Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos: una suerte para Yahvéh y otra suerte para Azazel. Aarón apoyará sus dos manos sobre la cabeza del macho y confesará sobre él de todas las faltas de los hijos de Israel, así como de todas sus transgresiones y todos sus pecados; los depositará sobre la cabeza del macho cabrío y lo enviará al desierto por medio de un hombre preparado al efecto. El macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos y se le dejará libre en el desierto. Respecto a quien condujo el macho cabrío hacia Azazel lavará sus vestidos, bañará su cuerpo en el agua. Lev 16, 8 y 21-22 y 26
Esta extraña entidad llamada Azazel era misteriosa pocos siglos después incluso para los mismos judíos. Ni se conoce con certeza ni el origen etimológico de la palabra, ni vuelve a aparecer tal nombre en toda la Biblia. Pero hubo una conciencia constante entre los judíos de que de lo que estaba hablando allí era de un espíritu de carácter maligno. Esto se ve porque el texto deja claro que Azazel es el opuesto a Aquel a quien se ofrece el cordero del sacrificio en la Tienda de la Reunión. Un cordero, el de Yahveh, es el cordero sin mancha, limpio de defecto, que se ofrece con todos los ritos. Y el otro es un cordero con todos los pecados que se abandona.
El sentido de este rito del Levítico es que el cordero de Azazel porta todos los pecados del pueblo elegido, porta el mal de Israel. El sacrificio inmaculado para Yahveh, la oveja portadora de la iniquidad para Azazel. Es como si se concentrara el pecado en un ser que Satán va a devorar, al estilo de la bola de grasa y pelo que traga el dragón del libro de Daniel en el capítulo 14.
Este pasaje de la oveja de Azazel y el del dragón de Daniel, en mi opinión, son como dos piezas que encajadas a la luz del Nuevo Testamento se complementan ofreciendo un nuevo sentido mucho más profundo. Cristo sería la oveja abandonada a Azazel, oveja que porta todos los pecados y que es devorada por el Dragón. Pero que una vez devorada hace reventar el seno de Satán.