Porque la tristeza que es según Dios produce un arrepentimiento para salvación, del que no hay que tener pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.
2 Corintios 7:10
En este capítulo el apóstol se refiere a otra epístola que había escrito antes a la iglesia de Corinto sobre cierto punto, en el cual los corintios eran culpables. Aquí habla del efecto que con ello consiguió al llevarlos al verdadero arrepentimiento. Les produjo tristeza de la que es según Dios. Esto era una muestra de que el arrepentimiento era genuino.
Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué gran diligencia produjo en vosotros, y qué disculpas, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado inocentes en el asunto (2 Corintios 7:11).
En el versículo que he tomado como texto habla de dos clases de tristeza causada por el pecado; la una obra arrepentimiento para salvación, la otra obra para muerte. Pablo alude a lo que se suele llamar las dos clases de arrepentimiento, y este es el tema del que quiero hablar esta noche.
ARREPENTIMIENTO VERDADERO Y ARREPENTIMIENTO FALSO
Al hablar de este tema me propongo mostrar:
I. Qué es el arrepentimiento verdadero.
II. Cómo se puede conocer.
III. Qué es arrepentimiento falso y espurio.
IV. Cómo se puede conocer.
Ya es hora de que los que profesan ser religiosos aprendan a discriminar mucho más de lo que hacen con respecto a la naturaleza y carácter de varios aspectos de la religión. Si fuera así, la Iglesia no estaría llena de profetas falsos y sin provecho. Últimamente me he dedicado a examinar, una y otra vez, la razón por la que hay tanta religión espuria, y he procurado averiguar la causa de este problema. Es notorio que hay multitudes de personas que se consideran religiosas y que no lo son, a menos que la Biblia sea falsa. ¿Por qué hay tantos que se engañan? ¿Por qué hay tantos que tienen la idea de que se han arrepentido cuando todavía son pecadores impenitentes? La causa está, sin duda, en la falta de la instrucción que le permitiría discriminar los fundamentos de la religión, y especialmente lo que es arrepentimiento verdadero y arrepentimiento falso.
I. Voy a mostrar ahora qué es verdadero arrepentimiento.
Implica un cambio de opinión respecto a la naturaleza del pecado, y este cambio de opinión va seguido de un cambio correspondiente de los sentimientos respecto al pecado.
El sentimiento es el resultado del pensamiento. Y cuando este cambio de opinión es tal que produce un cambio correspondiente de sentimiento, si la opinión es recta y hay el sentimiento correspondiente, esto es verdadero arrepentimiento. Hay que tener la opinión recta. La opinión adoptada ahora ha de ser una opinión semejante a la que Dios tiene respecto al pecado. La tristeza según Dios, tal como Dios requiere, debe proceder de un punto de vista del pecado como el que tiene Dios.
Primero: Tiene que haber un cambio de opinión respecto al pecado.
1. Un cambio de opinión respecto a la naturaleza del pecado.
Al que se ha arrepentido verdaderamente, el pecado le parece algo muy diferente que a aquel que no se ha arrepentido. En vez de mirarlo como una cosa deseable o fascinante, le parece algo aborrecible, detestable, y se asombra de que él hubiera deseado algo así. Los pecadores impenitentes pueden mirar al pecado y ver que está destruyéndoles, porque Dios va a castigarles por este pecado; pero, después de todo, parece tan deseable en sí, lo aman tanto, que no quieren separarse de él. Si el pecado pudiera terminar en la felicidad, ésta sería su porción definitiva. Pero, para el otro, el que se arrepiente, es diferente; este mira su propia conducta como algo aborrecible. Mira hacia atrás y exclama: «¡Qué detestable, qué odioso, cuán digno del infierno; y esto estaba antes en mí!».
2. Un cambio de opinión del carácter del pecado con respecto a su relación con Dios.
Los pecadores no ven por qué razón Dios amenaza al pecado con castigos tan terribles.
