El juicio de Satanás y los ángeles caídos


A. EL JUICIO DE SATANÁS EN LA CRUZ
El conflicto entre Dios y Satanás comenzó con la caída de Satanás de su estado original de santidad mucho antes que Adán y Eva fueran creados (véase capítulo 22).
A través de la historia del hombre, cayeron sobre Satanás varios juicios, incluyendo el juicio del Huerto de Edén que fue infligido a la serpiente y el pronunciamiento de Génesis 3:15 que anunciaba la caída definitiva de Satanás. Allí Satanás fue informado de que la simiente de la mujer «te herirá en la cabeza y tú le herirás el calcañal».
Esto se refería al conflicto entre Satanás y Dios que trajo como resultado la crucifixión de Cristo. Aunque Cristo murió en la cruz, fue levantado de entre los muertos, y a esto se refiere el «tú le herirás el calcañal». Por contraste, Satanás sufrió una herida mortal que le significará su derrota total, expresada en la frase «te herirá en la cabeza». Cristo, en su muerte, logró una victoria duradera sobre
Satanás.
En Juan 16:11 se hace referencia a esta misma verdad, donde Cristo señala que el Espíritu Santo, cuando venga, convencerá al mundo «de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado». El juicio de Satanás fue pronunciado en la cruz, y Satanás fue declarado culpable de rebelión contra Dios, lo que hizo necesario el sacrificio de Cristo con el fin de salvar a los hombres caídos.
Un incidente anterior en la vida de Cristo también anunció la victoria de Cristo sobre Satanás. Cuando regresaron los setenta que había enviado a predicar, ellos dijeron en Lucas 10:17: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.» Cristo les respondió: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (10:18). Este era un anuncio profético de la derrota final de Satanás.
B. SATANÁS, EXPULSADO DEL CIELO
En el comienzo de la Gran Tribulación, cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de Cristo, según Apocalipsis 12:7-9, ocurre una guerra en el cielo entre Miguel, el jefe de los santos ángeles, y Satanás, descrito como el dragón, y sus ángeles (llamados ángeles caídos). Satanás y los ángeles caídos son derrotados, y «fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (Ap. 12:9). 
Como se dice en Apocalipsis 12:10, Satanás ha estado incesantemente ocupado en acusar a los hermanos, y «los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». La obra acusadora de Satanás se presenta por primera vez en las Escrituras en el libro de Job, y llega a su fin con el anuncio del juicio definitivo que habrá en su contra. A partir de este punto en el programa profético, aproximadamente cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de Cristo (cf. Ap. 12:6), Satanás y los ángeles impíos quedan por fin excluidos del cielo. La derrota de Satanás, que comenzó cuando fue incapaz de tentar exitosamente a Cristo, hecha evidente por la expulsión de demonios realizada por Cristo y sus seguidores y asegurada por la muerte de Cristo en la cruz, ahora se acerca rápidamente a su clímax. Satanás, ya juzgado y declarado culpable, ahora está a punto de ver ejecutado el juicio en su contra.
C. SATANAS, ATADO Y ECHADO EN EL ABISMO
En la segunda venida de Cristo se ejecuta el juicio condenatorio no sólo sobre un mundo blasfemo y sus gobernadores, sino también sobre Satanás y los ángeles caídos.
En Apocalipsis 20:1-3 Juan escribe: «Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; después de esto debe ser desatado por un poco de
tiempo.»
En esta gráfica visión se registra un nuevo avance en el juicio de Satanás. Juan no solamente ve a Satanás atado y arrojado en el abismo siendo confinado allí, sino que se da también la razón de esta acción. El propósito es que Satanás sea incapaz de engañar a las naciones hasta que se hayan cumplido mil años y haya llegado a su término el reino milenial. Aunque esta verdad se le da a Juan en una visión, la interpretación es clara. Satanás es incapacitado para que no engañe más al mundo como lo hizo desde que Adán y Eva fueron creados.
La presentación vívida de Satanás atado durante mil años —lo que dura el reinado de Cristo— es otra evidencia importante de que el reino milenial todavía es futuro y que no debe ser identificado con ningún reinado presente de Dios. En las Escrituras es muy obvio que Satanás ahora no está atado, como se vio en el estudio previo de Satanás (véase el capítulo 23). Cualquier cumplimiento literal de Apocalipsis 19 - 20 exige que ocurra primero la venida de Cristo e inmediatamente después sea atado
Satanás. En Apocalipsis 20 se menciona seis veces el período de mil años, señalando los acontecimientos que la preceden y los que la suceden. El encadenamiento de Satanás ocurre, muy claramente, antes del comienzo de los mil años.
Aunque nada se dice en este pasaje acerca de los ángeles caídos, se puede suponer que en este punto también son confinados, así como también fueron expulsados del cielo junto con Satanás cuarenta y dos meses antes. En ningún pasaje milenial se habla de actividad satánica hasta el mismo fin, cuando Satanás es desatado por un poco de tiempo.
D. EL JUICIO FINAL DE SATANÁS
Apocalipsis 20:7 dice: «Cuando mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión.» El versículo siguiente declara que «saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar». Conducidos por Satanás, muestran ahora su verdadero color una multitud de personas que habían profesado sólo exteriormente seguir a Cristo. Estos son hijos nacidos en el milenio, forzados por las circunstancias a profesar fe en Cristo, pero realmente jamás habían tenido el nuevo nacimiento. Ahora, en abierta rebelión, «rodean el campamento de los santos y la ciudad amada», Jerusalén. Su suerte es un juicio inmediato y, según Apocalipsis 20:9, «de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió».
Según el versículo 10, inmediatamente después, «el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos». Esta es la condenación final de Satanás, porque su destino es el fuego eterno preparado por Dios para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41).
Los ángeles caídos también son juzgados, porque siguieron la rebelión original de Satanás contra Dios (Is. 14:12- 17; Ez. 28:12-19). Según 2 Pedro 2:4, «Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio». El infierno aquí se refiere al Tártaro, lugar de castigo eterno, y no al Hades, donde van los muertos impíos antes de ser, arrojados en el lago de fuego (Ap. 20:13, 14).
El juicio de los ángeles también se menciona en Judas 6, donde se hace la siguiente revelación: «Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.» Cuando esta afirmación se pone al lado de otros pasajes que se refieren a la caída y el juicio de Satanás y los ángeles impíos, se ve claramente que — aunque Satanás y algunos de los ángeles tienen una cierta medida de libertad y debido a ello conduce a una guerra incesante contra los santos ángeles y el pueblo de Dios sobre la tierra— hay ángeles que están encadenados y no tienen libertad. Sin embargo, todos están destinados para el juicio del gran día, refiriéndose al juicio de Satanás y todos los ángeles caídos que ocurrirá al final del reino milenial.
Aunque en la providencia de Dios Satanás y los ángeles caídos han ejercido gran poder e influencia en el mundo y se han opuesto incesantemente a Dios, su derrota final es cierta y el juicio eterno la seguirá. Sin embargo, los cristianos afligidos por Satanás, como Job en el Antiguo Testamento, pueden descansar en el hecho de que su victoria final está asegurada y que los enemigos de Dios serán juzgados a su debido tiempo. El hecho de que la bestia y el falso profeta hayan sido echados en el lago de fuego al iniciarse el milenio y aún estén allí cuando éste termina, demuestra que el castigo es sin fin. Las Escrituras enseñan claramente que hay sólo dos resultados finales en los juicios, uno la eterna bienaventuranza del cielo y el otro el tormento sin fin en el lago de fuego.