, sino a su parte interior, formada por el lugar
santo y el lugar santísimo. Es probable que el altar sea el altar de bronce,
ubicado fuera del santuario interior en el atrio, ya que allí es donde los que
adoran en el templo se habrían reunido. A las personas nunca se les permitió
entrar a la parte interior del templo. Solamente los sacerdotes podían entrar
al lugar santo. Los adoradores en la visión de Juan representan un remanente de
judíos creyentes adorando a Dios durante la tribulación.
El templo de la tribulación será edificado al principio
de la primera parte de la tribulación, bajo el patrocinio del anticristo.
Muchos judíos ortodoxos en la actualidad sueñan con la reedificación de su
templo, pero su lugar está ahora ocupado por el lugar de los islámicos,
conocido como la Cúpula de la Roca. Como los musulmanes creen que ese fue el
lugar desde donde Mahoma ascendió al cielo, está entre los lugares más sagrados
del mundo islámico. El que los judíos arrebaten ese lugar a los musulmanes y
edifiquen allí su templo sería inconcebible en el ambiente político actual.
Pero durante la tribulación, bajo la protección del anticristo (Dan_9:24-27), podrán reconstruir el templo.
Las instrucciones a Juan de medir
el templo incluían un significativa omisión. Se le ordenó: “el patio que está
fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas”. La alusión es al atrio de los
gentiles, ubicado fuera del atrio donde estaba el altar de bronce. Marcaba el
límite más allá del cual los gentiles no podían pasar. En la época del Nuevo
Testamento, los romanos les habían dado a los judíos el derecho de ejecutar a
cualquier gentil que fuera más allá del atrio de los gentiles. El que un gentil
hiciera esto se consideraba como una profanación del templo (Hch_21:28-29).
A Juan se le dijo que no midiera el patio exterior porque “ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa
cuarenta y dos meses”. Los cuarenta y dos meses (tres años y medio)
corresponden a la abiertamente malvada carrera del anticristo, quien domina en
la última parte de la tribulación (Apo_13:5). Ese período será la culminación de los “tiempos de los gentiles” (Luc_21:24), los miles de años durante los cuales las naciones gentiles, en diversas formas, han
ocupado y oprimido Jerusalén.
SALVACIÓN A TRAVÉS DE LOS DOS TESTIGOS
Durante este período de cuarenta y dos meses,
Dios refugiará a muchos israelitas en un lugar que Él ha preparado para ellos
en el desierto (algunos especulan que será Petra, la ciudad de piedra). Apo_12:6 dice: “Y la mujer [Israel] huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por
Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (cp. el v. Apo_12:14). Muchos judíos prestarán atención a la advertencia de Jesús de huir a lugar
seguro.
El resto que quede enfrentarán
una terrible persecución por parte de las fuerzas del anticristo. En aquel
tiempo, Dios traerá salvación a Israel, usando a dos poderosos predicadores que
aparecerán en Jerusalén (v. Apo_11:3), y que también sufrirán hostilidad y odio (vv. Apo_11:7-8).
La relación entre esta visión de los dos predicadores y el
pasaje anterior (vv. Apo_11:1-2) debe estar clara. Ellos están entre los exclusivos testigos de Dios que proclamarán su mensaje de
juicio durante las etapas finales de la tribulación. Predicarán el evangelio
para que el remanente judío pueda creer y disfrutar de la protección de Dios.
Su deber
Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, (Apo_11:3 a)
No se identifica al que habla y que dará
autoridad a los dos testigos, pero solo pudiera ser Dios el Padre o Jesús;
“testigos” es la forma plural de la que se deriva la palabra mártir en castellano, dado que tantos testigos de
Jesucristo en la iglesia primitiva pagaron con su vida. Como siempre, se
utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a personas, los dos testigos
tienen que ser verdaderas personas. Hay dos testigos porque la Biblia requiere
el testimonio de dos personas para confirmar un hecho o comprobar la verdad (Deu_17:6; Deu_19:15; Mat_18:16).
