Tú y yo somos judíos de nacimiento, no somos “pecadores” como los gentiles, sin embargo, sabemos que una persona es declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo y no por la obediencia a la ley. Y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para poder ser declarados justos ante Dios por causa de nuestra fe en Cristo y no porque hayamos obedecido la ley, pues nadie jamás será declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley.
Pero supongamos que intentamos ser declarados justos ante Dios por medio de la fe en Cristo y luego se nos declara culpables por haber abandonado la ley. ¿Acaso esto quiere decir que Cristo nos ha llevado al pecado? ¡Por supuesto que no!
Más bien, soy un pecador si vuelvo a construir el viejo sistema de la ley que ya eché abajo, pues, cuando intenté obedecer la ley, la ley misma me condenó, así que morí a la ley —es decir, dejé de intentar cumplir todas sus exigencias —a fin de vivir para Dios.
Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo, ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Yo no tomo la gracia de Dios como algo sin sentido, pues, si cumplir la ley pudiera hacernos justos ante Dios, entonces no habría sido necesario que Cristo muriera.