Porque el tiempo si esta cerca - Cartas a los creyentes en Efeso


1. Cartas a los creyentes en Efeso (Ap. 2:1-7)

EFESO: LA IGLESIA CARENTE DE AMOR (2:1-7)

Francis Schaeffer observó una vez que “el significado de la palabra cristiano se ha reducido a casi nada… Debido a que la palabra cristiano, como símbolo, se le ha hecho significar tan poco, ha venido a significar todo y nada”.1 El término cristiano en el uso contemporáneo puede significar alguien que dice tener cierta lealtad a Jesucristo.

Aunque nuestra cultura pueda sentir confusión acerca de lo que es un cristiano, la Biblia es clara. Los cristianos somos los que estamos unidos a Dios por Jesucristo (2Ts_2:13). Hemos puesto la fe salvadora en Jesús (Jua_3:15-18; Hch_4:12; 1Jn_5:1) y nos hemos arrepentido de nuestros pecados (Rom_2:4; 2Pe_3:9). Dios ha perdonado nuestros pecados (Hch_10:43), nos ha hecho sus hijos (Rom_8:16-17), y nos ha transformado en nuevas criaturas (2Co_5:17) en las que mora el Espíritu Santo (Jua_14:17).

Aunque el amor al Señor Jesucristo siempre estará presente en los verdaderos cristianos, puede fluctuar en su intensidad. Los cristianos no siempre amarán a Cristo con todo su corazón, alma, mente y fuerzas. No hay mejor ilustración bíblica de la seriedad de permitir que mengüe el amor a Cristo, que esta carta a la iglesia en Éfeso.

Las siete iglesias mencionadas en los capítulos 2 y 3 eran iglesias existentes cuando Juan escribió. Estas también representan los tipos de iglesias que están presentes en toda la historia de la Iglesia. Por ejemplo, a cinco de las siete iglesias se les reprendió por tolerar el pecado en medio de ellas, un problema que aún se ve hoy día.

La iglesia de Éfeso, además de ser la primera en la ruta postal, también era la más importante de las siete iglesias. Era la iglesia que fundó las otras seis (Hch_19:10) y el destinatario de la carta a los Efesios, escrita cuatro décadas antes por el apóstol Pablo. El contenido de esa primera carta constituye la norma para las otras seis. Contiene siete características marcadas: el escritor, la iglesia, la ciudad, el elogio, el reproche, el mandato y el consejo.

EL ESCRITOR

El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, (Apo_2:1 b)

Aunque no se menciona por nombre al escritor, la descripción hace evidente quién es. Es el presentado como el glorioso Señor de la Iglesia en Apo_1:9-20, el Jesucristo exaltado. Estas dos frases se toman de la descripción de Cristo en la visión de Juan (Apo_1:13; Apo_1:16). En realidad, Cristo se identifica ante cada una de las primeras cinco iglesias empleando frases de esa visión. Esto reafirma la verdad de su autoría a través de Juan.

El que Cristo “tiene las siete estrellas en su diestra” indica que estas iglesias le sirven. Las “estrellas” representan los líderes de las congregaciones locales (Apo_1:20). Cristo, además, se describe como “el que anda en medio de los siete candeleros de oro”. Como su gobernante soberano, tiene la autoridad para examinar y para dirigirse a la iglesia.

LA IGLESIA

la iglesia en Efeso (Apo_2:1 a)

Quizá ninguna otra iglesia en la historia haya tenido la herencia tan rica que tuvo la de Éfeso. Priscila y Aquila fueron los que introdujeron primero el evangelio en la ciudad (Hch_18:18-19). A ellos pronto se les unió el poderoso predicador Apolos (Hch_18:24-26). Juntos, los tres pusieron el fundamento para el ministerio de Pablo en Éfeso.

El apóstol Pablo se detuvo primero brevemente en Éfeso ya finalizando su segundo viaje misionero (Hch_18:19-21), pero su ministerio real en esa ciudad tuvo lugar en su tercer viaje misionero. Al llegar a Éfeso, se encontró primero a unos discípulos de Juan el Bautista (Hch_19:1-7). Después de predicarles el evangelio, los bautizó en el nombre del Señor Jesucristo (Hch_19:5). Este fue el comienzo de la obra de Pablo de edificar la iglesia en Éfeso, una tarea que duraría tres años (Hch_20:31).

