Cuando la ciudad de Jerusalém cayó en poder de las armas imperiales romanas en el año 70 de nuestra era junto con el Templo, tocó a su fin el dominio de las familias sacerdotales y de la Corte Suprema del Sanhedrín. El partido de los fariseos fué el único entre los judíos que tuvo la capacidad de iniciar la obra necesaria de reconstrucción, y lo hizo sobre una base espiritual y no política. Los fariseos, dirigidos por Yohanan (Juan), el hijo de Zakkai, establecieron su cuartel general en Jabneh, o Jamnia, al suroeste de Palestina; allí reconstruyeron el Sanhedrín para que operara como la Corte Suprema que organizara la totalidad de la ley religiosa, y Johanan ejerció las funciones de presidente de la nueva organización. El primer paso que dio consistió en codificar el gran cuerpo de leyes comunes que en el Nuevo Testamento se mencionan bajo el nombre de "la tradición de los ancianos,, y que fueron pasadas de generación en generación. El segundo paso lo dio el gran rabino Akiba, el primero que acomodó el material de acuerdo a los tópicos que incluye. Esa obra fué revisada y continuada por el rabino Meier, su alumno, después de la muerte heroica de Akiba, acaecida en el año 131 D.C., motivada por la rebelión de Bar-Kokhba contra Roma. El rabino
Judá, que presidió el Sanhedrín desde los años 170 al 217, terminó el trabajo de codificación alrededor del año 200. Actualmente se conoce el código total de toda esa jurisprudencia bajo el nombre de Mishnah.
Las escuelas rabínicas de Palestina y Babilonia tomaron la Mishnah, una vez completada, y la hicieron objeto de su estudio, de donde resultó un cuerpo de comentarios llamados Gemaras que constituyen una especie de suplemento de la Mishnah, y la Mishnah y la Gemara forman juntas lo que se llama generalmente el Talmud. "El Talmud de Jerusalém" quedó completado alrededor del año 300 D.C., y está formado por la Mishnah y la Gemara acumulada por las escuelas de Palestina. "El Talmud de Babilonia", que es mucho más voluminoso, creció unos doscientos años más, antes de que fuera reducido a forma escrita allá por el año 500.
Como la Mishnah es un código legal y el Talmud constituye el comentario legal de este código, se comprende que en tales escritos aparezcan pocas referencias al cristianismo, y que las que figuran sean hostiles. Pero las alusiones que existen prueban, por lo menos, que no existía duda alguna en cuanto al carácter histórico de Jesús.1
Según aquellos rabinos, cuyas opiniones están registradas en esos escritos, Jesús de Nazaret fué un transgresor de Israel que practicaba la magia, se burlaba de las enseñanzas de los entendidos, encaminó erróneamente al pueblo, y dijo que no había venido para destruir la ley sino para ampliarla (Véase Mat_5:17). Que fué colgado en la víspera de Pascua por herejía y por pervertir a la gente. Los discípulos curaban a los enfermos en su nombre, y se menciona a cinco de ellos.
Es evidente que este retrato del Señor es el que podría esperarse de esa fracción del partido fariseo que estaba en contra suya. Varios de los epítetos que se le aplican, directa o indirectamente, atestiguan los anales del Evangelio. El apelativo Ha-Taluy ("El Colgado") se refiere, evidentemente, a la forma en que fué ajusticiado. Otro de los apodos que se le aplican es el de Ben Pantera, o sea "hijo de Pantera". Este apelativo no se refiere a un soldado romano llamado Pantera, como a veces se afirma, sino a la creencia cristiana en el nacimiento virginal de Cristo. Según el profesor Klausner, la voz pantera es una corrupción del griego parthenos, que significa virgen 2. Esto no quiere decir, desde luego, que quienes lo llamaban por ese nombre creían en el nacimiento virginal.
