El hombre fue creado en inocencia, colocado en un medio ambiente perfecto, un huerto plantado por el mismo Dios, llamado Edén, que quiere decir en el hebreo "una delicia".
Lo puso en dicho lugar, no para vivir ociosamente, sino para que "lo guardase", ejercitando su cuerpo y mente, y su alma, en compañerismo con su ayuda idónea "Eva", en obediencia, amor y servicio a su Creador y Dios.
Con la bendición de Dios, la primera pareja asumió su responsabilidad de "llenar la tierra" con un orden nuevo, el hombre; para sojuzgar y señorear sobre la creación animal, y para labrar y guardar el huerto paradisíaco.
Como recompensa se les concedió el privilegio de comer libremente de todas las frutas deliciosas, de todos los árboles en el huerto; todos los árboles con una excepción, y así Dios diseñó ésta única excepción para que fuese la prueba sencilla de su devoción y obediencia. "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la, ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."
El estar sujeto a ésta prueba razonable y sencilla, significaba que la obediencia perfecta y perpetua, aseguraría a Adán y su simiente, la felicidad perfecta y perpetua, el paraíso y la vida inmortal: porque con acceso al árbol en medio del huerto, se nos dice en Gen. 3:22, él pudiera haber vivido para siempre. Por otro lado, Dios les amonestó que el castigo de la desobediencia sería la muerte.
Al estudiar la Palabra de Dios, llegamos a la conclusión que el mal ya existía en el universo. Existía ya una compañía de seres inteligentes, de los cuales Satanás era el jefe, poseyendo aquel poder misterioso que llamamos la "tentación", o tratando de influir en otros para transgredir la voluntad de Dios, tal como ellos mismos habían transgredido, cuando estaban en su primer estado.