Lo aman tanto que no pueden ver por qué Dios tiene que considerarlo merecedor de un terrible castigo. Cuando han sido redargüidos de pecado lo ven bajo la misma opinión que un cristiano, y solo desean el cambio de sentimiento correspondiente para llegar a ser cristianos. Muchos pecadores ven su relación con Dios como merecedora de la muerte eterna, pero su corazón no va con su opinión. Este es el caso de los demonios y los malos espíritus en el infierno. Nótese, sin embargo, que es necesario un cambio de opinión para el verdadero arrepentimiento y siempre le precede. El corazón nunca va a Dios con un verdadero arrepentimiento a menos que haya un cambio previo de opinión. Puede haber un cambio de opinión sin arrepentimiento, pero no hay arrepentimiento genuino sin un cambio de opinión.
3. Un cambio de opinión con relación a las tendencias del pecado.
Antes el pecador piensa que es increíble que el pecado pueda ser merecedor, por sí solo, de un castigo eterno. Es posible que cambie de punto de vista en cuanto a esta opinión sin que se arrepienta, pero es imposible que alguien se arrepienta verdaderamente sin un cambio de opinión. El hombre ve el pecado en su tendencia, como destructor para él y para los demás, para el alma y el cuerpo, para el tiempo y la eternidad, y discrepando con todo lo que es bueno y feliz en el universo. Ve que el pecado es apropiado en sus tendencias para causar daño a todo y causárselo a él mismo, y que no hay remedio para él mismo excepto el abstenerse de modo universal a este. El diablo lo sabe también. Y es posible que lo sepan algunos pecadores que se hallan ahora en esta congregación.
4. Un cambio de opinión con respecto al merecimiento del pecado.
La palabra traducida como arrepentimiento implica todo esto. El pecador descuidado carece casi de ideas rectas, incluso en cuanto se refiera a esta vida, respecto al merecimiento del pecado. Aun suponiendo que admite en teoría que el pecado merece la muerte eterna, no lo cree. Si lo creyera le sería imposible seguir siendo un pecador descuidado. Está engañado si supone que él, de modo sincero, acepta la opinión de que el pecado merece la ira de Dios para siempre. Pero el pecador que ha sido despertado y redargüido ya no tiene más dudas de esto que de la existencia de Dios. Ve claramente que
el pecado merece el mayor castigo de parte de Dios. Sabe que esto es un simple hecho.
Segundo: En el verdadero arrepentimiento tiene que existir el cambio de sentimiento correspondiente.
El cambio de sentimiento se refiere al pecado en todos estos puntos: su naturaleza, sus relaciones, sus tendencias y su merecimiento. El individuo que se arrepiente verdaderamente no solo ve el pecado como detestable y ruin, merecedor de aborrecimiento, sino que realmente lo aborrece, lo odia en su corazón. Una persona puede ver el pecado como perjudicial y abominable; con todo su corazón lo ama, lo desea, se adhiere a él. Pero cuando se arrepiente verdaderamente lo aborrece de todo su corazón y renuncia al mismo.
En relación con Dios, su sentimiento respecto al pecado es tal como este merece. Y aquí está la fuente de este torrente de tristeza en el cual los cristianos irrumpen cuando contemplan el pecado. El cristiano lo ve en cuanto a su naturaleza y, simplemente, siente aborrecimiento. Pero cuando lo ve en relación con Dios, entonces llora; las fuentes de su tristeza siguen manando, y quiere librarse de él, postrarse y dejar correr un torrente de lágrimas por sus pecados.
Luego, en cuanto a las tendencias del pecado, el individuo que se arrepiente verdaderamente lo ve tal cual es. Cuando mira al pecado en sus tendencias, se despierta en él un deseo vehemente de pararlo, de salvar a la gente de sus pecados, de hacer volver hacia atrás el arrollador avance de la muerte. Se enciende su corazón, se pone a orar, a trabajar, a arrancar a los pecadores del fuego con toda su fuerza, a salvarlos de las terribles tendencias del pecado. Cuando el cristiano pone su mente en esto, va a moverse para que los hombres renuncien a sus pecados. Es como si viera a los hombres beber veneno, que sabe que los destruirá, y levanta la voz, advirtiéndoles que vigilen.
II. Voy a mostrar cuáles son los frutos o efectos del arrepentimiento genuino.
Quiero mostrar que vosotros sois la obra del verdadero arrepentimiento y dejar claro en vuestra mente que podéis saber de modo infalible si os habéis arrepentido o no.