Según parece, en algunos círculos judíos se había suscitado una controversia, allá por fines del siglo primero o principios del segundo, sobre si varios de los escritos cristianos debían ser reconocidos como canónicos o no. Tales escritos, no importa cuáles hayan sido, se conocieron por el nombre de Euangelion, el vocablo griego para "Evangelio". Es más que probable que el Euangelion en cuestión haya sido la forma aramea del Evangelio Según Mateo, que era el escrito favorito de los judíocristianos de Palestina y de los territorios linderos. Se dice que el rabino Yohanan y el rabino Meier crearon retruécanos inamistosos con la palabra Euangelion, alterando las vocales para que se leyera "Awen-gillayon' o "Awon-gillayon que quieren decir algo así como "Iniquidad del margen" o "El pecado de la tableta para escribir".3 Estas referencias obscuras indican que hubo cierto contacto entre los fariseos ortodoxos y los judíocristianos, lo que no es de sorprenderse cuando se recuerda que, de acuerdo al Nuevo Testamento, la primitiva Iglesia Palestina incluyó miembros creyentes que pertenecían al partido fariseo y varios miles de judíos que eran "celadores de la ley" (Hch_15:5 y Hch_21:20). En realidad de verdad, es posible que esos judíocristianos hayan tenido mayor contacto con otros judíos que con las iglesias gentiles, una vez pasado el año 70, puestos que éstas se mostraron cada vez más dispuestas a considerar a las comunidades judíocristianas como heréticas y subcristianas.
2. Josefo
Tenemos la ventaja de contar con literatura judía más temprana y más importante para nuestro propósito que cualquier información que podamos encontrar en el Talmud. Flavio Josefo, el historiador judío, nació en una familia sacerdotal en el año 37. A la edad de quince años se unió al partido fariseo. Una visita que efectuó a Roma en el año 63 le abrió los ojos en cuanto al poderío del Imperio. Al iniciarse las hostilidades de la Guerra Judía en el año 66, fué nombrado comandante de las fuerzas judías de Galilea, y defendió el fuerte de Jotapata contra los romanos, hasta que se dio cuenta de la inutilidad de ofrecer más resistencia. Entonces se escondió en una cueva, junto con otros cuarenta y, cuando pareció que este refugio iba a ser capturado, entre los cuarenta concertaron un pacto suicida. Es posible que, más por artimañas que por buena suerte, Josefo se encontró entre los dos últimos sobrevivientes. Entonces fué cuando persuadió a su compañero que, después de todo, lo mejor que podrían hacer era entregarse a los romanos y, una vez dado este paso, trataron de ganarse la buena voluntad de Vespasiano, el comandante romano, prediciéndole su elevación al purpurado imperial, lo cual aconteció en el año 69. Durante el sitio de Jerusalem Josefo fué designado al Cuartel General Romano, y hasta actuó como intérprete de Tito, el hijo y sucesor de Vespasiano en el comando palestino, cuando quería lanzar alguna proclama a los habitantes sitiados. Después que la ciudad hubo sido tomada y aplastada la rebelión, Josefo se estableció cómodamente en Roma como cliente y pensionado del emperador, y fué entonces que asumió el nombre familiar de Flavio. Desde entonces se le conoce por Flavio Josefo.
Es de imaginarse que una carrera tan zarandeada no lo constituyera en persona popular entre sus connacionales, muchos de los cuales lo consideraron como un traidor de doble cara, y hay quienes lo consideran así todavía. Con todo, empleó los años de comodidad que Roma le proporcionó, escribiendo una historia de su nación como para provocar un dejo de gratitud. Su obra literaria incluye La Guerra Judaica que cubre los años 170 A.C. al 70 D.C., escrita primero en arameo para beneficio de los judíos situados en los confines más alejados del Imperio, y que más tarde se publicó en griego; una Autobiografía en la que defiende su conducta contra Justo de Tiberías, otro historiador judío que en su relato de la guerra presenta un concepto pobre del rol que desempeñó Josefo; dos libros Contra Apión, en los que defiende a su nación contra las calumnias antisemitas de Apión, maestro de Alejandría, algunas de las cuales suenan muy modernas en los tiempos que corren, y veinte libros titulados Antigüedades de los Judios, en los que registra la historia de su nación desde el principio del Génesis hasta sus días. A pesar de lo poco que merecería haber sobrevivido a la caída de su nación, nosotros podemos estar bien contentos que así haya sido, porque sin sus obras históricas seríamos increíblemente mucho más pobres en cuanto a las informaciones que poseemos de la historia de la Palestina del tiempo del Nuevo Testamento, a pesar de las imperfecciones de que adolecen.
