Habiéndose descubierto en el medio de un universo maravilloso y siendo del más alto orden de las criaturas físicas, el hombre, naturalmente, buscaría la forma de entender su propio origen tanto como el origen de todas las cosas existentes. Dado que la Naturaleza no revela la creación del hombre y la tradición no sería una fuente digna de confianza en la información, es razonable esperar que Dios revelaría los hechos esenciales acerca de la creación del hombre en la Biblia. En los primeros capítulos del Génesis, y donde se quiera en la Biblia, la creación del hombre se enseña claramente en la Escritura.
A causa de que el origen del hombre es un asunto natural para la investigación y especulación, aquellos que han tratado de contestar la pregunta aparte de la Escritura han hecho numerosas tentativas para explicar el origen del hombre. Estos hechos conflictivos demuestran que el hombre no tiene información cierta acerca de su origen a no ser la que la Biblia le pueda dar, y sólo en la Escritura uno puede esperar encontrar un relato completo y exacto.
Uno de los puntos de vista más comunes que se han levantado en contradicción con la doctrina de la creación del hombre revelada en la Biblia es la teoría de la evolución.
Esta teoría es que de alguna manera llegó a la existencia siendo una célula viviente y de esta célula viviente el hombre evolucionó por un proceso de selección natural. La evolución intenta explicar todas las complicadas formas de vida en este mundo por este proceso natural.
De acuerdo a la teoría de la evolución, todas las plantas, animales y el hombre fueron formados por un proceso de pequeños cambios llevados a cabo por mutaciones, las cuales se creen que explican todas las especies. Sin embargo, las mutaciones son casi invariablemente dañinas más que beneficiosas, y nunca se han observado series de mutaciones que sean beneficiosas o que hayan producido una nueva especie. De acuerdo con esto, mientras que el registro bíblico reconoce que puede haber variaciones dentro de las especies, declara que Dios creó los animales «según su especie» (Gn. 1:21,24,25)
En contraste con los animales, el hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios (1:26-27). Aunque muchos adeptos a la evolución admiten que es sólo una teoría y los fósiles revelan que no ha habido evolución sistemática de las formas más bajas de vida a las formas más altas, la evolución se constituye en la única explicación que el hombre natural ha sido capaz de ofrecer en contradicción a la doctrina bíblica de la creación; está basada claramente en un concepto na- turalístico, más bien que en el origen
sobrenatural del hombre.
De igual manera, la teoría de la así llamada evolución teísta -que Dios usó la evolución como un método- para ser sostenida depende de una negación del significado literal de la narración de la creación en la Biblia.
La doctrina de la creación del hombre está enseñada claramente en la Escritura (Gn. 1:1 - 2:25; Jn. 1:3; Col. 1:16; He. 11:3). El primer capítulo de Génesis se refiere a Dios como el Creador cerca de diecisiete veces, y se pueden en- contrar cerca de cincuenta referencias más en la Biblia. Algunas enseñan directamente sobre la creación, y otros pasa- jes implican que Dios es el Creador de Adán y Eva (Ex. 20: 11; Sal. 8:3-6; Mt. 9:4- 5; Mr. 10:6-7; Lc. 3:38; Ro. 5:12-21; 1 Co. " 11:9; 15:22, 45; 1 Ti. 2:13-14). El verdadero concepto de la creación es que Dios creó el mundo de la nada, puesto que en Génesis 1:1 no se hace mención de ninguna existencia previa.
Como se presenta en Génesis, el hombre es la máxima obra de Dios en la creación, y se declara que toda la creación tuvo lugar en seis días. Entre aquellos que aceptan la " Biblia como la obra inspirada de Dios se han dado diferentes explicaciones a estos días de la creación. Algunos ven la narración de Génesis 1 como una re-creación siguiendo una primera creación, la cual fue juzgada y destruida en conexión con la caída de Satanás y los ángeles caídos. Esto nos daría la evidencia de que el mundo inorgánico existía mucho antes de la creación descrita en los seis días de Génesis 1-2.
Algunos miran los seis días como períodos de tiempo, más cortos o más largos que veinticuatro horas, porque la palabra «día» a veces es usada para períodos más largos, así como en la expresión «el día del Señor». Otros insisten, sin embargo, que, dado que se usan los números con la palabra «día», debe aplicarse a un día de veinticuatro horas. En este caso se presupone que Dios creó el mundo con edad aparente, como lo hizo, por ejemplo, en la creación del hombre mismo y en el caso de los animales.
Otros, sin embargo, señalan a la sugerencia de que el tiempo involucrado fue más largo que veinticuatro horas debido a expresiones como las de Génesis 1: 11, donde el árbol frutal se presenta creciendo de la tierra. Mientras que Dios podría haber creado un árbol completamente crecido, el hecho de que se diga que crece implica un período más largo que veinticuatro horas. Mientras que los evangélicos han diferido en la interpretación precisa del proceso de la creación, la mayoría de los intérpretes que sostienen la inspiración e infalibilidad de la Biblia atribuyen la presente existencia de los animales y del hombre a la creación inmediata de Dios, y en la Escritura no hay evidencia del desarrollo evolucionario de las especies por leyes naturales.