1. Si tu arrepentimiento es genuino hay en tu mente un cambio consciente en los puntos de mira y los sentimientos respecto al pecado.
De esto serás tan consciente como lo has sido antes a un cambio de miras y de sentimientos con respecto a cualquier otro tema en la vida. ¿Cómo puede saberse? Porque en este punto ha habido un cambio en ti, las cosas viejas han sido abandonadas y todas las cosas han sido hechas nuevas.
2. Cuando el arrepentimiento es genuino, la disposición para volver a pecar desaparece. Si te has arrepentido de veras ya no amas el pecado; no te abstienes de él por miedo, no lo evitas por el castigo, sino que lo odias. ¿Qué dices tú a esto? ¿Tienes la seguridad de que tu disposición a cometer el pecado ha desaparecido? Mira a los pecados que acostumbrabas practicar cuando eras impenitente, ¿qué tal te parecen ahora? ¿Te parecen agradables? ¿Te gustaría volver a practicarlos si te atrevieras? Si es así, si te queda la disposición para pecar, es que solo has sido redargüido de pecado. Tus opiniones sobre el pecado pueden haber cambiado, pero si permanece el amor al pecado, ten la absoluta certeza de que eres todavía un pecador impenitente.
3. El arrepentimiento genuino obra una reforma de la conducta.
Entiendo que esta idea está principalmente indicada en el texto donde dice: «La tristeza que es según Dios produce un arrepentimiento para salvación». El arrepentimiento según Dios produce una reforma de la conducta. De otro modo, es una repetición de la misma idea; es decir, que el arrepentimiento produce arrepentimiento. Por ello supongo que el apóstol está hablando de un cambio en la mente que produce un cambio de conducta que termina en salvación. Permíteme ahora preguntarte si estás realmente reformado. ¿Has abandonado tus pecados? ¿O los estás practicando todavía? Si es así, todavía eres un pecador. No importa cuánto haya cambiado tu mente, si no ha traído un cambio de conducta, tu reforma real no es arrepentimiento según Dios, o sea, el que Dios aprueba.
4. El arrepentimiento, cuando es verdadero y genuino, conduce a la confesión y a la restitución.
El ladrón no se ha arrepentido en tanto que guarda el dinero que ha robado. Puede tener convicción de pecado pero no arrepentimiento. Si se ha arrepentido, ha devuelto el dinero.
Si tú me has estafado y no me devuelves lo que me has quitado injustamente, o si has injuriado o perjudicado a alguien y no has rectificado el daño que causaste, por lo que a ti te afecta, no te has arrepentido verdaderamente.
5. El verdadero arrepentimiento es un cambio permanente de carácter y de conducta. El texto dice que es arrepentimiento para salvación, del que «no hay que tener pesar».
¿Qué quiere decir el apóstol con esta expresión sino que el verdadero arrepentimiento es un cambio tan profundo y fundamental que el hombre no se vuelve atrás otra vez? La gente lo lee a veces como diciendo: un arrepentimiento del que uno no tiene por qué arrepentirse. Pero esto no es lo que dice. Repito: es un arrepentimiento del que, el que lo hace, ya no se vuelve atrás. El amor al pecado es verdaderamente abandonado. El individuo que se ha arrepentido verdaderamente, que ha cambiado sus opiniones y sus sentimientos, ya no cambiará otra vez, no volverá a amar el pecado. Recuerda esto bien,
que el pecador penitente verdadero experimenta sentimientos de los que no volverá a arrepentirse. El texto dice que son «para salvación». Va directo al mismo descanso del cielo. La misma razón por la que termina en salvación es que no vuelve a arrepentirse de haberlo hecho.
Y aquí no puedo por menor que hacer resaltar que se ve por qué la doctrina de la Perseverancia de los Santos es verdadera, y lo que significa. El verdadero arrepentimiento es un cambio de sentimientos tan completo y el individuo que lo experimenta llega a aborrecer de tal modo el pecado, que perseverará en él, y no se volverá atrás de su arrepentimiento para volver al pecado otra vez.
III. Voy a hablar ahora del falso arrepentimiento.
El arrepentimiento falso o espurio se nos dice que es del mundo, la tristeza del mundo; esto es, la tristeza por el pecado que procede de consideraciones y motivos mundanos, relacionados con la vida presente, o a lo más, que considera la «propia felicidad» en un mundo futuro, sin miras a la verdadera naturaleza del pecado.
