Siempre me ha admirado la capacidad de algunas personas para cerrarse a la realidad. Comprendo a aquellos no creyentes que con humildad dicen que no han visto nada extraordinario en toda su vida, y que por tanto suspenden su juicio. Pero resulta chocante encontrarse a personas que afirman con rotundidad absoluta, tajante, que es imposible que exista el demonio. ¿Han llegado a tal conclusión tras revisar todos los rincones del universo con un don extraordinario que les permite ver los espíritus?
Nadie, salvo por especial permisión de Dios puede ver a los espíritus. Pero los fenómenos que ellos producen (posesión de personas, infestación de lugares) sí que es posible verlos. Cuando un poseso, en mitad de una sesión de exorcismo, vomita trozos de hierro, eso es una prueba. Cuando el vaso se mueve sin tocarlo por un tablero de ouija, eso es una prueba al menos de la existencia de espíritus. Cuando toda una familia se despierta en mitad de la noche por los ruidos tremendos que provienen de una habitación, que cuando la abren comprueban que está vacía, eso es una prueba.
Pero ninguna prueba convencerá a los fanáticos del ateísmo. Porque en ellos el ateísmo no es sólo una postura, sino una fe, un dogma, una religión a la que se aferran con todas sus fuerzas. No con las fuerzas de su razón, sino de su espíritu. En esos casos no hay nada que hacer. Sólo rezar para que Dios envíe su gracia y se abran a la verdad.
Nota a esta cuestión:
Hace años, la primera versión de Summa Daemoniaca incluía aquí un pequeño iocus, un juego irónico con los conceptos. Pero esa broma fue malinterpretada por los lectores más sencillos. Así que, tras la última protesta, decidí cambiar el contenido de la cuestión y dejarlo todo como queda.