Sois uno en Cristo Jesús

“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”(Gal_3:28).
Al leer un versículo como éste es de mayor importancia saber qué significa, y qué no significa. De otro modo nos encontraríamos adoptando posiciones grotescas que fuerzan al resto de la Escritura y a los hechos de la vida.
La clave del versículo se encuentra en las palabras “en Cristo Jesús”. éstas describen nuestra posición, es decir, lo que somos a los ojos de Dios. No se refieren a la práctica de cada día, esto es, a lo que somos en nosotros mismos o en la sociedad en la que vivimos.
Lo que este versículo dice, es que en lo que se refiere a la posición ante Dios, no hay judío ni griego. Tanto el creyente judío como el creyente gentil están en Cristo Jesús, y por consiguiente ambos están ante Dios en una posición de favor absoluto. Ninguno de los dos tiene alguna ventaja sobre el otro. Esto no significa que se han abolido las diferencias físicas o las distinciones de personalidad.
En Cristo Jesús no hay esclavo ni libre. El esclavo encuentra la misma aceptación que el libre por medio de la Persona y obra de Cristo, sin embargo, en la vida diaria persisten las distinciones sociales.
No hay varón ni mujer en Cristo Jesús. Una mujer creyente está completa en Cristo: ha sido aceptada en el Amado, justificada gratuitamente, al igual que el varón creyente, y tiene la misma libertad de acceso a la presencia de Dios.
Pero el versículo no se refiere a la vida cotidiana. Permanece la distinción sexual: varón y hembra. Los papeles resultantes permanecen: padre y madre. Continúan la posición de autoridad asignada divinamente y la sujeción a esa autoridad: al hombre le es dado el lugar de dirección y a la mujer el de sujeción a la autoridad del hombre. El Nuevo Testamento establece en la iglesia una diferencia en los ministerios del hombre y la mujer (1Ti_2:8, 1Ti_2:12; 1Co_14:34-35). Aquellos que argumentan que en la iglesia no debe haber ni varón ni mujer, se ven forzados a torcer estas Escrituras, achacando al apóstol Pablo motivos indignos o aun cuestionando la inspiración de sus palabras en estos pasajes.
Lo que debemos entender es que mientras las diferencias raciales, sociales y sexuales son abolidas en lo que se refiere a la posición ante Dios, no son abolidas en la vida diaria. Debemos entender también que estas diferencias no tienen nada que ver con algún concepto de inferioridad. El gentil, el esclavo y la mujer no son inferiores al judío, al libre o al varón. En muchas maneras pueden ser superiores. En vez de intentar modificar el orden de Dios en la creación y en la providencia, debemos aceptarlo y regocijarnos en ello.
MacDonald