Introducción por L. S. C.

Este libro no es, de ningún modo, un tratado de Teología Sistemática. En su preparación se ha elegido un limitado número de los más vitales y prácticos temas doctrinales, realizando con ello un intento para adaptar estas breves discusiones a las necesidades del cristiano no entrenado debidamente.
Para cada capítulo se ha añadido una lista de preguntas, con las cuales se espera que pueda resultar el estudio más útil, tanto para uso individual como de grupos. El estudiante que esté versado ya en tales cuestiones deberá examinar cada pasaje de los citados y continuar el estudio de cada tema hasta que todas las preguntas puedan ser contestadas de memoria.
Las doctrinas de la Biblia son la médula de la revelación, y el estudiante atento de la Biblia tiene que quedar impresionado con el énfasis del Nuevo Testamento sobre la «sana doctrina» (Mt. 7:28; Jn. 7:16-17; Hch. 2:42; Ro. 6:17; Ef. 4:14; 1 Ti. 1:3; 4:6,16; 6:1; 2 Ti. 3:10,16; 4:2-3; 2 Jn. 940). No conociendo las doctrinas de la Biblia, el hijo de Dios estará, incluso siendo sincero, «llevado de un lado a otro, arrastrado por todo viento de doctrina, por artimañas de los hombres, y la maliciosa astucia, con las cuales engañan en espera de seducir y llevar a la mentira», siendo de ello suficiente prueba los muchos creyentes de buena fe que son arrastrados a modernos cultos y herejías.
Por otra parte, el propósito divino es que el siervo de Cristo deba estar plenamente equipado para «predicar la palabra, a tiempo y fuera de tiempo, y para redargüir, reprender y exhortar con toda paciencia y doctrina».
Estos capítulos se publican con la pura y cristiana intención de que sirvan para honrarle a Él, cuya gloria y gracia son supremas e infinitas, y que algunos de entre los hijos de Dios reciban una ayuda precisa y adecuada «para hablar de las cosas que constituyen la sana doctrina».
 Los libros de la Biblia se abrevian de acuerdo a como aparecen en la versión Reina- Valera de 1960.
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