Su responsabilidad será profetizar. Profecía en el
Nuevo Testamento no se refiere necesariamente a predecir el futuro. Su significado
principal es “hablar adelante”, “proclamar” o “predicar”.
Los dos testigos proclamarán que
los desastres que ocurren durante la última mitad de la tribulación son de
Dios. Ellos advertirán que después llegará el derramamiento final del juicio de
Dios y el infierno eterno. Al mismo tiempo, predicarán el evangelio, llamando a
las personas al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo. El período de su
ministerio es de mil doscientos sesenta días, los últimos tres años y medio de
la tribulación.
Su actitud
vestidos de cilicio. (Apo_11:3 b)
El cilicio era una ropa áspera, pesada y tosca que se
usaba en los tiempos antiguos como símbolo de luto, angustia, dolor y humildad
(Gén_37:34; 2Sa_3:31; 1Cr_21:16; 2Re_19:1). Los dos testigos se vestirán de cilicio como una demostración práctica, para expresar su gran
tristeza por el mundo incrédulo. También se lamentarán por la profanación del
templo, la opresión de Jerusalén y el ascenso del anticristo.
Su identidad
Estos testigos son los dos olivos, y los
dos candeleros que están
en pie delante del Dios de la tierra. (Apo_11:4)
La pregunta de quiénes serán estos dos testigos ha
intrigado a los estudiosos bíblicos a través de los años. Juan los identifica
como “los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de
la tierra”, una descripción que se obtiene de la visión y profecía de Zacarías en Zac_4:1-14. Aunque es imposible ser dogmático acerca de la identidad específica de estos dos predicadores, hay
varias razones que sugieren que pudieran ser Moisés y Elías.
En primer lugar, los milagros
que harán son similares a los juicios que infligieron en el Antiguo Testamento
Moisés y Elías. Elías hizo descender fuego del cielo (2Re_1:10; 2Re_1:12) y anunció la sequía sobre la tierra por tres años y medio (1Re_17:1; Stg_5:17), la misma duración que la sequía que produjeron los dos testigos (Apo_11:6). Moisés convirtió las aguas del Nilo en sangre (Éxo_7:17-21) y anunció las otras plagas sobre Egipto, registradas en Éxodo capítulos Éxo_7:1-25 a Éxo_11:1-10.
En segundo lugar, la tradición judía esperaba que Moisés y
Elías volvieran en el futuro. Mal_4:5 predijo el retorno de Elías, y los judíos creían que la promesa de Dios de levantar a un
profeta como Moisés (Deu_18:15; Deu_18:18) necesitaba su retorno (Jua_1:21; Jua_6:14; Jua_7:40). En tercer lugar, tanto Moisés como Elías (quizá representando la ley y los profetas) aparecieron
con Cristo en la transfiguración, el avance de la Segunda Venida (Mat_17:3).
En cuarto lugar, ambos dejaron la tierra en forma extraordinaria. Elías nunca murió, sino que fue llevado al cielo en una carroza de fuego
(2Re_2:11-12), y Dios sobrenaturalmente enterró el cuerpo de Moisés en un lugar secreto (Deu_34:5-6; Jud_1:9). La afirmación de Heb_9:27 de que “está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio” no cancela el regreso de Moisés, ya que hay otras excepciones a esa
afirmación general (como la de Lázaro; Jua_11:14; Jua_11:38-44).
Su poder
Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a
sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma
manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los
días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en
sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran. (Apo_11:5-6).