En las páginas de Josefo encontramos muchas figuras bien conocidas a través del Nuevo Testamento: la dramática familia de los Herodes; Tiberio, Claudio y Nerón, los emperadores romanos; Quirino, el gobernador de Siria; Pilato, Félix y Festo, los procuradores de Palestina; la familia de sumos sacerdotes: de Anas, Caifas, Ananías y los demás; los fariseos y saduceos y el resto, al punto que no es posible alcanzar una mayor y mejor comprensión del Nuevo Testamento con los datos que Josefo suministra
Cuando en Hch_5:37 aparece Gamaliel hablando de Judas el Galileo que levantó una revuelta en los días del empadronamiento y volvemos a las páginas de Josefo, encontramos la historia del mismo hecho en su Guerra (ii.8) y en Antigüedades (xviii. 1). Josefo cuenta también de un impostor llamado Teudas (Antigüedades xx.5.1), que apareció poco tiempo después del año 44 D.C.; pero el Teudas que menciona Gamaliel floreció antes que Judas el Galileo (año 6 D.C.) y, sea como fuere, Gamaliel pronunció su discurso entre los años 30 al 33. No es necesario creer que Lucas fuera víctima de un anacronismo leyendo equivocadamente a Josefo -aunque el peso de la evidencia se opone a la creencia de que Lucas hubiera leído a Josefo-, porque éste dice que hubo en Judea una serie de revueltas más o menos en la época en que Herodes el Grande falleció (el año 4 A.C.), y es posible que las actividades del Teudas que cita Gamaliel, que no era nombre muy común, correspondan a este período.
Josefo menciona también el hambre que ocurrió en los días de Claudio (Hch_11:28). Si bien Lucas narra cómo los cristianos de Antioquía enviaron ayuda a la iglesia de Jerusalém en tal emergencia, Josefo cuenta cómo Elena, la reina madre de Adiabene, lugai situado al noreste de Mesopotarnia, hizo enviar en esa misma oportunidad, granos a Alejandría e higos a Chipre, para aliviar el hambre de los pobladores de Jerusalém (Antigüedades xx.2.5).
Josefo registra igualmente la muerte súbita de Agripa I (Antigüedades xix.8.2) que Lucas narra en Hch_12:19-23, y la forma como aquél lo hace concuerda con el delineamiento general de Lucas, aunque los dos relatos muestran a las claras independencia entre sí. Josefo narra el acontecimiento de este modo:
Cuando Agripa hubo cumplido tres años completos de gobierno, visitó la ciudad de Cesárea,
que antes se llamaba la Torre de Estrato. Allí organizó exhibiciones en honor de César,
inaugurándolas como un festival por el bienestar del emperador. Allí se congregó una multitud
de oficiales provinciales y de aquellos que habían sido promovidos a posiciones distinguidas.
Durante el segundo día de los espectáculos se vistió con un manto hecho de plata, hermosamente
bordado, y llegó al teatro cuando rompía el alba. Entonces la vestimenta de plata brilló
con los primeros rayos del sol y resplandeció de un modo maravilloso, y ese brillo inspiró
una especie de miedo y estupor entre quienes lo contemplaron. Inmediatamente surgieron los
aduladores de todas partes y le dirigieron palabras como si se tratara de un dios, que no eran
de modo alguno para su bien, y lo invocaron con la grita de "Sé propicio a nosotros, porque si
hasta ahora te hemos reverenciado como ser humano, desde ahora confesamos que eres superior
a la naturaleza humana". El rey no los reprochó ni repudió esa adulonería impía. Pero, levantando
los ojos, poco tiempo después vio que una lechuza estaba sentada en una cuerda encima de su cabeza,
y la reconoció en seguida como mensajera del mal, como anteriormente lo había sido del bien,4
y la congoja invadió su corazón. También le acometió un gran dolor en el vientre que comenzó
con un ataque violento... En esas condiciones fué trasladado rápidamente al palacio y de inmediato
corrió la voz de que ciertamente moriría pronto... Después de sufrir continuadamente de dolor de vientre
durante cinco días, abandonó esta vida cuando tenía cincuenticuatro años de edad y en el séptimo de su reinado.
Los paralelos entre los dos pasajes son evidentes, como lo es también la ausencia de colisión entre ellos. Lucas describe el ataque súbito que acometió al rey con la frase, "y el ángel del Señor lo hirió", y no hay por qué pensar de que haya algún significado en el hecho de que la voz griega para "ángel" del relato de Lucas (angelos), sea la misma que "mensajero" que Josefo aplica a la lechuza, aunque según parece varios de los primeros Padres de la Iglesia lo creyeron así. Es posible que los tirios hayan sacado ventaja del festival para reconciliarse públicamente con el rey.
