Ante el tribunal de Cristo

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”
 (2Co_5:10).
Aunque es cierto, como vimos en la página anterior, que no hay grados de aptitud para llegar al cielo, también es cierto que sí habrá grados de recompensa en el cielo. El tribunal de Cristo será un lugar de examen y recompensa donde algunos recibirán un galardón más abundante que otros.
También habrá distintas capacidades para disfrutar de las glorias del cielo. Todos serán felices pero unos serán más felices que otros. La copa de cada uno estará llena pero algunos tendrán copas más grandes que otros.
Debemos desechar la idea de que todos seremos exactamente iguales cuando alcancemos el estado glorificado. La Biblia no enseña semejante uniformidad insulsa y despersonalizada. Al contrario, la Escritura afirma que las vidas que se caracterizaron por su fidelidad y consagración serán recompensadas con coronas y las que no, sufrirán pérdida.
Pongamos el ejemplo de dos jóvenes de la misma edad que se convierten al mismo tiempo. Uno de ellos vive los cuarenta años siguientes dando el primer lugar al reino de Dios y su justicia. El otro dedica los mejores años de su vida a hacer dinero. El primero habla fervientemente de las cosas del Señor, el segundo de la actividad del mercado. El primero tiene una capacidad mayor para disfrutar al Señor ahora, y tendrá esa misma capacidad en el cielo. El segundo, aunque igualmente apto para el cielo por medio de la Persona y obra de Cristo, es más pequeño espiritualmente, y tendrá esa capacidad reducida en el cielo.
Día tras día determinamos las recompensas que recibiremos y la medida en que disfrutaremos de nuestro hogar eterno. Lo determinamos por nuestro conocimiento de la Biblia y nuestra obediencia a ella, por nuestra vida de oración, por la comunión con el pueblo de Dios, por nuestro servicio consagrado al Señor y la administración fiel de todo lo que Dios nos ha confiado. Tan pronto como nos demos cuenta de que con cada día que pasa construimos para la eternidad, tendremos más cuidado con las decisiones que tomamos y las prioridades que establecemos.