La atracción del Padre

"Nadie puede venir a mi, si el Padre, que me envió, no lo atrae",
Juan 6:44
Cuando Dios comienza a atraerme, inmediatamente surge el problema de mi voluntad. ¿Reaccionaré positivamente ante la verdad que Dios ha revelado? ¿Me acercaré a Él? Debatir los asuntos espirituales es un irrespeto. Nunca hables con nadie para decidir cuál debe ser tu respuesta (ver Gál_1:15-16). La fe no es un acto intelectual, sino un acto de mi voluntad por medio del cual me someto al Señor de manera deliberada. Pero, ¿me pondré por completo a las órdenes de Dios y actuaré de acuerdo con lo que Él dice? Si lo hago, descubriré que estoy fundamentado en la verdad que es tan segura como el trono de Dios.
Siempre que prediques el Evangelio, enfócate en el tema de la voluntad. La fe implica la decisión de creer. Debe haber una rendición de la voluntad, y no una rendición a un argumento persuasivo o poderoso. Me arrojo voluntariamente hacia Dios y su Palabra, hasta que ya no confío más en mis obras. Sólo confío en Él. Confiar en mi comprensión mental se convierte en un obstáculo para confiar totalmente en Dios. Debo estar dispuesto a ignorar y a dejar atrás mis sentimientos. Debo desear creer, lo cual sólo podrá ocurrir mediante un esfuerzo decidido de mi parte para separarme de mi vieja manera de considerar las cosas, y entregándome por completo a Él.
Todos hemos sido creados con la habilidad de ir más allá de lo que tenemos a nuestro alcance. Pero Dios es el que me atrae, y mi relación con Él en primer lugar es personal, no intelectual. Soy puesto en esta relación por el milagro de Dios y mi propia voluntad para creer. Luego empiezo a comprender la maravillosa transformación de mi vida y a reconocerla de manera inteligente.