Juan 14:9
El Señor debe asombrarse de nosotros una y otra vez por nuestra falta de sencillez. Nuestras opiniones personales son las que nos vuelven torpes y lentos para entender. Sin embargo, cuando somos sencillos, nunca somos necios y constantemente tenemos discernimiento. Felipe esperaba la revelación de un misterio extraordinario, pero no en Jesús, la persona a quien creía conocer. El misterio de Dios no radica en lo que sucederá en el futuro, sino que es presente, aunque nosotros lo buscamos en un futuro cercano, en un acontecimiento sobrecogedor y trascendental. No somos renuentes a obedecer a Jesús, pero es muy probable que le estemos causando dolor con las preguntas que le hacemos: "Señor, muéstranos el Padre", Jua_14:8. Su respuesta no se hizo esperar: "¿No, puedes verlo? Él siempre está justo aquí, no hay otro lugar donde puedas encontrarlo". Esperamos que Dios se manifieste a sus hijos, pero Él lo hace solamente en ellos. Y mientras otras personas pueden ver la evidencia, los hijos de Dios no. Queremos ser totalmente conscientes de lo que Él está haciendo en nosotros, pero no podemos tener esa plena conciencia y al mismo tiempo seguir siendo razonables o equilibrados en nuestras expectativas acerca de Él. Si todo lo que le estamos pidiendo son experiencias, o si el camino se bloquea cuando nos hacemos conscientes de ellas, entonces herimos al Señor. Las preguntas mismas que le formulamos lo hieren porque no son las preguntas de un hijo.
"No se turbe vuestro corazón", Jua_14:1, Jua_14:27. ¿Estoy hiriendo a Jesús al permitir que mi corazón se turbe? Si creo en Él y en sus atributos, ¿vivo de acuerdo con mis creencias? ¿Permito que algo perturbe mi corazón, o le doy cabida a preguntas malsanas? Debo llegar a una relación plena, sin restricciones, que reciba todo tal como venga de Él. Dios jamás nos guía para un futuro cercano, sino que siempre nos guía ahora. Comprende que el Señor se encuentra aquí, ahora, y recibirás libertad inmediata.