La confesión explícita del asesor de Benjamín Netanyahu sobre el ataque al hospital Al-Ahli Arab (Al-Maamadani), las llamadas de alerta previas, dos proyectiles de artillería en las cercanías, las acometidas contra 51 centros médicos, los cortes de electricidad en Gaza, las mentiras de la decapitación de 40 niños y las controvertidas versiones sobre la muerte de la periodista palestina-estadounidense Shireen Abu Akleh, son parte de las argucias del régimen de Israel para desaparecer las huellas de su autoría, según un informe del sitio web Nour News, afiliado al Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán.
Todo el mundo prevía una invasión terrestre de Israel al enclave costero palestino, pero más pronto empezó una guerra cognitiva en las redes sociales. A las 07:00, hora local del 17 de octubre, una bomba impactó las cabezas de los enfermos, niños, mujeres y refugiados en el hospital de Al-Ahli, dejando a muchos sin vida.
Unos minutos después del crimen de guerra, Hananya Naftali, uno de los consejores de Netanyahu, en su cuenta de X escribió “la fuerza aérea de Israel atacó la base de HAMAS (Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina) en un hospital en Gaza”, pero dos minutos después suprimió el aludido mensaje y empezó la campaña del régimen sionista para engañar a la opinión pública.
Tel Aviv no solo no aceptó la responsabilidad de este ataque inhumano, sino que trató de presentar a HAMAS como el culpable. El régimen de Israel afirmó que lo que había impactado contra el hospital de Al-Ahli fue uno de los misiles de la Yihad Islámica, uno de los grupos de la Resistencia palestina, que había sido arrojado hacia las tierras ocupadas, pero que no llegó a su objetivo y accidentalmente golpeó el hospital, lugar al que antes el régimen de Israel había llamado para pedir que evacuasen. Antes, Israel había afirmado que debajo del hospital, estaba uno de los centros importantes de HAMAS.
La cadena catarí Al Jazeera, en su informe que publicó tras la catástrofe, indicó que el ejército de Israel había ordenado el desalojo del hospital, donde más de 2000 enfermos recibían atención médica. Al Jazeera en una entrevista con un funcionario de alto rango en Gaza conformó que Israel había disparado dos tiros de cañón cerca del lugar como “advertencia”.
Aunque Netanyahu, en respuesta a estas noticias, dijo que el ejército de Israel no había atacado a ningún hospital, Al Jazeera declaró que, según la Organización Mundial de Salud, desde el 7 de octubre, es decir, desde el comienzo de los conflictos recientes en Gaza, Israel ha atacado a más de 51 centros médicos en el enclave costero, agresiones que se saldaron con 40 muertos y heridos. Estos datos no incluyen los muertos del hospital de Al-Ahli.
Además, los cortes de electricidad en Gaza por la parte de Israel antes de atacar al hospital, más allá de todo, se consideran el fin de la ayuda a los heridos que habían sobrevivido a los ataques sionistas, pero Israel quería poner un fin a las vidas de estas personas con cortes de energía eléctrica.
El régimen de Israel siempre emplea la estrategia de negación y escape de sus responsabilidades. Un ejemplo de ello es la supuesta decapitación de 40 niños por HAMAS. La alegación que por primera vez abordó el reportero de la canal de televisión israelí “i24news”, Nicole Zedeck, conforme a los datos de los militares israelíes y después que continuó con las alegaciones del ministro de fianzas de Israel, Nir Barkat, que en su entrevista con la canal de televisión británica, Sky News, repitió: “Nos hemos enterado de 40 niños que han quemado algunos de ellos vivos. Algunos de ellos se han decapitado y han disparado a la cabeza de otros”.
El portavoz del primer ministro israelí, Tal Heinrich, al tratar de confirmar esta alegación dijo: “Estos niños que han decapitado, se han hallado en Kfar Aza”. Tras estas reclamaciones, los rotativos como Times, Independiente, Daily Mail en sus portadas hicieron eco al respecto.
También el presidente de EE.UU., Joe Biden, en su visita con los líderes judíos en la Casa Blanca dijo que “nunca pensamos ver las imágenes de decapitaciones a niños por los terroristas”, induciendo a pensar que él había visto este crimen. El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, durante su viaje a las tierras ocupadas declaró que “Israel le ha mostrado algunos fotos y vídeos en las que un niño fue disparado, los soldados decapitados y los jóvenes quemado vivos en sus coches”.
Estas alegaciones eran un apoyo para el régimen de Israel con el objetivo de desencadenar un baño de sangre, tras la operación Tormenta de Al-Aqsa, incluso, unos días antes, la periodista del canal de televisión CNN Sara Sidner, al emitir un comentario en su cuenta de X se disculpó y escribió que el régimen de Israel ha anunciado que no puede verificar las afirmaciones de la oficina de Netanyahu sobre las decapitaciones de los niños y todo esto simplemente se fabricó, se elaboró y por supuesto se olvidó.
La postura del régimen de Israel en el caso de la muerte de Shirin Abu Aqle, la periodista que durante el ataque del régimen de Israel al campo de Yenín (Cisjordania) recibió un disparo, fue la de no aceptar la responsabilidad de este suceso, sino que el ex primer ministro israelí Naftali Bennett culpó a los palestinos y dijo: “según nuestros datos obtenidos, parece que los palestinos armados, que en ese momento dispararon sin parar, son los responsables de la muerte de esta periodista”.
Aunque era evidente que la bala que provocó la muerte de Abu Akleh, había sido disparada desde un arma de un soldado sionista, EE.UU. como siempre, ayudó a su cómplice estratégico y aseveró que el disparo a la periodista de Al Jazeera no fue intencional, lo disminuyó a un accidente trivial, pero tras un año, el régimen de Israel aceptó que Abu Akleh fue asesinada por disparos de sus soldados.
Ahora el escenario es similar, pero Tel Aviv no trata de esconderlo. Un poco antes del ataque al hospital Al-Ahli, el extremista ministro de seguridad israelí, Itamar Ben-Gvir, escribió en su cuenta de X “hasta el momento que HAMAS no libere a los rehenes, lo único que debe entrar a Gaza es centenares de toneladas de municiones desde la parte de las fuerzas aéreas, no una onza de ayuda humanitaria”.
En este contexto, también Netanyahu había escrito: “esta es una lucha entre los hijos de luz y los hijos de oscuridad, entre el ser humano y la ley de la selva”. Esta alegación fue borrada tras el ataque al hospital.
Por eso, Biden llegó a ayudar a Tel Aviv y afirmó que los análisis muestran que un misil no israelí fulminó el hospital.
Cuando los periodistas cuestionaron al presidente de Estados Unidos que cómo estaba seguro de que los israelíes no están detrás de ataque al hospital, dijo: “los datos de la Defensa me mostraron”. Pero, estas declaraciones y los apoyos de EE.UU. no ha podido reducir la ira de los musulmanes en los países islámicos.
En este camino, Estados Unidos, su imperio mediático y sus aliados han llegado para ayudar al régimen de Israel, pero la mancha de sangre se ha dejado en las manos de Tel Aviv, y los países musulmanes no aceptan impunidad ni olvido; aun los países que buscaban normalizar sus relaciones con el régimen de Israel, ahora pueden ver que todo que está relacionado con Israel no es “normal”, ni humano.