y le aconteció dar con una parte del campo que pertenecía a Booz, que era de la familia de Elimelec.
Rut 2:3
Su suerte fue.
Sí, parecía nada más que un accidente, ¡pero cuán divinamente fue anulado! Rut había salido con la bendición de su madre, bajo el cuidado del Dios de su madre, a un trabajo humilde pero honorable, y la providencia de Dios la guiaba en cada paso. No sabía que entre las gavillas encontraría un marido, que él la convertiría en copropietaria de todos esos amplios acres y que ella, una pobre extranjera, se convertiría en una de las progenitoras del gran Mesías.
Dios es muy bueno con quienes confían en Él y, a menudo, los sorprende con bendiciones inesperadas. Poco sabemos lo que nos puede pasar mañana, pero este dulce hecho puede alegrarnos: no se nos negará nada bueno. El azar está desterrado de la fe de los cristianos, porque ven la mano de Dios en todo. Los acontecimientos triviales de hoy o de mañana pueden implicar consecuencias de la mayor importancia.
Oh Señor, trata con tanta gracia a tus siervos como lo hiciste con Rut. ¡Cuán bendito sería si, al vagar por el campo de la meditación esta noche, nuestra suerte fuera dar con el lugar donde nuestro próximo Pariente se revelará a nosotros! Oh Espíritu de Dios, guíanos hacia Él. Preferiríamos espigar en Su campo que arrebatarle toda la cosecha a cualquier otro. ¡Oh, por las huellas de su rebaño, que nos conduzcan a los verdes pastos donde Él habita!
Este es un mundo cansado cuando Jesús no está; podríamos vivir mejor sin el sol y la luna que sin Él, pero ¡cuán divinamente hermosas se vuelven todas las cosas en la gloria de Su presencia! Nuestras almas conocen la virtud que habita en Jesús y nunca podrán estar contentas sin Él. Esperaremos en oración esta noche hasta que nuestra suerte sea iluminar una parte del campo de Jesús donde Él se manifestará a nosotros.