Nos parece que podemos resumir la comparación de los dos relatos usando las palabras de un historiador imparcial como lo es Eduardo Meyer cuando dice que, "En cuanto a delineamientos, a fechas y al concepto general, los dos relatos concuerdan perfectamente. El relato de Lucas ofrece la garantía de que de ninguna manera es inferior al de Josefo debido a los muy interesantes detalles que contiene, y que no pueden explicarse en manera alguna como debidos a cierta 'tendencia' o a una tradición popular" (Ursprung und Anfange des Christentums, 1929, iii., pp. 167 y sig.).
Pero más interesante aún es que Josefo menciona a Juan el Bautista y a Santiago, el hermano del Señor, y narra la muerte de los dos de un modo tal, que es manifiestamente independiente del Nuevo Testamento, lo que quiere decir que no existe razón alguna para sospechar una interpolación cristiana en ninguno de los dos pasajes. En Antigüedades xviii., 5.2, Josefo anota cómo Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea, fué derrotado en batalla por Aretas, rey de los árabes nabatanos, padre de la primera esposa de Herodes, a quien abandonó por Herodías. Y sigue diciendo Josefo:
Algunos de los judíos creyeron que Dios había destruido el ejército de Herodes como justo
castigo para vengar a Juan, a quien llamaban el Bautista. Porque Herodes lo había matado,
aunque se trataba de un hombre bueno e instaba a los judíos a que practicaran la virtud, que
fueran justos los unos con los otros y piadosos en lo que se refiere a Dios, y que se congregaran
para bautizarse. Él enseñó que de esta manera el bautismo es aceptable a Dios, si es que no lo
practicaban para procurar la remisión de ciertos pecados sino para purificar el cuerpo, puesto que
el alma ya estaría purificada por la justificación. Y cuando los demás se reunieron en torno de él,
porque se sintieron afectados hondamente por causa de sus palabras, Herodes temió que el poder
persuasivo tan grande que ejercía sobre los hombres, pudiera provocar un levantamiento, por lo
dispuestos que se mostraban a seguir en todo sus consejos. Por eso le pareció que lo mejor sería
aprehenderlo y matarlo antes que causara algún disturbio, y no tener que arrepentirse de no
haberlo hecho y esperado a que la revuelta se produjera. Ante tal sospecha de Herodes, Juan
fué encadenado y enviado a Maquero, la fortaleza que hemos mencionado ya, donde fué ejecutado.
Los judíos creían que el desastre que sobrevino al ejército era una venganza que Dios se tomaba
contra Herodes por el mal que había hecho.
Entre lo que afirma Josefo y el relato del Evangelio aparecen diferencias notables, porque según Mar_1:4, Juan "predicaba el bautismo del arrepentimiento para remisión de pecados", mientras que Josefo declara que el bautismo de Juan no era para la remisión de pecados, además de atribuir un significado político a la muerte de Juan, mientras que en el Evangelio es el resultado de la denuncia que Juan formulara contra el matrimonio de Herodes con Herodías. Es muy posible que Herodes creyera que aprisionando a Juan podía matar dos pájaros de un tiro y, en cuanto a la discrepancia que surge relacionada con el significado del bautismo de Juan, las tradiciones independientes que rastreamos en el Nuevo Testamento, impresionan por su unanimidad y suministran un relato que es más probable concuerde con el punto de vista religioso-histórico, además de ser de fecha más temprana que el relato de Josefo, puesto que éste procede de su obra Antigüedades que apareció en el año 93. Orígenes conoció el pasaje de Josefo, allá por el año 200, lo mismo que por Eusebio, cerca del año 326 (Orígenes, Contra Celsum, 1.47 y Eusebio, Hist. Ecles., i. 11).
Más adelante en Antigüedades (22.9.1) Josefo describe los actos arbitrarios de Anano, el Sumo Sacerdote, cometidos después de la muerte del procurador Festo, ocurrida en el año 61, y lo hace con estas palabras:
Pero Anano, el más joven, quien, como dijimos, recibió el sumo sacerdocio, tenía un carácter arrojado
y emprendedor, y se alistó en el partido de los sáduceos, quienes son severos en juicio entre todos los judíos,
como ya lo hemos manifestado. Como por lo tanto Anano tenía tal disposición, pensó que ahora se le presentaba
una buena oportunidad: Festo había muerto y Albino se encontraba todavía en camino, de modo que reunió un
concilio de jueces y llevó ante ellos al hermano de Jesús, que es llamado el Cristo, cuyo nombre es Santiago,
junto con otros hombres, y después de haberlos acusado de violar la ley, los entregó para ser apedreados.
