Mateo 11:25
Esta es una forma singular de comenzar un versículo: "En ese momento respondió Jesús". Si miras el contexto, no percibirás que alguna persona le haya hecho una pregunta, o que Él estaba conversando con algún ser humano. Sin embargo, está escrito: "Respondió Jesús y dijo: Te doy gracias, oh Padre".
Cuando un hombre responde, responde a una persona que ha estado hablando con él. ¿Quién, entonces, había hablado con Cristo? Su padre. Sin embargo, no hay registro de ello; y esto debería enseñarnos que Jesús tuvo una comunión constante con Su Padre, y que Dios habló a Su corazón tan a menudo, tan continuamente, que no fue una circunstancia lo suficientemente singular como para ser registrada
Era costumbre y vida de Jesús hablar con Dios. Así como Jesús fue, es este mundo, así somos nosotros; aprendamos, pues, la lección que nos enseña esta simple declaración acerca de Él. Tengamos también una comunión silenciosa con el Padre, para que muchas veces le respondamos, y aunque el mundo no sepa a quién le hablamos, estemos respondiendo a esa voz secreta que ningún otro oído oye, que nuestro propio oído, abierto por el Espíritu de Dios, reconoce con alegría. Dios nos ha hablado, hablemos con Dios, ya sea para poner nuestro sello de que Dios es verdadero y fiel a su promesa, o para confesar el pecado del cual el Espíritu de Dios nos ha convencido, o para reconocer la misericordia que la providencia de Dios ha dado, o expresar asentimiento a las grandes verdades que Dios el Espíritu Santo ha abierto a nuestro entendimiento.
¡ Qué privilegio es la comunión íntima con el Padre de nuestros espíritus! Es un secreto escondido del mundo, una alegría en la que ni siquiera el amigo más cercano se entromete. Si queremos escuchar los susurros del amor de Dios, nuestro oído debe ser purificado y preparado para escuchar Su voz. Que esta misma noche nuestros corazones estén en tal estado, que cuando Dios nos hable, nosotros, como Jesús, estemos preparados de inmediato para responderle.