1. No se funda en un cambio de opinión como el que se ha especificado que pertenece al verdadero arrepentimiento. El cambio no es en puntos fundamentales. Una persona puede ver las malas consecuencias del pecado en un punto de vista mundano y puede estar lleno de onsternación. Puede ver la forma terrible en que afecta su carácter, o pone en peligro su vida; que si algo de su conducta escondida fuera descubierto, sufriría la vergüenza y el oprobio y esto le llena de temor y malestar. Es muy común que haya personas que tengan esta clase de tristeza del mundo cuando haya alguna consideración mundana en el fondo de todo.
2. El falso arrepentimiento está fundado en el egoísmo. Puede tratarse de un fuerte sentimiento de pena en la mente del individuo por haber hecho lo que ha hecho, porque ve las malas consecuencias que le va a producir, porque le hace sentir desgraciado o le expone a la ira de Dios, o perjudica a su familia o sus amigos, o porque produce daño para él en el tiempo o en la eternidad. Todo esto es puro egoísmo.
Puede sentir remordimiento de conciencia, un remordimiento que le roe y le consume, y no ser verdadero arrepentimiento. Puede llegar a ser temor —un temor espantoso, profundo— de la ira de Dios y los tormentos del infierno, y con todo ser puramente egoísta, y en todo ello no sentir un firme odio al pecado, y no haber sentimientos en su corazón que correspondan a las convicciones del entendimiento en relación con la infinita maldad del pecado.
IV. Voy a mostrar cómo se puede conocer este arrepentimiento falso o espurio.
1. Deja los sentimientos sin cambiar.
Deja en el corazón una disposición para el pecado intacta y sin someter. Los sentimientos en cuanto a la naturaleza del pecado no han cambiado, y el individuo todavía siente el deseo de pecar. Se abstiene de hacerlo, no porque lo aborrece, sino porque teme sus consecuencias.
2. Lleva a la muerte.
Lleva a un disimulo hipócrita. El individuo que ha pasado por un verdadero arrepentimiento está dispuesto a que se sepa que se ha arrepentido, que era un pecador. El que solo tiene un falso arrepentimiento da toda clase de excusas y mentiras para encubrir sus pecados y se da vergüenza de su arrepentimiento. Cuando se le llama al banco de los penitentes cubre sus pecados con toda clase de excusas, tratando de disimularlos y de atenuar su gravedad. Si habla de su conducta pasada siempre lo hace en términos suaves y favorables. Se ve en él una constante disposición a encubrir su pecado. Este
arrepentimiento conduce a la muerte. Le hace cometer un pecado tras otro. En vez de una sincera expresión sentida y franca, con el corazón abierto, se ve un palabreo, un alisar y disimular las cosas, atenuándolas de tal forma que la confesión se convierte en no confesar nada.
¿Qué dices tú a esto? ¿Te avergüenzas de que alguien te hable de tus pecados? Si es así, tu tristeza es solo tristeza del mundo y obra para muerte. Cuántas veces se ven pecadores que tratan de evitar la conversación acerca de sus pecados y al mismo tiempo se llaman buscadores ansiosos, y esperan hacerse cristianos de esta manera. Esta clase de tristeza también se halla en el infierno. No hay duda de que los desgraciados habitantes del abismo desean escabullirse de la mirada de Dios. No es esta la tristeza que se halla en el cielo por el pecado. Esta tristeza es franca, sencilla, abierta y plena. Esta tristeza no está en desacuerdo con la verdadera felicidad. Los santos rebosan felicidad y, con todo, sienten tristeza plena, franca, por su pecado. Pero esta tristeza del mundo está avergonzada de sí misma, es pobre y mezquina y lleva a la muerte.
3. El falso arrepentimiento produce solo una reforma parcial de la conducta.
La reforma que produce la tristeza del mundo se extiende solo a las cosas de las cuales el individuo ha sido redargüido con fuerza. El corazón no ha cambiado. Se ve que evita solo aquellos pecados cardinales de los cuales se ha mostrado la evidencia en él.
