Entre las enfermedades desconocidas para la mayoría de la población más difíciles de diagnosticar está la afantasía. Esta extraña afección causa que su portador sea incapaz de visualizar imágenes en su mente. Sin embargo, un nuevo estudio arroja luces para poder detectar esta condición a través del ojo.
A pesar de que la afantasía fue descrita por primera vez en el siglo XIX, específicamente en 1880 por el inglés Francis Galton, poco es el material científico que existe sobre la misma. No obstante, eso cambió en 2015 tras la publicación del profesor Adam Zeman, quien despertó nuevamente el interés en tan extraña afección.
La gran mayoría de las personas que padece esta condición es diagnosticada solo a través de las experiencias informadas por ellas mismas. No existe una prueba diagnóstica que corrobore la condición. Hasta ahora.
Investigadores australianos han demostrado que los ojos pueden esconder la clave para demostrar que un paciente sufre de afantasía. Estos científicos se fijaron en la dilatación de la pupila y cómo a través de un simple ejercicio de observación se puede diagnosticar a este grupo de personas.
Para demostrarlo, se dividieron a los participantes en dos grupos. El primer grupo estaba conformado por 42 personas que afirmaban tener habilidades de imaginación, mientras que, en el segundo grupo, se encontraban 18 individuos diagnosticados con afantasía autoinformada.
A ambos grupos se les pidió ver imágenes con formas oscuras y más claras sobre un fondo gris. Los dos grupos mostraron respuestas regulares de dilatación de la pupila tanto a las imágenes claras como a las oscuras.
Sin embargo, cuando los investigadores pidieron a ambos grupos que imaginaran las mismas imágenes con los ojos abiertos, encontraron que las pupilas de las personas del primer grupo aún se contraían y expandían, mientras que las pupilas del segundo grupo no cambiaban de tamaño de manera significativa.
"Nuestros resultados proporcionan evidencia novedosa de que nuestras pupilas responden a la intensidad y la fuerza de una imagen visual que se tiene en mente, cuanto más fuerte y más vívida sea esa imagen, mayor será la respuesta de la luz de la pupila", afirman los autores del artículo.
Lo novedoso de este estudio es que permite contar con una herramienta imparcial para diagnosticar la afantasía, ya que la respuesta de la pupila a la luz es involuntaria. Además, esta técnica no se basa en el autoinforme.
"Ahora estamos cerca de una prueba fisiológica objetiva, como un análisis de sangre, para ver si alguien realmente lo tiene", asegura el autor principal del estudio, el psicólogo Joel Pearson de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.
A pesar del aporte de dicha investigación, que fue publicada en la eLife, deja la incógnita de cómo las imágenes mentales podrían estar impulsando la respuesta involuntaria de la pupila.
Los autores del estudio plantean que la relación se encuentra en los mecanismos de arriba hacia abajo compartidos entre las imágenes visuales y la percepción, "donde las regiones del cerebro que interpretan la información visual procesan las imágenes imaginarias de la misma manera que los datos visuales reales".
Así, la pupila responde a la luminancia imaginada de manera similar a cómo responde a las fuentes de luz basadas en la retina.
La capacidad de formar imágenes mentales no solo ayuda a las fantasías y a los sueños, en realidad también ayuda a muchas de las funciones importantes que nuestro cerebro puede realizar. Gracias a este proceso se puede recuperar información de la memoria a largo y corto plazo, se utiliza también para aprender un idioma, y hasta para el sentido de orientación y planeación espacial.