En conexión con la segunda venida de Cristo se incluyen juicios sobre Israel y las naciones entre los grandes acontecimientos que establecerán el reino sobre la tierra.
Los juicios comienzan con el juicio de los santos resucitados del Antiguo Testamento, israelitas y gentiles, y los santos de la tribulación, israelitas y gentiles. Sin embargo, estarán presentes en este suceso, en juicios separados, los israelitas y los gentiles que todavía estén viviendo sobre la tierra. Estos últimos juicios tienen que ver con la separación de los que han sido contados por dignos de entrar en el reino y de los que han sido considerados indignos y quedan excluidos.
A. EL JUICIO DE ISRAEL RESUCITADO Y DE LOS GENTILES
La doctrina de la resurrección es una verdad familiar en el Antiguo Testamento, como se dijo en el capítulo anterior. Además de la resurrección que ocurre en el arrebatamiento de la iglesia, hay también una resurrección de muertos justos en conexión con la segunda venida de Cristo para establecer su reino. Como se dijo anteriormente, esto es mencionado en Daniel 12:2, Isaías 26:19 y Job 19:25-26.
También se ve la resurrección de Israel en conexión con su restauración como nación en el tiempo de su segunda venida. En Ezequiel 37, en la visión del valle de los huesos secos, aprendemos que aunque la restauración de los huesos secos para ser un cuerpo vivo es simbólico de la restauración de Israel, es también el tiempo en que Israel saldrá de sus tumbas (37:12-14). Aquí parece combinarse lo simbólico y lo literal. En el mismo capítulo se presenta a David como una persona resucitada que sirve como rey sobre Israel bajo Cristo. En general, el Antiguo Testamento da una fe firme a todos los que creen en la resurrección de los muertos. En Apocalipsis 20 se dice que la resurrección de los mártires de la tribulación ocurrirá en relación con la segunda venida de Cristo. Probablemente esté conectada con la
resurrección de los santos del Antiguo Testamento. Se dice que los resucitados vivirán y reinarán con Cristo mil años (Ap. 20:4) y aparentemente serán recompensados del mismo modo que la iglesia fue galardonada en el tribunal de Cristo. La fidelidad a Dios hasta la muerte en el servicio brindado se les reconoce dándoles parte en el reinado con Cristo sobre la tierra.
Ha surgido alguna confusión por el hecho de que también se dice que la iglesia reinará con Cristo. Las Escrituras parecen indicar que todos los justos resucitados antes del milenio compartirán en alguna forma el reino milenial, cada uno en su orden y de acuerdo con el propósito soberano de Dios. La Iglesia reinará como esposa de Cristo; los santos resucitados reinarán en sus diversas capacidades como israelitas salvados o como gentiles salvados. Una ilustración es proporcionada por el libro de Ester, donde Ester reinó como reina, mientras Mardoqueo reinó como primer ministro del rey. Tanto Ester como Mardoqueo reinaron, pero de diferentes maneras y en diferentes capacidades. Así será en el milenio.
Consecuentemente, puede concluirse que los justos muertos de Israel y los gentiles serán resucitados en el tiempo de la segunda venida de Cristo, y esta resurrección incluirá a todos los que no están incluidos en la resurrección y traslación realizada en el arrebatamiento de la iglesia.
B. EL JUICIO DE ISRAEL VIVIENTE
Cuando Cristo vuelva en su segunda venida también librará a su pueblo de los perseguidores. Muchos ya habrán sido asesinados (Zac. 13:8), pero los que sobrevivan serán liberados por Cristo cuando El venga (Ro. 11:26). Los israelitas que son librados de sus enemigos, sin embargo no son todos dignos de entrar en el reino, puesto que algunos no son salvos. Serán congregados ante el Señor y serán juzgados (Ez. 20:33-38). Primero se cumplirá la reunión de todos los israelitas de todo el mundo (Ez. 39:28). En Ezequiel 20:35-38 el Señor dice: «Os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré con vosotros cara a cara. Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor. Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová.»
Sobre la base de este texto, el Israel congregado se divide en dos clases de personas, los que han aceptado a Jesús como Salvador y Mesías y se cuentan por dignos de entrar en el reino, y los que todavía son rebeldes, incrédulos y son excluidos y muertos. Aunque Israel es una nación favorecida y aunque Dios le ha dado abundantes bendiciones especiales, la salvación personal aún depende de la fe y la relación individual con Dios.
Como ha sido en los tiempos pasados, en este tiempo también hay quienes son considerados el «verdadero Israel» (esto es, salvados) y los que son israelitas sólo de nombre y no son salvos. Como Pablo lo expresa en Romanos 9:6: «porque no todos los que descienden de Israel son israelitas». En Romanos 9:8 describe a los no salvos como «hijos según la carne» y que no son hijos de Dios. La purga de los rebeldes dejará en Israel solamente a los verdaderamente redimidos, y será privilegio de ellos entrar en la tierra y poseerla, en contraste con los no salvados, de los cuales Dios dice: «No entrarán en la tierra de Israel» (Ez. 20:38).
C. EL JUICIO DE LOS GENTILES VIVOS
El juicio de las naciones concierne al juicio individual de Dios sobre los gentiles, en contraste con su juicio sobre Israel. Este juicio lo describe nuestro Señor en Mateo 25:31-46 como un juicio que seguirá inmediatamente a su segunda venida. En el versículo 31 se dice que ocurre de este modo: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos sus santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria.»