Más adelante, en su viaje a Jerusalén, casi al final de su tercer viaje misionero, Pablo enseñó a los ancianos de la iglesia de Éfeso los principios fundamentales del liderazgo de la iglesia (Hch_20:17-38), un mensaje que luego ampliaría en sus epístolas pastorales. Timoteo, el protegido de Pablo, era pastor de la iglesia en Éfeso (1Ti_1:3). Onesíforo (2Ti_1:16; 2Ti_1:18) y Tíquico (2Ti_4:12), dos más de los compañeros de Pablo, también ministraron en Éfeso. Por último, según el testimonio de la iglesia primitiva, el apóstol Juan pasó las últimas décadas de su vida en Éfeso, desde donde probablemente escribió sus tres epístolas, en las cuales se identifica como “el anciano” (cp. 2Jn_1:1; 3Jn_1:1). Probablemente pastoreaba la iglesia de Éfeso cuando fue arrestado y desterrado a Patmos.

El ministerio de Pablo afectó profundamente no solo a la ciudad de Éfeso, sino también a toda la provincia de Asia (Hch_19:10). Durante este tiempo, se fundó el resto de las siete iglesias. Al darse cuenta de lo inútil de confiar en las prácticas paganas, “muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata” (vv. Hch_19:18-19). Esta asombrosa suma, equivalente al salario de un obrero de cincuenta mil días, revela cuán implicada estaba la ciudad de Éfeso en la práctica de la magia.

Las notables conversiones de muchísimos efesios representaban una grave amenaza económica para los artesanos de la ciudad. Éfeso era el centro de la adoración de la diosa Artemisa, cuyo muy bien adornado templo era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Ante la instigación de un platero llamado Demetrio, artesanos montaron un alboroto que llevó a Éfeso al caos (Hch_19:23-41).

Cuatro décadas después el apóstol Pablo ya no estaba, como tampoco muchos de la primera generación de creyentes que se convirtieron con su ministerio. Una nueva situación exigía otra carta inspirada a los efesios, esta escrita por el apóstol Juan.

LA CIUDAD

Efeso (Apo_2:1 a)

Aunque no era capital de la provincia, Éfeso era la ciudad más importante en Asia Menor, y el gobernador romano residía allí. Su población en la época del Nuevo Testamento estaba estimada entre las 250.000 y las 500.000 personas. El teatro de la ciudad, visible en la actualidad, alojaba a unas 25.000 personas. Éfeso era una ciudad con gobierno propio, y sin tropas romanas destinadas allí. La ciudad era sede de eventos deportivos que rivalizaban con los juegos olímpicos.

Éfeso era el puerto principal en la provincia de Asia. La ciudad estaba ubicada junto al río Caístro, a unos cinco kilómetros desde donde corría hacia el mar. Los que desembarcaban en el puerto viajaban a lo largo de una excelente y amplia carretera, rodeada de columnas, llamada la Vía Arcadiana que conducía al centro de la ciudad. En la época de Juan, el sedimento que depositaba el río Caístro estaba llenando lentamente el puerto, obligando a la ciudad a luchar para mantener abierto el canal. La batalla finalmente se perdería, y hoy las ruinas están a unos diez kilómetros tierra adentro desde el mar.

Éfeso estaba también estratégicamente ubicada en el cruce de cuatro de las carreteras romanas más importantes en Asia Menor. Esto, junto con su puerto, incitó al geógrafo Estrabón (un contemporáneo de Cristo) a describir Éfeso como el mercado de Asia.

