En la Sagrada Escritura podemos encontrar tres versículos que están indudablemente relacionados si se colocan uno junto al otro.
Dijo pues el ángel de Yahveh a Satán: ¡Conténgate Yahveh, oh Satán, conténgate Yahvéh, que ha escogido a Jerusalén! Zac 3,2
Sin embargo, estos visionarios (...) maldicen a los seres gloriosos. El arcángel Miguel, por su parte, cuando altercando con el Diablo discutía acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar una sentencia injuriosa, sino que dijo: ¡Que el Señor te reprenda! Jud 1, 9
Atrevidos, arrogantes, no tiemblan cuando maldicen a los seres gloriosos, mientras que los ángeles, que son superiores en fuerza y poder, no pronuncian contra ellos una sentencia injuriosa en presencia del Señor. 2 Pe 2, 10-11
Los textos tanto de San Pedro como de la epístola de San Judas Tadeo son la prueba de que en aquella época hubo algún tipo de culto pagano que entre las cosas que practicaban en sus ritos estaba también el insultar a entidades espirituales malignas. Bien se tratara de daemones (genios) o quizá más probablemente de determinados eones, figuras espirituales que aparecerán en las doctrinas gnósticas. Los textos dejan claro que sólo insultaban a las entidades malignas. Sin embargo, ambos apóstoles censuran tal práctica. Pues dirán que ni los ángeles insultan a los demonios. Pues los demonios, aunque se hayan rebelado, siguen teniendo una naturaleza gloriosa, muy superior a las naturalezas del cosmos material. Y por eso los ángeles no les insultan, no quieren insultar a seres que por su naturaleza suponen la cúspide de la creación de Dios.
Estos versículos interesantísimos nos muestran que es suficiente para atormentar a los demonios con que los ángeles pidan a Dios que El les contenga o les reprenda. Pues incluso los demonios, seres rebeldes, no pueden resistir el poder divino cuando refrena los poderes de su naturaleza. E incluso cuando mucho peor, les reprende. La reprensión de Dios debe ser algo terrible puesto que los ángeles amenazan con ello a los demonios.
Los ángeles están ante la presencia del Altísimo, y la santidad de El es tan grande que no quieren manchar su boca con sentencias ofensivas hacia nada ni nadie. Por eso en esos dos casos de los que hablan los dos apóstoles se limitan a comunicarles que van a pedir a Dios que les contengan o reprendan. Los ángeles no insultan, sólo desean amar y bendecir. Por eso la enseñanza de esos versículos es clara: nadie debe insultar a los demonios. Nadie debe insultar a nadie, ni siquiera a los demonios.
En los exorcismos se les llama serpiente, dragón, bestia inmunda, etc, pero tales términos no son insultos, sino que se les dice lo que son, aunque ello les atormente. Se les dice la verdad para que no resistan más el sufrimiento que les produce oír la verdad y salgan. Pero se les dice eso sin odio. Con autoridad e imperio, pero sin odio. El odio no serviría para nada. El odio no procede de Dios.