Observa a este joven convertido. Si está engañado, hallarás que solo hay un cambio parcial en su conducta. Ha sido reformado en ciertas cosas, pero hay muchas otras malas cuya práctica aún continúa. Si entras en intimidad con él, en vez de hallar que está temblando y ojeando la aparición del pecado por todas partes y rápido para descubrir todo lo que sea contrario al espíritu del Evangelio, se le ve quizás estricto con respecto a ciertas cosas, pero flojo en su conducta y laxo en sus opiniones y miras en otros puntos, y muy lejos de manifestar un espíritu cristiano respecto a todo pecado.
4. En general, la reforma producida por una tristeza falsa es temporal incluso en aquellas cosas que han sido reformadas.
El individuo está recayendo continuamente en sus antiguos pecados. La razón es que la disposición a pecar no ha desaparecido, solo está detenida o restringida por el temor, y tan pronto como tiene esperanza y pertenece a la iglesia, y está corroborado de modo que sus temores han menguado, se le ve gradualmente recayendo en sus antiguos pecados. Esta fue la dificultad de la casa de Israel, que les hizo caer constantemente en la idolatría y otros pecados. Solo tenían tristeza del mundo. Se ve ahora en todas partes en la iglesia. Los individuos se reforman durante un período, entran en la iglesia y recaen en sus viejos pecados. Se dice que esto es enfriarse en la religión y volverse atrás, y cosas así, pero la verdad es que siempre han amado el pecado, y cuando se les ofrece la ocasión, vuelven a él, como la puerca se revuelca en el fango, porque no deja de ser lo que era.
Quisiera que entendierais este punto bien. Aquí está el fundamento de todos esos arranques breves en religión que se ven con tanta frecuencia. Las personas se sienten despertadas, redargüidas, y poco a poco les entra la esperanza y se establecen en una falsa seguridad, y luego se deslizan. Quizá vigilan bastante como para no ser expulsados de la iglesia, pero los fundamentos del pecado no han sido quebrantados y vuelven a las andadas. La mujer frívola sigue siendo frívola, y el hombre codicioso y avaro sigue amando el dinero como antes.
Puedes ir por todos los estratos de la sociedad y en los casos en que hay conversaciones a fondo verás que los pecados en que más incurrían antes de la conversión se hallan muy remotos ahora. El convertido verdadero es el que con menos probabilidad va a caer en ellos de nuevo, porque los aborrece al máximo. Pero el que vive engañado y orientado según el mundo siempre tiende a caer en los mismos pecados. La fuente del pecado no ha sido cegada. No ha purificado la iniquidad de su corazón, sino que ha permanecido en él en todo momento.
5. Es una reforma forzada.
La reforma producida por el falso arrepentimiento no es sólo una reforma parcial y una reforma temporal, es también una reforma forzada y obligada. La reforma del que se ha arrepentido de veras es del corazón; ya no tiene disposición para el pecado. En él se cumple la promesa de la Biblia. Halla en realidad que: «Los caminos del sabio son placenteros; todas sus sendas son paz». Encuentra que el yugo del Salvador es fácil y la carga es ligera. Ha notado que los mandamientos de Dios no son gravosos, sino que llenan de gozo. Que son más deseables que el oro, sí, más que el oro afinado; más dulces que la miel y que la que destila del panal. Pero esta clase de arrepentimiento espurio es muy diferente: es un arrepentimiento legal, el resultado del temor y no del amor; un arrepentimiento egoísta, lejos del cambio de corazón voluntario, libre, desde el pecado a la obediencia. Si hay algunos individuos aquí que tienen esta clase de arrepentimiento saben bien que no se abstienen del pecado porque están decididos a hacerlo, porque lo odian, sino que lo hacen por otras consideraciones. Se trata de que la conciencia interfiere y se lo impide, o es el temor de que pueden perder su alma, o perder su esperanza, o perder su carácter más bien que el aborrecer el pecado o amar el deber.
