Aquí es donde nos encontramos con el apóstol Mateo. Los estudiosos, están de acuerdo en que el primer evangelio, tal como ha llegado hasta nosotros no fue obra de Mateo. Uno que hubiera sido testigo presencial de la vida de Cristo no habría necesitado usar Marcos como fuente para la vida de Jesús como hizo Mateo.
Pero uno de los primeros historiadores de la Iglesia, un hombre que se llamaba Papías, nos da este importantísimo detalle de información: «Mateo recogió los dichos de Jesús en lengua hebrea.»
Así que podemos creer que no fue sino Mateo mismo el que escribió ese libro que había de ser la fuente a la que todos acudieran si querían saber lo que Jesús había enseñado. Y fue porque mucho de ese libro-fuente se incorporó en el primer evangelio por lo que se le adscribió el nombre de Mateo. Debemos estar agradecidos a Mateo siempre al recordar que es a él a quien debemos el Sermón del Monte y casi todo lo demás que sabemos de las enseñanzas de Jesús. Hablando en general, le debemos a Marcos nuestro conocimiento de los acontecimientos de la vida de Jesús, y a Mateo el de la esencia de la enseñanza de Jesús.