Este pasaje, lo mismo que el anterior, fué conocido por Orígenes y Eusebio.5 Hegesipo, escritor judíocristiano de alrededores del año 170, cuyo relato Eusebio conserva en su Historia Eclesiástica, ii.23, presenta con mayores detalles la descripción de la muerte de Santiago el Justo, como llamaban al hermano del Señor. La narración de Josefo tiene una importancia enorme porque llama a Santiago "el hermano de Jesús, que es llamado el Cristo", y lo hace en tal forma que produce la impresión de que ya ha dado anteriormente alguna referencia acerca de Jesús. Y esa referencia la encontramos en todas las copias que existen de Josefo de la parte denominada Testimohium Flavianum que forma parte de Antigüedades xviii.3.3 donde Josefo narra algunas dificultades que se produjeron en la procuración de Pilato y agrega:
Y sucedió que más o menos en esta época que un tal Jesús, un hombre sabio, si es que en verdad podemos
llamarlo un hombre, fué obrador de hechos maravillosos, el maestro de hombres que reciben la verdad con placer.
Llevó tras sí a muchos judíos y a muchos griegos también. Este hombre era el Cristo. Y cuando Pilato lo hubo
condenado a la cruz debido a la acusación que le formularon los principales hombres de entre ellos, aquellos
que lo amaban desde el principio continuaron amándolo; porque él apareció vivo a ellos al tercer día, habiendo
hablado los profetas divinos todas estas cosas maravillosas y otras mil acerca de él; y hasta ahora la tribu de los
cristianos, llamados así por causa de él, no ha desaparecido.
Esta es la traducción del texto de este pasaje tal como ha llegado hasta nosotros y sabemos que es el mismo que existía en tiempos de Eusebio, quien lo cita dos veces (Hist. Ecles., i. 11 y Demonstratio Evangélica, iii.5). La razón porqué algunos críticos consideran que este pasaje es una interpolación cristiana, es porque les parece increíble que un escritor que no es cristiano, como ciertamente no lo fué Josefo, haga uso de ciertas palabras que aparecen más arriba en bastardilla. La crítica textual no tiene nade, que objetar al pasaje; la evidencia de los manuscritos es unánime y amplia. Un procedimiento mejor que rechazar todo, rechaza solamente la sección que aparece en bastardilla, como lo hace el doctor Klausner, quien acepta el resto del párrafo como genuino.6 Este veredicto, de parte de uno de los principales eruditos de los judíos de nuestra época, es muy significativo.
Con todo, si se analizan más detenidamente las secciones mencionadas, es posible que a alguien se le ocurra pensar si no sería posible que Josefo hubiera escrito con cierta ironía. "Si es que en verdad podemos llamarlo un hombre" puede ser una referencia sarcástica a la creencia cristiana en Jesús como el Hijo de Dios'. "Este hombre fué el Cristo" parece ser una frase bien definida y hallarse en contradicción con la afirmación de Orígenes (Contra Celsum, i.47; Comm. in Matt., x.17) de que Josefo "no creía en Jesús como el Cristo"; pero podría significar, este es Jesús el que comúnmente es llamado el Cristo. De cualquier manera que sea, tal alusión se halla implicada en la otra afirmación de que los cristianos fueron llamados así por causa de Él. En cuanto a la tercera sección en bastardillas, o sea la que está relacionada con la Resurrección de Cristo, es posible que su único objeto sea referir lo que aseguraban los cristianos. Autoridad tan destacada como el desaparecido Profesor F. C. Burkitt acepta el Testimonium Flavianum cuando dice, "Si el famoso pasaje de Josefo sobre el Señor le pertenece, como creo que es suyo, debe haber recibido la información de algún conocido cristiano".7 Igualmente el fallecido Dr. H. St. John Thackeray,8 la autoridad máxima británica en los últimos tiempos sobre Josefo, indica que el pasaje contiene características de dicciones que son propias de Josefo, y a los ejemplos que presenta han sido agregados más recientemente otros del Profesor G. C. Richards y del Dr. J. H. Shutt.
El Dr. Richards ha recordado últimamente que es característica de la tradición textual de Antigüedades la omisión de varias palabras, y mantiene las ideas propuestas por el doctor Schutt& hace ya algunos años, en el sentido de que la frase "así llamado" se había eliminado antes del nombre "Cristo", como igualmente las frases "como ellos dijeron" o, posiblemente, "como ellos dicen" después de "porque él se apareció a ellos". Estas enmiendas son sugestivas, especialmente la primera, porque la misma frase, "que es llamado el Cristo", ocurre en el pasaje donde Josefo relata la muerte de Santiago.
Richards y Shutt apoyan otras dos enmiendas. Una es la que sugiere Thackeray en el sentido de que, en vez de "la verdad" (alethe en griego) se debería leer "cosas raras" (aethe en griego). La segunda la formula el Dr. Roberto*Eisler en el sentido de que faltan varias palabras al principio del pasaje, el que comenzaba originariamente,
"Y sucedió que más o menos en esta época se produjo una nueva causa de dificultades, un tal Jesús..."
Si estas enmiendas quedan aceptadas en el texto, entonces se obtiene el resultado siguiente:
Y sucedió que más o menos en esta época se produjo una nueva causa de dificultades, porque un tal Jesús,
un hombre sabio, si es que en verdad podemos llamarlo un hombre, fué obrador de hechos maravillosos,
el maestro de hombres que reciben cosas raras con placer. Llevó tras sí a muchos judíos y a muchos
griegos también. Este hombre fué el así llamado el Cristo. Y cuando Pilato lo hubo condenado a la cruz
debido a la acusación que le formularon los principales hombres de entre ellos, aquellos que lo amaban
desde el principio continuaron amándolo; porque él apareció vivo a ellos al tercer día, como dijeron,
habiendo los profetas divinos hablado todas, estas cosas maravillosas y otras mil acerca de él; y hasta
ahora la tribu de los cristianos, llamados así por causa de él, no ha desaparecido.
En este caso las bastardillas indican las enmiendas. Mediante uno o dos recursos sencillos esta versión del Testimonium se ve desembarazada de las dificultades del texto tradicional, al tiempo que preserva, si es que no lo enaltece, el valor del pasaje como documento histórico. Como resultante de las enmiendas el dejo de menosprecio se nota más acentuado; aunque siempre estuvo presente, probablemente en el paréntesis "si es que en verdad podemos llamarlo un hombre", y en la referencia final a "la tribu de Cristianos" que no es inconsistente con el deseo de que, si no ha desaparecido aún, es posible que pronto no exista más.
Por consiguiente tenemos muy buenas razones para creer Josefo se refiere a Jesús, y da testimonio a (1) su fecha, (2) su reputación de obrador de milagros, (3) de que es hermano de Santiago, (4) de que fué crucificado bajo la procuración de Pilato como resultado de los informes presentados por los dirigentes judíos, (5) sus pretensiones mesiánicas, (6) que fundó "la tribu de los cristianos" y, probablemente (7) la creencia de que resucitó de entre los muertos.
Aunque se concede por lo general que el pasaje de la versión eslava de la Guerra Judaica es una interpolación* cristiana, Thackeray se inclina a considerarla favorablemente y recomendamos consultar su obra Josefo, ed. Loeb, iii., pp. 648 y sig. La interpolación aparece en la Guerra Judaica entre ii.9.3 y ii.9.4 y dice como sigue:
En aquella época apareció un cierto hombre, si es que podemos llamarlo un hombre. Su naturaleza y forma eran humanas, pero su aspecto era algo más que el de un ser humano; con todo, sus obras eran divinas. Efectuó milagros maravillosos y poderosos. Por consiguiente a mí me resulta imposible llamarlo un ser humano. Pero, por el otro lado, si contemplo su naturaleza, tal como la tienen los demás, no he de llamarlo un ángel.