Estas personas necesitan ser empujadas al cumplimiento del deber por medio de un pasaje expreso de la Escritura, pues de lo contrario hallan excusas para el pecado, y se escabullen del deber, y creen que no pasa nada con hacerlo. La razón es que aman sus pecados y si no es porque no se atreven a quebrantar descaradamente el mandamiento expreso de Dios, practicarían el pecado. Cuando hay verdadero arrepentimiento no pasa esto. Si hay algo que parece contrario a la gran ley del amor, la persona que tiene verdadero arrepentimiento lo aborrece y lo evita, tanto si existe un mandamiento expreso de Dios sobre aquello o no existe. Muéstrame un hombre así y te diré que no tiene necesidad de mandamientos para abstenerse de beber bebidas fuertes o traficar con ellas.
Esto es contrario a la gran ley de la benevolencia y él no la infringiría, como no robaría, blasfemaría o cometería ninguna otra abominación.
De modo que el hombre que tiene verdadero arrepentimiento no necesita que le digan: «Así dice Jehová», para abstenerse de oprimir a su prójimo, porque no haría nunca nada malo. ¿Cuán ciertamente aborrecería cualquier cosa de este tipo si se hubiera arrepentido verdaderamente del pecado.
6. Este arrepentimiento espurio conduce a un sentimiento de justificación propia.
El individuo que tiene este arrepentimiento puede saber que Jesucristo es el único Salvador de los pecadores y puede profesar que cree en Él y que solamente confía en Él para la salvación, pero, después de todo, está en realidad poniendo diez veces más su confianza en su reforma que en Jesucristo, con miras a su salvación, y si quiere observar su propio corazón se dará cuenta de ello. Puede que espere la salvación de Cristo, pero de hecho insiste más en reformarse, y su esperanza está fundada más en esto que en el sacrificio de Cristo. Está remendando su propia justificación.
7. Conduce a una falsa seguridad.
El individuo supone que la tristeza del mundo que ha tenido es el verdadero arrepentimiento, y confía en ella. Es un hecho curioso que, en tanto que he podido averiguar el estado mental de esta clase de personas, parece que dan por sentado que Cristo las salvará porque han sentido tristeza por sus pecados, aunque no son conscientes de que hayan sentido que descansan en Cristo. Han sentido tristeza y esto les ha dado alivio. Se han sentido mejor y ahora esperan ser salvos por Cristo, cuando su propia conciencia les enseña que nunca han confiado de corazón en Cristo.
8. Endurece su corazón.
El individuo que tiene esta clase de tristeza se vuelve más duro en su corazón, en proporción al número de veces que ha ejercido esta tristeza. Si tiene emociones fuertes de convicción de pecado y su corazón no ha sido quebrantado y han fluido al exterior, las fuentes del sentimiento se van secando, y su corazón es cada vez más difícil de alcanzar.
Considera un cristiano real que se ha arrepentido de veras, y cada vez que se da cuenta de esto va postrándose más y más delante de Dios y se vuelve más afectado, más emocionado, más tierno y más sumiso a la bendita Palabra de Dios, en tanto que vive y por toda la eternidad. Su corazón entra en el hábito de ir a compás de las convicciones de su entendimiento y se vuelve más dócil y tratable, como un niño.
Aquí está la gran diferencia. Las iglesias o los miembros individuales que tiene solo este arrepentimiento del mundo pasan por un avivamiento, se despiertan y se alborozan y luego se enfrían otra vez. El proceso se puede repetir y se hallará que esta vez son más y más difíciles de despertar, hasta que finalmente se vuelven tan duras como el pedernal y ya no pueden ser avivadas otra vez. En oposición a estas iglesias están las iglesias y los individuos que han experimentado el verdadero arrepentimiento. Si estos pasan por avivamientos sucesivos se halla que cada vez son más tiernos y maduros hasta que llega un momento en que cuando oyen el toque de la trompeta del avivamiento ya chisporrotean y arden, dispuestos para el trabajo.
Esta distinción es tan evidente como la que hay entre la luz y las tinieblas. Se puede observar entre las iglesias y entre los miembros de las iglesias. El principio se ve ilustrado en los pecadores que, después de haber pasado por varios avivamientos acaban burlándose de la religión, y aunque los cielos envíen nubes de misericordia sobre sus cabezas no hacen caso o las rechazan. Es lo mismo en las iglesias y los miembros; si no tienen el verdadero arrepentimiento cada nueva excitación endurece más su corazón y hace más difícil que sean alcanzados por la verdad.