Pero Éfeso era más famosa como el centro de la adoración de la diosa Artemisa, llamada también Diana (Hch_19:27; Hch_19:35). El templo de Artemisa era el lugar más conocido de Éfeso, y servía como uno de los bancos más importantes del mundo mediterráneo. El templo también proporcionaba santuario para los delincuentes. Además de eso, la venta de artículos que se usaban en la adoración de Artemisa proporcionaba una importante fuente de ingresos para la ciudad (Hch_19:24). Cada primavera se celebraba una fiesta en honor de la diosa que duraba todo un mes, en la que se incluían eventos deportivos, dramáticos y musicales. Entretanto, en el terreno alrededor del templo había una cacofonía de sacerdotes, prostitutas, banqueros, delincuentes, músicos, bailarines y adoradores frenéticos. Al filósofo Heráclito se le llamó el filósofo llorón porque nadie, dijo él, podía vivir en Éfeso y no llorar por su inmoralidad.2 En medio de la pagana idolatría que caracterizaba a Éfeso, había un grupo fiel de cristianos. Fue a ellos a quienes Cristo dirigió la primera de sus siete cartas.

EL ELOGIO

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado… Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. (Apo_2:2-3; Apo_2:6)

Antes de reprenderlos por sus faltas, Cristo elogió a los efesios por sus acciones positivas. Específicamente, Cristo elogia primero a los creyentes de Éfeso por su “arduo trabajo”. La palabra griega denota trabajo hasta el punto de agotamiento. Los efesios eran obreros diligentes para la causa de Cristo. En medio de las tinieblas paganas que los rodeaban, estaban activamente evangelizando a los perdidos, edificando a los santos y cuidando de los que tenían necesidad.

“Paciencia” denota paciencia en las circunstancias penosas. Este elogio indica que, a pesar de sus circunstancias difíciles, los creyentes de Éfeso permanecieron fieles a su Señor.

Otro aspecto digno de alabanza de los creyentes de Éfeso era que se negaban a “soportar a los malos”. Ellos mantenían una elevada y santa norma de conducta y eran sensibles al pecado. Tampoco le faltaba a la iglesia de Éfeso discernimiento espiritual, ya que había “probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos”. Los efesios nunca olvidaron la exhortación que les hiciera Pablo a sus pastores muchos años antes, “mirad por vosotros, y por todo el rebaño” contra los “lobos rapaces [que intentan destruir] al rebaño” (véase

Hch_20:28-31). A través de todas las dificultades que los efesios afrontaron más de cuarenta años, a través de todo su arduo trabajo y firmeza soportando las pruebas y su negativa a tolerar el mal, mantuvieron su paciencia. Habían sufrido, declaró Jesucristo, por el más elevado de los motivos: “por amor de mi nombre”. Y lo habían hecho sin haber desmayado. Permanecieron fieles al Señor, leales a su Palabra y a la obra para la cual Él los había llamado.

El versículo Apo_2:6 añade un elogio final: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”. Los nicolaítas, mencionados también en Apo_2:12-15, no se pueden identificar con certeza. Las pocas referencias a esa herejía en los escritos de los padres de la iglesia, la vinculan a Nicolás, uno de los siete hombres designados para supervisar la distribución de comida en Hch_6:1-15. Algunos decían que Nicolás fue un falso creyente que se rebeló, pero retuvo su influencia en la iglesia debido a sus credenciales. Otros sugirieron que los nicolaítas desvirtuaron su enseñanza. Cualquiera que sea su origen, el nicolaísmo condujo a las personas a la inmoralidad y a la maldad. Apo_2:12-15 lo vincula con la falsa enseñanza de Balaam que llevó Israel al pecado.

A diferencia de la iglesia en Pérgamo, la iglesia de Éfeso no toleraba a los nicolaítas, sino que aborrecían sus enseñanzas heréticas. Por eso el Señor los elogió. El aborrecimiento era una actitud adecuada y exactamente la reacción opuesta a la tolerancia de la iglesia de Pérgamo (Apo_2:14-15).

EL REPROCHE

Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. (Apo_2:4)

A pesar de los aspectos positivos destacados de la iglesia de Éfeso, Cristo había avistado una falta funesta. Aunque mantuvieron su pureza doctrinal y sirvieron a Cristo, ese servicio se había vuelto mecánico. Cuarenta años después de ser caracterizados por el amor (Efe_1:15; Efe_3:17-19; Efe_6:23) este se había enfriado. La actual generación mantenía las enseñanzas de la iglesia, pero había dejado su primer amor. Se había sumergido hasta un lugar donde estaba llevando a cabo sus responsabilidades cristianas con un decreciente amor a su Señor y a los demás.