Sean o no Moisés y Elías los dos testigos,
tendrán poderes milagrosos similares a ellos. Como Noé antes del diluvio y
Moisés antes de las plagas sobre Egipto, los dos testigos proclamarán sin temor
el juicio y la necesidad de arrepentimiento. Debido a esto, todo el mundo los
odiará (vv. Apo_11:9-10) y muchos querrán dañarlos durante los días de su predicación. Cuando intenten
hacerles daño, fuego saldrá de la boca de ellos, y devorarán a sus enemigos. No
hay razón para suponer que no sea fuego literal, ya que en el pasado Dios ha
empleado el fuego para incinerar a sus enemigos (Lev_10:2; Núm_11:1; Núm_16:35; Sal_106:17-18). Los que deseen dañar a los dos predicadores deben morir de la misma manera, porque Dios
no quiere que su predicación se detenga hasta que su ministerio se complete y
juzgará con muerte a los que traten de interrumpirla.
La magnitud de su gran poder se
revelará cuando lo muestren “para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en
los días de su profecía”.
Esto intensificará mucho el
tormento que experimentan las personas. El juicio de la tercera trompeta trajo
como resultado el envenenamiento de la tercera parte del suministro de agua
potable de la tierra (Apo_8:10-11). Además, la sequía de tres años y medio que se extiende por todos los mil
doscientos sesenta días de su predicación (v. Apo_8:3), provocada por los dos
testigos, causará una generalizada devastación de los cultivos y
pérdidas de vida animal y humana por la sed y el hambre.
Además de eso, al igual que
Moisés, los dos testigos tendrán “poder sobre las aguas para convertirlas en
sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran”. Los
estragos que estos dos predicadores obradores de milagros provocarán sobre la
tierra, harán que los odien y los teman. Las personas no dudarán en buscar
desesperadamente una vía para destruirlos, pero serán incontenibles mientras
dure su ministerio.
Su muerte
Cuando hayan acabado su testimonio, la
bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres
estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama
Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los
pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio,
y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se
regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros;
porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra. (Apo_11:7-10).
Los pecadores tratarán, desesperadamente y sin
éxito, de librarse de los dos testigos durante su ministerio, en un tipo de
esfuerzo suicida que tiene como resultado su propia incineración. Sin embargo,
Dios los protegerá hasta que hayan acabado su testimonio. Al terminar ese
tiempo, “la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos”.
Esta es la primera de treinta y
seis alusiones en Apocalipsis a la bestia, y anticipa la información más
detallada acerca de ella en los capítulos 13 y 17. Se presenta aquí con énfasis
en su origen. Se dice que subirá “del abismo”, indicando que su poder viene de
Satanás. Puesto que a Satanás se le describe como un dragón (
Apo_12:3; Apo_12:9), esta figura no es Satanás. La revelación acerca de ella en el capítulo 13 indica que la bestia
es un gobernante mundial llamado anticristo, quien imita al verdadero Cristo y
exige su adoración (Apo_13:1-8). El abismo es la prisión para ciertos demonios (cp. Apo_9:1-3). Aunque es un hombre, la
bestia recibe energía de la presencia demoníaca y
del poder que sale del abismo. Para gran gozo y alivio del mundo pecador, la
bestia finalmente vencerá a los dos testigos y los matará.
Después de su muerte, sus
cadáveres serán dejados como cadáveres descompuestos en la plaza de la grande
ciudad, donde ministraron y donde fueron muertos. En el mundo antiguo, exponer
el cuerpo muerto del enemigo era la forma final de deshonrarlo y profanarlo (Deu_21:22-23).
La “grande ciudad” es Jerusalén, que en sentido
espiritual se llama Sodoma y Egipto, debido a su maldad. Trágicamente, la
ciudad de Jerusalén que fue una vez la ciudad de Dios, estará tan invadida por
la maldad que será como la malvada ciudad de Sodoma y la malvada nación de
Egipto. La descripción era para mostrar que la una vez santa ciudad, se había
convertido en una ciudad no mejor que los lugares que se conocieron por su
rechazo al verdadero Dios. La nota de que los dos testigos hallarían la muerte
en la ciudad donde nuestro Señor fue crucificado, la identifica inequívocamente
con Jerusalén. El que los dos testigos mueran en la misma ciudad que su Señor,
sugiere que esa ciudad será el lugar central de su predicación. También parece
que Jerusalén será la sede del dominio del anticristo (2Ts_2:3-4).
