Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.
Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas.