La iniquidad de las cosas santas.

Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de
Jehová. 
Exodo 28:38
¡Qué velo se levanta con estas palabras y qué revelación se hace! Será una lección de humildad y provecho para nosotros detenernos un momento y ver este triste espectáculo.
Las iniquidades de nuestro culto público, su hipocresía, formalidad, tibieza, irreverencia, extravagancia de corazón y olvido de Dios, ¡qué plenitud tenemos allí! Nuestro trabajo para el Señor, su emulación, egoísmo, descuido, dejadez, incredulidad, ¡qué masa de contaminación hay allí! Nuestras devociones privadas, su laxitud, frialdad, abandono, somnolencia y vanidad, ¡qué montaña de tierra muerta hay ahí!
Si miramos más detenidamente encontraremos que esta iniquidad es mucho mayor de lo que parece a primera vista. El Dr. Payson, escribiendo a su hermano, dice: "Mi parroquia, así como mi corazón, se parece mucho al jardín del perezoso; y lo que es peor, encuentro que muchos de mis deseos para la mejora de ambos, proceden ya sea por orgulloo vanidad o indolencia. Miro las malas hierbas que cubren mi jardín y exhalo un ferviente deseo de que sean erradicadas. ¿Pero por qué? ¿Qué impulsa el deseo? Puede ser que salga y me diga a mí mismo: '¡En qué excelente orden está mi jardín!' Esto es orgullo. O puede ser que mis vecinos miren por encima del muro y digan: '¡Qué hermosamente florece tu jardín!' Esto es vanidad. O puedo desear la destrucción de la cizaña, porque estoy cansado de arrancarla. Esto es indolencia".
De modo que incluso nuestros deseos de santidad pueden verse contaminados por malos motivos. Bajo los céspedes más verdes se esconden los gusanos; No necesitamos esperar mucho para descubrirlos. Cuán alentador es el pensamiento de que cuando el Sumo Sacerdote llevó la iniquidad de las cosas santas que llevaba sobre su frente las palabras: "SANTIDAD AL SEÑOR", y aun así, mientras Jesús lleva nuestro pecado, no presenta ante el rostro de Su Padre nuestro pecado. impiedad, sino su propia santidad. ¡Oh, por la gracia de ver a nuestro gran Sumo Sacerdote con los ojos de la fe!