El empleo de la frase tan abarcadora “pueblos,
tribus, lenguas y naciones” indica que personas de todo el mundo verán los
cadáveres de los dos testigos. En una muestra morbosa de desprecio y odio, por
tres días y medio el mundo no permitirá que sean sepultados. La muchedumbre
endurecida por el pecado y no arrepentida, deseará disfrutar junto al
anticristo, y le dará la gloria por su victoria sobre los dos molestos
predicadores. La muerte de los dos testigos provocará grandes celebraciones
alrededor del mundo. Increíblemente, “los moradores de la tierra” se
regocijarán sobre ellos y se alegrarán. “Se enviarán regalos unos a otros;
porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra”.
Irónicamente, esta es la única
mención de regocijo en Apocalipsis. Los pecadores se sentirán felices porque
los que declararon los juicios de Dios están muertos. Esta respuesta emocional
refleja gráficamente el carácter definitivo de su rechazo.
Su resurrección
Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por
Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los
vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron
al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. (Apo_11:11-12)
Los festejos y el envío de regalos del “Día de los
testigos muertos” se interrumpirán de repente y de forma especular por un
acontecimiento estremecedor; “después de tres días y medio entró en [los dos
testigos] el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies,
y cayó gran temor sobre los que los vieron”. El pánico se apoderó del mundo
cuando sus odiados y vituperados torturadores volvieron de repente a la vida.
Si se estuviera viendo por televisión, se repetiría una y otra vez. La frase
“Subid acá” es probable que sea la voz del Señor, quien llamó a Juan al cielo en Apo_4:1. Los dos predicadores subieron
al cielo en una nube, mientras sus enemigos los vieron asombrados. Ese
arrebatamiento de dos hombres, sin lugar a dudas, se repetirá en la televisión para que todo el mundo lo vea. Guarda semejanza con
la ascensión de Elías (2Re_2:11) y la misteriosa muerte y
sepultura de Moisés (Deu_34:5-6).
En este momento, los corazones de los espectadores no cambian. Esto no
debe sorprendernos. Jesucristo dijo: “si [los incrédulos] no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de
los muertos” (Luc_16:31). En efecto, después de oír la enseñanza y observar el ministerio milagroso del Hijo de
Dios, los incrédulos lo rechazaron y lo mataron.
Su influencia
En aquella hora hubo un gran terremoto, y
la décima parte de la ciudad se
derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los
demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. El segúndo ay pasó;
he aquí, el tercer ay viene pronto. (Apo_11:13-14)
Resaltando la resurrección de los dos testigos, “En
aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se
derrumbó”. Por el terremoto murieron un número de siete mil hombres. El término
“hombres” en el texto griego es literalmente “nombres de hombres”. Esa frase
poco común pudiera indicar que los siete mil que murieron eran personas
importantes, tal vez líderes en el gobierno mundial del anticristo.
Como resultado del violento
terremoto, y la asombrosa resurrección de los dos testigos, “los demás se
aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo”. La frase “los demás” puede
referirse a los habitantes de Jerusalén, judíos que aceptarán la fe en Cristo.
En respaldo de esa interpretación está el hecho de que dar gloria al Dios del
cielo es una señal de arrepentimiento genuino en Apocalipsis y en otras partes
de las Escrituras (Apo_4:9; Apo_14:7; Apo_16:9; Apo_19:7; Luc_17:18-19; Rom_4:20). Este pasaje, pues, describe
la realidad de la salvación de judíos en Jerusalén.
El intervalo termina con esta nota positiva y esperanzadora. Sin embargo, para el mundo incrédulo termina con la seria advertencia de que “el segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto”. La séptima trompeta (el tercer ay; Apo_9:12) pronto sonará, trayendo con ella los violentos juicios finales y la venida de Cristo en gloria para establecer su reino. “Pronto” expresa lo inminente del último ay, que son los juicios de las siete copas anunciados por el toque de la séptima trompeta.