Juan 18: 37-38 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?
De todos es conocida esta escena, que plantea la cuestión de la verdad. Jesús cree que hay una verdad y da testimonio de ella. Pilato piensa que la verdad es relativa. Toda una muestra entre la fe genuina que proviene de creer a Jesús o de relativizarle.
Traemos esto a colación porque hoy en día es difícil no ya creer que existe una verdad; sino que haya quien esté dispuesto a defenderla.
Sí que se defiende -como hizo Pilato- la paz social, los intereses políticos, o el huir de los conflictos que pueden perjudicarnos. Pero a pocos les importa la verdad tanto como para luchar por ella, aunque le perjudique.
A la inversa, cuando la verdad no conviene se ataca, se desvirtúa, o se degrada al mensajero como si no fuese cierto que la verdad es verdad la diga Agamenón o la diga su porquero.
Esto es aplicable a los partidos políticos, a los grupos ideológicos y de poder, a las empresas, y también a las entidades religiosas.
En no pocas ocasiones la verdad sale a la luz porque se filtra a través de los medios de comunicación, como fue el caso Watergate.
Arrasar con todo no es útil, porque el mal está en el corazón humano. Lo realmente necesario es que dentro de cada entidad, de cada institución, surjan personas valientes e íntegras capaces de comenzar a edificar la verdad en justicia y con sabiduría en su propia casa.
Pero, repetimos la pregunta y no es retórica, ¿a quién le importa la verdad?