La tierra en que estás acostado te la daré a ti.

Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu simiente. 
Génesis 28:13
No hay promesa alguna que sea de interpretación particular: las promesas no van dirigidas a un santo solamente, sino a todos los creyentes. 
Si tú, hermano mío, puedes apoyarte en esta promesa y descansar en ella como en una almohada, tuya será. El lugar que «encontró» Jacob y donde descansó, es el mismo del cual tomó posesión más tarde. Cuando sus miembros fatigados reposaron en la tierra, cuando las piedras le sirvieron de almohada, no se imaginaba que estaba tomando posesión de aquel país. 
Sin embargo, así fue. Durante el sueño, vio una maravillosa escala que para el verdadero creyente une los cielos con la tierra. Indudablemente, tenía derecho a poseer la tierra donde descansaba el último peldaño de la escala; de otro modo no era posible alcanzar la divIna escala. En Jesús, todas las promesas son «Sí» y «Amén». Y así como Cristo es pertenencia  nuestra, así también nos pertenece su promesa si en Él descansa toda nuestra fe.
Ven, alma cansada; acepta las palabras del Señor como tu almohada. Reposa en paz. Piensa únicamente en Él. Jesús es la escala luminosa. Mira cómo suben y bajan los ángeles sobre Él, entre tu alma y Dios; ten la seguridad de que la promesa es la porción que Dios te da; si la tomas, como si fuera hecha exclusivamente para ti, no la robarás; es cosa tuya