En el año 543 el papa Virgilio proclamó: si alguno dice o piensa que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y en algún momento tendrá fin, o que se dará la rehabilitación o restablecimiento de los demonios o de los hombres impíos, sea anatema. (DS 411).
Dios puede perdonar cualquier pecado por grave que sea. Pero Dios no puede perdonar un demonio. Porque Dios no puede perdonar a quien no se arrepiente de su pecado. Hacer tal cosa sería un desorden, y Dios no puede cometer desórdenes. Como se ve el problema no está en el pecado (Dios puede perdonar todo) sino en la voluntad (Dios no fuerza la voluntad).
Como se ha dicho antes, mucha gente piensa que Dios no debería ser tan severo y tendría que perdonar a los condenados. Pero por la razón ya aducida, el mismo Dios que puede crear un millón de cosmos con sólo quererlo, no puede perdonar a un solo demonio. Dios que lo puede todo, no puede lo imposible. Y es un imposible que Dios que crea una voluntad libre, Dios después la fuerze. Terrible advertencia ésta a los que traspasan la Ley de Dios con toda tranquilidad una y otra vez diciéndose en su corazón: bah, Dios me lo perdonará todo. Los que obran así desconocen que hay un límite más allá del cual la misericordia de Dios se da la vuelta y abandona al pecador a la justicia. O dicho de otro modo más exacto: hay un límite más allá del cual el alma se endurece hasta tal punto que rechaza toda gracia. Y allí, en ese punto, el Creador no puede hacer otra que dejarle seguir su camino a la criatura.