B. La Naturaleza Del Hombre
De acuerdo al testimonio de la Escritura, el hombre, en su forma humana presente, fue creado por Dios como la conclusión y consumación de toda la creación. Se dice del hombre que fue hecho a la imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26) y que Dios respiró en él el aliento de vida (Gn. 2:7). Estas distinciones califican al hombre por sobre todas las otras formas de vida que están sobre la tierra e indican que el hombre es una criatura moral con intelecto, capacidad para sentir y voluntad.
Hablando en líneas generales, la creación del hombre incluyó aquello que era material «<el polvo») e inmaterial «(el aliento de vida»). Esta doble distinción tiene referencia al «hombre exterior» y al «hombre interior» (2 Co. 4: 16); «el vaso de barro» y «su tesoro» (2 Co. 4: 7). Mientras que el alma y el espíritu del hombre se presentan existiendo para siempre, el cuerpo retorna al polvo desde donde fue formado, y el espíritu va a Dios quien lo dio (Ec. 12:7). De acuerdo a ello, la gente puede matar el cuerpo pero no matar el alma (Mt.10:28).
Cuando la Escritura considera la parte inmaterial del hombre, a veces usa varios términos intercambiables (cf. Gn. 41:8 con Sal. 42:6; Mt. 20:28 con 27:50; Jn. 12:27 con 13:21; He. 12:23 con Ap. 6:9), aun aplicando estos términos a Dios (Is. 42:1; Jer. 9:9; He. 10:38) y a los animales (Ec. 3:21; Ap. 16:3). Algunas veces se distingue el espíritu, del alma del hombre (1 Ts. 5:23; He. 4:12).
A pesar de las altas funciones de la parte inmaterial del hombre, a veces se atribuyen al espíritu y a veces al alma (Mr. 8:36-37; 12:30; Lc. 1:46; He. 6:18-19; Stg. 1:21); el espíritu se menciona usualmente en las Escrituras como aquella parte del hombre la cual es capaz de contemplar a Dios, y el alma es aquella parte del hombre la cual está relacionada al yo y las varias funciones del intelecto, sensibilidades y voluntad del hombre.
Sin embargo, también se usan otros términos de la naturaleza inmaterial del hombre tales como el corazón (Ex. 7:23; Sal. 37:4; Ro. 9:2; 10:9-10; Ef. 3:17; He. 4:7). Otro término usado es aquel en cuanto a la mente del hombre, ya sea en referencia a la pecaminosidad de la mente del hombre no salvo (Ro. 1:28; 2 Co. 4:4; Ef. 4:17-18; Tit.1:15), o a la mente renovada que posee un cristiano (Mt. 22:37; Ro. 12:2; 1 Co. 14:15; Ef. 5:17). Otras expresiones tales como «voluntad» y «conciencia» también se refieren a la parte inmaterial del hombre.
Dada la variedad de términos que a veces son usados en sentido similar y a veces en contraste el uno con el otro, muchos han considerado la división del hombre en material e inmaterial como la división básica; pero aun aquí expresiones como «alma» y «espíritu» a veces son usadas para la totalidad del hombre incluyendo su cuerpo.
Algunas religiones paganas sostienen que el origen inmaterial de la naturaleza del hombre es preexistente; esto significa que ha existido eternamente y sólo se encarna en el principio de la existencia humana; esto no está sostenido por la Escritura. Otro punto de vista ofrecido por algunos teólogos evangélicos es que el alma es creada por Dios en el principio de la existencia humana individual; esta teoría tiene dificultades en cuanto a la pecaminosidad del hombre.
Probablemente el mejor punto de vista, conocido como el traducianismo, es que el alma y el espíritu fueron propagados por generación natural, y por esta razón el hombre recibe un alma y espíritu pecaminosos, porque sus padres son pecadores.
El cuerpo humano del hombre es la habitación del alma y el espíritu del hombre hasta que muera. Aunque acaba con la muerte, está sujeto a resurrección. Esto es verdadero en cuanto a los salvos y los no salvos, aunque las resurrecciones son diferentes. A veces el cuerpo tiene referencia como la «carne» (Col. 2:1, 5), y se usa para el cuerpo de Cristo) (1 Ti. 3: 16; 1 P. 3: 18). Otras veces se refiere a la naturaleza pecaminosa, la cual incluye el alma y el espíritu, como en la declaración de Pablo que él había «crucificado la carne» (Gá.5:24).
De acuerdo a ello, la carne no debe considerarse sinónimo con el cuerpo en todos los pasajes, puesto que puede implicar todo el hombre no regenerado.
Los cuerpos de las personas salvas son declarados como «templos» (Jn. 2:21; 1 Co. 6: 19; Fil. 1 :20), aunque al mismo tiempo sus cuerpos son considerados como «vasos de barro» (2 Co. 4:7), cuerpos «viles» (Fil. 3:21), cuerpos para ser mortificados (Ro. 8:13; Col. 3:5) y cuerpos los cuales tienen que ser mantenidos en sujeción (1 Co. 9:27). Los cuerpos de los salvos serán transformados, santificados, salvados y redimidos y finalmente glorificados para siempre en la venida de Cristo por su Iglesia (Ro. 8:11,17-18,23; 1 Co. 6:13-20; Fil. 3:20-21). Jesucristo poseía un cuerpo humano perfecto antes de su muerte, y después de su resurrección tenía un cuerpo de carne y hueso que es el ejemplo del cuerpo de resurrección del creyente. El término «cuerpo» se usa también omo una figura de la iglesia como el cuerpo de Cristo y del cual Cristo es la cabeza.