No es extraño el hecho de que un lobo siga a una oveja hasta tener la oportunidad de abalanzarse sobre ella y devorarla; lo extraño sería que la oveja siga al lobo y se entregue alegremente a sus fauces. Este último hecho, tan antinatural y extraño, sucede con frecuencia en la Iglesia: las ovejas siguen fielmente a los lobos, se entregan incondicionalmente a ellos y hasta los defienden con uñas y dientes.
El apóstol Pablo censura a los gálatas preguntándoles «¡insensatos! ¿quién os fascinó…?» Alguien les estaba exponiendo una falsa representación de Cristo, una imagen distorsionada; mágicamente la cruz desaparecía y el mensaje del evangelio presentaba a un Jesús que no era el fin sino un medio. Verdaderamente un lobo puede hechizar a una oveja; con la Biblia en mano puede sutilmente distorsionar la realidad y hacerle ver lo que no existe, o crear una ilusión óptica sobre aquello que existe y alterar la percepción de las cosas. En la Iglesia el lobo, el falso maestro, el falso pastor, el falso ungido puede ser un gran ilusionista, un hechicero, un mago que saca de la galera (su Biblia) las cosas más increíbles y absurdas y cautivar con ello a su audiencia, fascinarlos para que no vean la realidad sino una falsa representación de ella.
«No es fácil descubrir el error por sí mismo, pues no lo presentan desnudo, ya que entonces se comprendería, sino adornado con una máscara engañosa y persuasiva; a tal punto que, aun cuando sea ridículo decirlo, hacen parecer su discurso más verdadero que la verdad. De este modo con una apariencia externa engañan a los más rudos. Como decía acerca de ellos una persona más docta que nosotros, ellos mediante sus artes verbales hacen que una pieza de vidrio parezca idéntica a una preciosa esmeralda, hasta que se encuentra alguno que pueda probarlo y delatar que se trata de un artificio fabricado con fraude. Cuando se mezcla bronce con la plata, ¿quién entre la gente sencilla puede probar el engaño? Ahora bien, temo que por nuestro descuido haya quienes como lobos con piel de oveja desvíen las ovejas, engañadas por la piel que ellos se han echado encima, y de los cuales el Señor dice que debemos cuidarnos (pues dicen palabras semejantes a las nuestras, pero con sentidos opuestos).» [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes Pr.1, 2)
No me asombra tanto la cantidad de lobos rapaces que han aparecido últimamente en las iglesias evangélicas, sino la cantidad de creyentes, de ovejas, que siguen a los lobos con tal devoción que son capaces de destrozar a todo aquel que toque a ese “ungido”. Una oveja fascinada, hechizada, puede llegar a ser más violenta que el mismo lobo, porque está viendo la realidad distorsionada, actúa de forma enajenada; en cambio el lobo, el ilusionista, ve la realidad tal cual es mientras se la presenta a la oveja tal cual no es. El lobo puede jugar con la realidad mientras que la oveja fascinada solo puede ver lo que el mago le hace creer.
Pastores, maestros, predicadores sorprendidos en adulterio, en fornicación, en pornografía, cometiendo sistemáticamente contra los miembros de la Iglesia abuso emocional, abuso financiero, abuso físico y sexual… pero las ovejas están dispuestas a no ver esa realidad y atacar a todo aquel que viéndola se atreva a denunciarla. Un lobo no es únicamente aquel que tiene falsa doctrina, también hay lobos de sana doctrina.
“no es de provecho alguno la fe sana cuando la vida es mala.” [Juan Crisóstomo, Sobre el Sacerdocio, Libro IV.9. Ropero, Alfonso. Obras escogidas de Juan Crisóstomo, Ed. Clie, p.173]
¿De qué sirve la sana doctrina en la boca de alguien que tiene una vida enferma?
“Cuando hables la palabra de Dios, que no salga de labios inmundos”. [Carta de Bernabé, 17. Ropero, Alfonso Lo Mejor de los Padres Apostólicos]
Los fariseos no tenían mala doctrina pero el Señor los reprendió porque tenían una doble vida; por fuera eran blancos y por dentro llenos de corrupción, como sepulcros blanqueados, predicaban en público lo que había que hacer pero ellos en lo secreto hacían lo contrario.
Mateo 23:27 Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros, por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
“Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar, si el que habla lo practica.” [Ignacio de Antioquía – Carta a los Efesios 15 – Alfonso Ropero Lo Mejor de los Padres Apostólicos]
Sí, tenemos lobos de sana doctrina que predican bien pero viven mal; tenemos lobos de excelente exégesis pero que lideran sus congregaciones con mano de hierro, siendo despóticos e intolerantes con aquellos que no comparten sus opiniones. Tenemos predicadores fieles en los púlpitos pero adúlteros en sus hogares, codiciosos, avaros, prepotentes, sensuales, ególatras, manipuladores… porque lobo es todo aquel que se alimenta de las ovejas, es decir, que satisface sus deseos personales mediante sus ovejas.
«Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se volverán lobos, y el amor se cambiará en aborrecimiento». [Didaché XVI. 3. Ropero, Alfonso. L.M.P.A.]
Un pastor o predicador es descubierto en adulterio (o cualquier otro pecado), inmediatamente se sacude un poco el polvo, sube a sus redes sociales un vídeo donde afirma que ya se arrepintió, que lloró ante el Señor y fue perdonado, que también consultó con otros colegas de ministerio y le animaron a seguir predicando porque la iglesia lo necesita; y que si Dios perdonó al rey David nadie puede negarle a él la restauración total. En pocas palabras, actúa como un lobo cuando es descubierto, no le preocupa la oveja que se comió sino el garrotazo que puede recibir; no se duele del pecado que cometió sino que se asusta de las consecuencias que le acarreará el ser descubierto. El que verdaderamente se arrepiente estará dispuesto a someterse a la disciplina que restaura, aunque sea dura y humillante; pero el que solo le preocupa no perder el estatus que tenía antes de ser descubierto menospreciará la disciplina, dirá que ya fue perdonado y restaurado, así nomas, mágicamente, de un día para el otro.
En la Iglesia primitiva existía el concepto de pecados veniales (pecados que no producían la pérdida de la salvación) y pecados mortales (aquellos por los cuales el cristiano cometía apostasía y caía de la gracia).
1 Juan 5:16 Si alguno ve a su hermano cometer pecado no de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; digo a los que pecan no de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17 Toda maldad es pecado; mas hay pecado no de muerte.
Aunque algunos pretendan interpretar este texto diciendo que por muerte se refiere a la pena de muerte que imponían las leyes del Imperio, esa interpretación es fantasiosa, basta leer los escritos cristianos de los primeros siglos para comprender que pecado de muerte comprendía el adulterio, la fornicación, la ofrenda a la imagen del emperador, la negación de Cristo en un tribunal civil, etc., y quienes cometían estos pecados eran considerados apóstatas de la fe, caídos de la gracia, excluidos de la Iglesia. El gran padre de la Iglesia Cipriano, obispo de Cartago y mártir, en su libro De Lapsis (los caídos) aboga para que la Iglesia les dé una oportunidad a los que han cometido estos pecados: los laicos o miembros simples después de un largo período de prueba y disciplina serán admitidos a la comunión plena; pero los pastores o ministros que hayan incurrido en esos pecados, serán igualmente disciplinados, pero ya no podrán regresar al ministerio, quedarán excluidos de él; han deshonrado el sacerdocio de la Iglesia y ya no podrán ejercerlo.
La Iglesia en general adoptó esta forma de disciplina y así enfrentó con fortaleza y dignidad las duras persecuciones. Pero hoy son suficientes unas cuantas lágrimas delante de una cámara, una palmadita en la espalda de algún ministro amigo, y la adulación incondicional de unas ovejas que están dispuestas a seguir a su pastor como si no hubiese pasado nada, porque “¿quién somos nosotros para juzgar?” Al parecer la poderosa iglesia primitiva sí se atrevía a juzgar y producía a los mejores líderes, mientras nosotros abrazamos con amor al lobo aunque haya dejado tras él un rebaño de ovejas muertas.
Sin disciplina no hay restauración, y la disciplina no dura un ratito; no se puede borrar en una sola noche de lágrimas las muchas noches de adulterio. No se puede borrar en una simple confesión desde el púlpito todas las mentiras que se dijeron en ese mismo púlpito cuando se predicaba lo que no se vivía. ¿Qué clase de pastor quieres para tu vida? Dime que clase de pastor tienes y te diré que clase de oveja eres
“Lo que hacen es seguir enseñando el mal a almas inocentes, no sabiendo que tendrán una condenación doble, la suya y la de los que los escuchan.” [2ª Clemente de Roma. 10. Ropero, Alfonso. L.M.P.A.]
Si poco te importa el adulterio, la fornicación, la mentira o el engaño de tu líder, y mirando hacia otro lado dices “yo no soy quien para juzgar”, eso me está demostrando una cosa, que se cumple en ti la advertencia hecha por el apóstol:
2 Tim 4:3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
Si toleras a un líder adúltero es porque en realidad buscas justificar tu propio adulterio (el que cometes o piensas que algún día puedes cometer), si toleras a un predicador avaricioso es porque tú también lo eres, si aceptas ser ministrado por un maestro sensual es porque eso le hace bien a tu sensualidad; estás amontonando maestros conforme a tus propias concupiscencias. Si sigues a los lobos no te sorprendas que termines actuando como uno de ellos; o que cuando quieras huir ya sea demasiado tarde porque te tendrán en sus fauces.
Hermano, no entregues tu vida al lobo, ni la vida de tu hermano, ni calles cuando veas que las fauces se abren para devorar a la oveja, si callas te harás cómplice. Recuerda que si un ciego guía a otro ciego los dos caerán en el pozo, si la persona que debe guiar tu vida es un adúltero, un manipulador, un avaro, un déspota, un ególatra, terminarás en el abismo junto a él. No te dejes fascinar por la buena retórica, por la buena homilética, por las muchas palabras; porque si el corazón está corrupto lo que sale de la boca también. Mantente vigilante entre el rebaño, no seas como el perro mudo incapaz de advertir del peligro que se avecina.
«¿Qué diré de los perros, a los que la naturaleza concede la solicitud de mantener atención vigilante por la salud de sus dueños? Por eso, la Escritura clama contra los que se olvidan de los beneficios y son abandonados o perezosos. Todos ellos son perros mudos, incapaces de ladrar (Isaías 56,10). Debían saber ladrar por sus dueños y defender sus hogares. Por eso, aprende tú a alzar tu voz por causa de Cristo cuando lobos rapaces atacan el rebano de la Iglesia. Aprende a mantener la palabra en tu boca, para que no seas perro mudo que con el silencio de la prevaricación abandones la custodia que se te encomendó.» [S. AMBROSIO de Milán, El Hexameron, 6,4,16-17. Cit. La predicación del Evangelio en los Padres de la Iglesia. BAC]
Gabriel Edgardo Llugdar