Y había un varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que daba muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.
Éste vio en visión claramente, como a la hora novena del día, al Ángel de Dios que entraba a él, y le decía: Cornelio. Y mirándole, tuvo miedo, y dijo: ¿Qué es, Señor?
Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. Éste posa en casa de cierto Simón, curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que debes hacer.
Y cuando se fue el Ángel que habló con Cornelio, éste llamó dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales, después de contarles todo, los envió a Jope.