Por ella [por la Cruz] después de despojar [Jesucristo] a los principados y potestades los exhibió públicamente, llevándolos en el cortejo triunfal (Col 2,15). Cuando se habla aquí de principados y potestades se está refiriendo a los ángeles pertenecientes a esas dos jerarquías que se rebelaron. Hay unos principados y potestades angélicos que se mantuvieron fieles, y otros principados y potestades que se tornaron demoníacos. ¿De qué se les despoja a los rebeldes? Del poder sobre la humanidad. Los demonios gracias a los pecados de los hombres habían estado ejerciendo sobre estos un verdadero poder. Esa influencia ejercida a través de la tentación, quedará quebrantada gracias a la Cruz. La Cruz no es que se limite a debilitar el poder del demonio sobre la Tierra, sino que queda completamente quebrado. La Redención es una liberación como la del Pueblo Elegido de Egipto. El Pueblo Elegido ha escapado del yugo del pecado. Ese es el quebrantamiento de los principados y potestades.
San Pablo cuando dice que Cristo los ha llevado en su cortejo triunfal, está pensando en la imagen de los generales victoriosos entrando en la Urbe seguidos a pie por los caudillos enemigos derrotados. Esta imagen literaria lo que quiere expresar es que entre el Mesías y Satán hubo una verdadera lucha. Lucha espiritual, pero verdadera y auténtica lucha.
De todas maneras el cortejo de vencidos no fue como los cortejos materiales, los espíritus no ocupan lugar ni se les puede poner en fila. Sino que la exhibición pública de la que habla San Pablo fue la exposición ante todos los ángeles y bienaventurados de todas esas victorias una a una que logró en esas batallas del espíritu contra los espíritus malignos.