porque fuimos llamados a la vida.
Somos dichosos,
porque fuimos llamados a la fe.
Somos dichosos,
porque Dios nos amó primero
Somos felices,
porque tenemos un Dios mucho mejor
del que nos imaginábamos.
Somos felices,
porque, al resucitar, venció a la muerte.
Somos dichosos,
porque sabemos que incluso el dolor
es camino de resurrección.
Somos dichosos,
porque él sigue estando con nosotros.
Somos dichosos,
porque nos encargó la tarea de evangelizar.
Somos dichosos,
porque, al ser él nuestro hermano,
nos descubrió cuán hermanos éramos nosotros.
Somos dichosos,
porque él perdonará nuestros pecados
como perdonó el de Pedro.
Somos dichosos,
porque Él curará nuestra ceguera
como la de Tomás.
Somos dichosos,
porque Él avivará nuestras esperanzas
muertas como las de los de Emaús.
Somos dichosos,
porque Él enderezará nuestro amor
como el de Magdalena.
Somos dichosos,
porque nuestros nombre están escritos
en el reino de los cielos.
Somos dichosos,
porque el reino de los cielos
está ya dentro de nosotros.
Somos dichosos,
porque nos ha nombrado testigos de su gozo,
la más hermosa de las tareas,
el más bendito de los oficios,
la misión que debería llenarnos
a todas horas los oídos de alegría