Cuando nació Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, sucedió que llegaron a Jerusalén unos sabios del Oriente. Y preguntaron: -¿Dónde está el recién nacido Rey de los judíos? Porque hemos visto aparecer Su estrella, y venimos a rendirle homenaje.
Fue en Belén donde nació Jesús. Belén era un pueblecito a unos ocho kilómetros al Sur de Jerusalén.
Antiguamente se había llamado Efrat o Efratá. El nombre completo en hebreo es Bedéjem, que quiere decir casa de pan, y Belén estaba situado en una región fértil, lo que justificaba su nombre.
Estaba ubicado sobre unas montañas de caliza gris a más de ochocientos metros sobre el nivel del mar.
Tenía una cima a cada lado y un hondón como una silla de montar entre las dos. Así que, por su posición,
Belén parecía un pueblo asentado en un anfiteatro de colinas. Belén tenía una larga historia. Fue allí donde Jacob enterró a Raquel y erigió un pilar en su memoria junto a la tumba (Génesis 48:7; 35:20). Fue allí donde vivió Rut después de casarse con Booz (Rut 1:22), y desde Belén Rut podía ver la tierra de Moab, su antigua patria, al otro lado del valle del Jordán. Pero, sobre todo, Belén fue el hogar y la ciudad de David (1 Samuel 16:1; 17:12; 20:6); y era del agua del pozo de Belén de lo que David tenía tanta nostalgia cuando era un fugitivo perseguido por las colinas, lo que motivó una preciosa escena de lealtad y de piedad (2 Samuel 23:14s).
En tiempos posteriores leemos que Jeroboam fortificó el pueblo de Belén (2 Crónicas 11:6). Pero, en la
historia de Israel y en las mentes del pueblo, Belén era supremamente la ciudad de David. Era de la dinastía de David de la que Dios haría venir al gran Libertador de Su pueblo. Como dijo el profeta Miqueas: «Pero tú, Belén Efratá, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Israel; Sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad» (Miqueas 5:2).
Era en Belén, la ciudad de David, donde los judíos esperaban que naciera el mayor Hijo del gran David; era de allí de donde esperaban que viniera al mundo el Ungido de Dios. Y así fue.
La imagen del establo y del pesebre como el lugar del nacimiento de Jesús está grabada indeleblemente
en nuestras mentes; pero puede que no sea totalmente correcta. Justino Mártir, uno de los más grandes de los primeros padres, que vivió hacia 150 d.C. y que procedía del distrito cercano a Belén, nos dice que Jesús nació en una cueva cerca de la aldea (Justino Mártir, Diálogo con Trifón 78, 304); y puede que la información de Justino fuera correcta. Las casas de Belén están construidas en la ladera de la montaña de- piedra caliza; y era muy corriente en aquel entonces el tener establos en forma de cuevas en la roca vaciada por debajo de las casas mismas; y muy probablemente fue en un tipo de cueva-establo así donde nació Jesús.
Hasta este día se enseña en Belén una cueva así como el lugar del nacimiento de Jesús, sobre la que se ha construido la Iglesia de la Natividad. Hace mucho tiempo que se enseña esta cueva como el lugar del
nacimiento de Jesús. Ya era así en los días del emperador romano Adriano; porque éste, en un deliberado intento de profanar el lugar, erigió un altar al dios pagano Adonis sobre él. Cuando el imperio romano se hizo cristiano, a principios del siglo IV, Constantino, el primer emperador cristiano, construyó allí una gran iglesia que es la que todavía puede verse, considerablemente reformada y restaurada posteriormente. H. V. Morton nos cuenta su visita a la Iglesia de la Natividad de Belén. Llegó a una gran muralla en la que había una puerta tan baja que uno se tenía que encorvar para entrar; y al otro lado de la puerta, y al otro lado de la muralla, estaba la iglesia. Por debajo del altar mayor de la iglesia está la cueva, y cuando el peregrino desciende a ella se encuentra con una pequeña caverna de unos trece metros de largo por cuatro de ancho, alumbrada por lámparas de plata. En el suelo hay una estrella y alrededor de ella una inscripción latina: «Aquí nació Jesucristo de la Virgen María.»
Cuando el Señor de la Gloria vino a esta Tierra nació en una cueva en la que se guardaban los animales.
La cueva de la Iglesia de la Natividad de Belén puede que sea la misma, o que no. Eso nunca lo sabremos de seguro. Pero hay algo hermoso en el simbolismo de la iglesia en la que la puerta es tan baja que uno tiene que inclinarse para entrar. Es supremamente apropiado el que todos nos acerquemos al Niño Jesús de rodillas.