El grave peligro de esa situación se ilustra en el desastre que ocurrió cuando se enfrió el amor de Israel a Dios (Jer_2:2-13; Eze_16:8-15). Al final, Dios dictó sentencia contra su pueblo cuando el amor de ellos desapareció. Como sucedió en Israel, la luna de miel había terminado en Éfeso. La pérdida de una esencial relación de amor con el Señor Jesucristo abrió las puertas a la apatía espiritual y la indiferencia hacia los demás. A pesar de su robusta apariencia externa, un cáncer espiritual mortal estaba creciendo en el corazón de la iglesia de Éfeso.

EL MANDATO

Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. (Apo_2:5)

El Gran Médico les recetó algo a los efesios que los curaría de su malestar espiritual. En primer lugar, tenían que literalmente “seguir recordando” de dónde habían caído. El olvido es con frecuencia la causa inicial de decadencia espiritual, y los efesios necesitaban reconocer la seriedad de tal error. En segundo lugar, tenían que arrepentirse en un deliberado rechazo de sus pecados, porque dejar de amar a Dios de todo corazón es pecado (Mar_12:30). Por último, tenían que mostrar la autenticidad de su arrepentimiento y volver a sus primeras obras. Tenían que rescatar la riqueza del estudio bíblico, de la dedicación a la oración y de la pasión por la adoración que los había caracterizado.

Acentuando la seriedad de la situación, Cristo advirtió a los efesios a dar los pasos necesarios para recuperar su primer amor a Él. O cambiaban, o serían castigados: “vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. La venida a la que Él se refiere no es su Segunda Venida, sino su venida a ellos en juicio local sobre esa iglesia. No hacer caso a la advertencia, haría que Él quitara el candelero (símbolo de la iglesia; Apo_1:20) de ellos de su lugar. Trágicamente, Cristo amenazó con juicio divino que pondría fin a la iglesia de Éfeso.

EL CONSEJO

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. (Apo_2:7)

La carta termina con una exhortación y una promesa. La exhortación de Cristo “el que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” termina cada una de las siete cartas. Subraya la seria responsabilidad que tienen los creyentes de obedecer la voz de Dios en las Escrituras. El empleo del sustantivo plural “iglesias” significa la naturaleza universal de esta invitación cada vez que aparece. Este llamado no se puede limitar solo a un grupo de vencedores en una única iglesia. Debe aplicarse a todas las iglesias. Cada iglesia necesita escuchar cada mensaje.

La promesa, como las demás asociadas a las otras seis cartas (Apo_2:11; Apo_2:17; Apo_2:26; Apo_3:5; Apo_3:12; Apo_3:21), se dirige “al que venciere”. La frase no se refiere a los que han alcanzado un nivel superior de la vida cristiana, sino a todos los cristianos. En su primera epístola, el apóstol Juan lo define de esta manera: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn_5:4-5). Todos los creyentes verdaderos son vencedores, los cuales, por la gracia y el poder de Dios, han vencido el poder del malvado sistema mundial.

Cristo les promete a los vencedores de Éfeso que “comerán del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”. El árbol de la vida se menciona primero en Gén_2:9, donde se ubica en el Huerto del Edén. Se perdió ese árbol terrenal debido al pecado. Se le prohibió a Adán que comiera de él (Gén_3:22). Sin embargo, el árbol celestial de la vida (Apo_22:2; Apo_22:14; Apo_22:19) durará por toda la eternidad. El árbol de la vida simboliza la vida eterna. El “paraíso de Dios” es el cielo (Luc_23:43; 2Co_12:4).

El ejemplo de la iglesia de Éfeso advierte que las creencias correctas y el servicio externo no pueden compensar un corazón frío. Los creyentes debemos prestar cuidadosa atención al consejo de Salomón: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pro_4:23).