Al oír esto, dijeron con el corazón compungido
a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos?
Pedro les contestó: Convertíos
y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para
perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la
Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro. Con otras
muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: Poneos a salvo de esta generación perversa.
Así pues, los que acogieron su palabra fueron bautizados. Y aquel día se les
unieron unas tres mil personas.