En la descripción que sigue los gentiles son descritos como ovejas y cabritos reunidos y mezclados ante el pastor. Siendo diferentes en especie, son separados unos de otros, las ovejas a la mano derecha del Rey y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey invita a las ovejas a entrar en el reino. A ellas les dice: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?» (vv. 34-37).
Cuando las ovejas preguntan cuándo fueron hechas las acciones justas, el rey les responde en Mateo 25:40: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.»
En seguida el Rey se vuelve hacia los de la izquierda y les dice: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (y. 41). El Rey sigue diciendo que ellos no han hecho las obras de misericordia realizadas por las ovejas.
Los cabritos responden: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel y no te servimos?» (y. 44). El Rey les responde: «De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis» (y. 45). Entonces se declara que los cabritos serán lanzados al tormento eterno, pero los justos son introducidos a las bendiciones de la vida eterna.
Este pasaje ha creado algunos malentendidos debido a su énfasis en las obras. Un estudio superficial parecería indicar que las ovejas se salvan a causa de sus obras y que los cabritos se pierden por su falta de obras. Sin embargo, la Biblia deja en claro que la salvación no es por obras en ninguna dispensación. Aun la ley mosaica queenfatizaba las obras jamás tuvo entre sus promesas la salvación como una recompensa por las obras fieles. Más bien la norma para todas las dispensaciones la declara Efesios 2:8-9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.»
Debido a la depravación innata del hombre, que ha nacido con una naturaleza pecaminosa, y debido a su posición en Adán, su primer padre que pecó contra Dios, todos los hombres han nacido perdidos y sin esperanza en sí mismos. Solamente sobre la base del sacrificio de Cristo podría alguien ser salvo en el Antiguo o Nuevo Testamento (Ro. 3: 25-26). La ley de las obras es solamente un camino de condenación, mientras que la ley de la fe es el camino de salvación (Ro. 3:27-28). Si esto está bien establecido en otros pasajes, ¿cómo podría explicarse el juicio de las ovejas y los cabritos?
El principio comprendido en este juicio es el de las obras como una evidencia de salvación, y no como una base de la salvación. Aunque la fe solamente puede salvar, también es cierto que la fe sin obras es muerta, es decir, no es una fe verdadera (Stg. 2:26).
Las obras de las ovejas son especialmente significativas en el contexto de la Gran Tribulación por la que estos pueblos habrán pasado. En este período habrá un antisemitismo mundial y muchos israelitas serán muertos. Bajo tales circunstancias será muy significativo que un gentil proteja a un judío, «a uno de estos mis hermanos más pequeños» (Mt. 25:40).
En realidad, que un gentil proteja a un judío en un tiempo en que los judíos están siendo perseguidos hasta la muerte sería poner en peligro la propia vida y libertad.
La única razón posible para tal bondad bajo tales circunstancias, en un tiempo de gran engaño satánico y odio hacia los judíos, será que el gentil es un creyente en Cristo y las Escrituras reconocen una posición peculiar de Israel como pueblo escogido de Dios.
Consecuentemente, aunque la bondad hacia un judío pudiera no ser especialmente significativa en circunstancias especiales, en este contexto de sufrimiento mundial para Israel la bondad hacia un judío se convierte en una marca inconfundible de salvación verdadera en Cristo. Así, aunque las ovejas no se salvan sobre la base de sus obras, sus obras demuestran que son salvas. Es el principio de ser conocidos por sus frutos.
En este juicio se permite que los gentiles justos entren en el reino. No se les da la tierra prometida, que pertenece solamente a Israel, pero se les permite vivir en la tierra milenial, en un tiempo de bendiciones sin precedentes para gentiles e israelitas.
Por otra parte, los cabritos son echados al fuego eterno. Si esto se refiere a que son echados en el Hades, para ser resucitados después y ser echados en el lago de fuego, o si se refiere a la entrada inmediata en el lago de fuego, no es completamente claro; en cualquier caso, pasan por el castigo eterno y se les niega el privilegio de ser ciudadanos del reino milenial. El juicio de Dios sobre los gentiles es otro recordatorio de que Dios observa nuestras obras y que nuestras obras deben demostrar nuestra fe.
Aun pequeñas acciones como la de dar un vaso de agua al sediento o dar de comer al hambriento no pasan desapercibidos para un Dios amante que está siempre atento al cuidado de su pueblo. Este pasaje es otro recordatorio de que el reconocimiento adecuado de la necesidad humana que nos rodea y la bondad y buena voluntad hacia nuestros congéneres es una de las evidencias más selectas de un corazón
transformado que es producto de la fe en Jesucristo. El Dios que no permite que un orrión caiga a tierra sin su voluntad también está preocupado de todos los problemas pequeños de sus criaturas. Quien tiene el corazón de Cristo tendrá un corazón sensible hacia el pueblo de Dios.
Como resumen, digamos que las Escrituras enseñan claramente que en la segunda venida de Cristo todos los justos serán resucitados y juzgados antes que el reino milenial sea completamente iniciado. Solamente los malvados permanecerán en la tumba, esperando su juicio ante el gran trono blanco al final del milenio.