Y, sobre todo, cualquier cosa que realizó por un poder invisible, lo efectuó por medio de una palabra y de una orden. Algunos dijeron de él, 'EJ dador de nuestra ley ha resucitado de entre los muertos, y ha mostrado curaciones y prodigios'. Pero otros creyeron que él era enviado de Dios. Pero en muchos aspectos se opuso a la ley y no observó el sabat. de acuerdo al uso de nuestros antepasados. Con todo, no cometió ningún acto vergonzoso ni hizo uso de las manos. Todo lo preparó mediante el uso de la palabra. Mucha gente de la multitud lo siguió y escuchó sus enseñanzas, y otras muchas fueron soliviantadas, pensando que con ello las tribus judías podían libertarse del yugo romano. Pero su costumbre era más bien permanecer fuera de la ciudad, en el Monte de los Olivos. Allí practicó también curas entre la gente del pueblo. Y allí se le reunieron, además, ayudantes en el número de ciento cincuenta, pero del pueblo una multitud. Cuando la gente vio su poder, que realizaba con la palabra lo que quería, y la gente le hizo saber su voluntad de que penetrara en la ciudad para abatir las tropas romanas y a Pilato, y gobernar sobre la ciudad, no quiso escucharlos. Y cuando más tarde estas noticias llegaron a oídos de los dirigentes judíos, se reunieron con el sumo sacerdote y dijeron, 'Nosotros somos impotentes y muy débiles para resistir a los romanos. Pero con todo, como el arco está doblado, iremos y comunicaremos a Pilato lo que hemos oído y nos veremos libres de dificultades, para que él no lo sepa por otro conducto y nos veamos privados de nuestros bienes, nosotros pasados a cuchillos y nuestros hijos dispersados'. Así fué cómo se dirigieron a Pilato, quien envió e hizo matar mucha gente. Luego hizo llevar ante sí a ese obrador de maravillas y después que le hubo examinado pronunció sentencia diciendo, 'Él es un benefactor y no un malhechor, ni es rebelde ni codicia el reino'. De modo que lo soltó porque curó a su esposa. Y una vez que regresó a su lugar acostumbrado, siguió las obras que solía realizar. Y cuando más gente se congregó a su alrededor, obtuvo gloria de que su actividad fuera mayor que la de los demás. Los escribas se sintieron mordidos por la envidia y dieron treinta talentos a Pilato para matarlo. Él los tomó y les dio libertad para que hicieran lo que querían. Entonces lo prendieron y lo crucificaron contrariando la ley de sus padres.
El Dr. Eisler puede transformar este pasaje en uno que se parezca escrito por un autor judío, pero solamente produciendo una mutilación despiadada. La interpolación cristiana introduce varias reminiscencias del Testimonium Flavianum, pero se esfuerza por minimizar la culpa de Pilato y de los romanos, y enfatiza la de los judíos.
En la versión eslava de la Guerra Judaica aparecen otros fragmentos de naturaleza cristiana que se refieren a Juan el Bautista, a Felipe el tetrarca (véase Luc_3:1), a los cristianos que había en Palestina en tiempos de Claudio, a la inscripción del templo de Jerusalém que conmemoraba la crucifixión de Jesús porque predijo la caída de la ciudad y del templo, a la partición del velo y a la resurrección de Jesús, al oráculo que se menciona en vi. 5.4 de la edición corriente, y que Palestina produciría un gobernante mundial. En la obra del Dr. Jack aparece un examen detallado de todas esas adiciones eslavas.
***
1. Véase a J Klausner, Jesús of Nazareth, 1929, pp. 18 y sig., y a M. Goguel, Life of Jesús, Vida de Jesús, 1935, pp. 70 y sig.
2. Véase a J. Klausner, Jesús of Nazareth, pp. 23 y sig.
3. Tomado del Talmud Babilónico, tratado Shábbath, 116 ajb.
4. Varios años atrás, cuando fué aprisionado por el emperador Tiberio, se recostó contra un árbol sobre el que estaba posada una lechuza, y un compañero de prisión, un germano, le vaticinó que el pájaro le presagiaba una cercana liberación y el ascenso en la escala de la buena fortuna y que, si la lechuza volvía a verlo otra vez, sería cinco días antes de morir (Antigüedades xviii. 6.7).
5. Orígenes, Contra Celsum, i.47; ii.13; Comm. in Matt., x-17; Eusebio, Hist. Ecles., ii.23.
6. Jesús of Nazareth, pp. 55 y sig. Véase a Reinach, Joséphe sur Jésus en la Revue des Etudes juives, 1897, xxxv, pp. 13 y sig.
7. The Cospel History and its Transmission, 1929, pp. 125 y sig.
8. Journal of Theological Studies, 1941, xlii., pp. 70 y siga Classical Quaterly, 1937, xxxi, p. 176.