Ser cristiano en Tierra Santa realmente es ser un héroe

La vida de los cristianos en Palestina, la tierra donde Jesús vino al mundo, se ha convertido casi en una utopía debido a los graves problemas que afectan a esa minoría, que representa una tercera parte de la población local cada vez más reducida por una fuerte emigración.

Junto a los cristianos del así llamado “triángulo” —formado por Belén y las dos localidades aledañas de Beit Jalla y Bet Sahur— sí son mayoría, con un total de 70 mil habitantes. Pero en Belén, la preponderancia musulmana es un hecho desde hace muchos años.

“Ser cristiano en Tierra Santa realmente es ser un héroe”, asegura el sacerdote chileno Sergio Olmedo, superior del Convento de San Juan del Desierto.

A diferencia de España o América Latina, la Pascua en esas tierras se celebra con la austeridad que caracterizó la vida de Jesús, y siempre a la sombra de los problemas que los cristianos deben afrontar en su vida diaria.

“Los cristianos son discriminados por los árabes por no ser musulmanes, y por los judíos por ser árabes”, sentencia Olmedo, al describir una situación harto conocida y para la que la Santa Sede no parece encontrar solución, por la coyuntura del conflicto que se vive en esa región desde hace décadas.

Políticamente dividida entre cuatro países o entidades políticas, la diócesis de Tierra Santa, que encabeza el palestino Michel Sabah, la forman Israel, Jordania, la Autoridad Nacional Palestina y Chipre.

Con excepción de Chipre, las otras tres comunidades están sujetas a los designios y regulaciones de gobiernos elegidos por mayorías de otras confesiones —musulmana y judía—, a veces sin disfrutar de los mecanismos constitucionales que protejan sus derechos más básicos y, otras, limitados en sus movimientos por los lugares santos por la existencia de fronteras políticas.

Muchos cristianos en Cisjordania y Gaza ven cercenada su libertad durante la Semana Santa, porque la mayoría de los actos tienen lugar en Jerusalén, a la que solo pueden entrar con permisos especiales de las autoridades militares israelíes.

Para ello deben cruzar el muro de separación construido en los últimos años, cuyo impacto a escala económica para la comunidad cristiana ha sido particularmente devastador, porque ha quebrado las estrechas relaciones comerciales que existían históricamente entre empresarios de Jerusalén, de un lado, y los de Belén y Ramala, del otro.
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PrensaLibre