9. Cauteriza la conciencia.
Es probable que estas personas al principio sientan inquietud cuando la verdad ilumina su mente. Puede que no tengan tanta convicción como un cristiano real. Pero el cristiano real está lleno de paz al mismo tiempo que las lágrimas fluyen de su convicción de pecado, y cada nueva convicción les hace más cuidadosos, vigilantes, tiernos, hasta que su conciencia se vuelve como la niña del ojo, tan sensible que la misma apariencia de mal les ofende. Pero la otra clase de tristeza, que no conduce a una renuncia sincera del pecado, deja el corazón más duro que antes, y poco a poco cauteriza la conciencia como haría un hierro candente. Esta tristeza produce muerte.
10. Rechaza a Jesucristo como base de su esperanza.
El depender de la reforma, o de la tristeza, o de lo que sea, no conduce a confiar en Jesucristo, de tal modo que el amor de Cristo les constriña a trabajar todos los días de su vida por Él.
11. Es pasajero, temporal.
Esta clase de arrepentimiento es aquel del que uno se arrepiente. Poco a poco, se hallará que estas personas acaban avergonzándose de los sentimientos profundos que han tenido.
No quieren hablar de ellos, y si lo hacen es de modo liviano y frío. Parecían muy emocionados durante el avivamiento y mostraban actividad e interés, como los demás, o más, y es probable incluso que fueran extremosos. Pero una vez el avivamiento ha terminado se opondrán a tomar nuevas medidas, irán cambiando y se avergonzarán de su celo. En realidad se arrepienten de su arrepentimiento.
Estas personas, después de que se han afiliado a la iglesia, se avergonzarán de haberse sentado en el banco de los penitentes. Cuando haya pasado la cresta de la ola del avivamiento, empezarán a hablar contra el exceso de entusiasmo y la necesidad de ser más sobrios y consecuentes en religión. Aquí está el secreto: su arrepentimiento es tal que se arrepienten del mismo.
A veces se encuentran personas que profesan haberse convertido en un avivamiento que se vuelven contra las mismas medidas, medios y doctrinas que profesaron cuando se convirtieron. No ocurre esto con el verdadero cristiano. Este no se avergüenza nunca de su arrepentimiento. Jamás se sentiría avergonzado de la emoción que sintió en el avivamiento.
CONCLUSIÓN
1. De lo dicho nos damos cuenta de una razón por la que hay tanta religión que podemos llamar espasmódica en la iglesia.
Han confundido la convicción de pecado con la conversión; la tristeza según el mundo, con la tristeza según Dios que produce arrepentimiento para salvación, del que no hay que tener pesar. Estoy convencido, después de años de observación, de que aquí tenemos la verdadera razón del presente estado deplorable de la Iglesia en todo el país.
2. Vemos por qué los pecadores bajo convicción sienten y piensan que es una gran cruz el hacerse cristianos.
Creen que es una gran prueba el renunciar a sus compañeros infieles y el renunciar a sus pecados. Mientras que, si su arrepentimiento fuera verdadero, no considerarían que es ninguna cruz el renunciar a sus pecados. Recuerdo cuáles eran mis sentimientos cuando vi por primera vez jóvenes que se hacían cristianos y se unían a la Iglesia. Pensaba que era una cosa muy buena, en conjunto, el tener religión, porque con ello salvarían sus almas e irían al cielo. Pero en aquel tiempo siempre me parecía que era una cosa muy triste. Nunca soñaba que después estos jóvenes iban a ser realmente felices. Creo que es común creer que, aunque la religión es algo bueno en conjunto, y bueno al final, no es posible ser feliz en la religión. Todo esto es debido a una equivocación hecha respecto a la verdadera naturaleza del arrepentimiento. No comprenden que el verdadero arrepentimiento conduce a un aborrecimiento de aquellas cosas que se amaban antes. Los pecadores no ven que sus amigos se hacen verdaderos cristianos, sienten aborrecimiento por toda clase de frivolidades y locuras, bailes y fiestas mundanas, y las diversiones pecaminosas y que el amor de estas cosas es crucificado.
Conocí a una joven que se convirtió a Dios. Su padre era un hombre orgulloso, mundano. Ella antes vestía con gran lujo, iba a una escuela de baile y a los bailes. Después de convertirse, su padre no quería que ella abandonara estas cosas. Intentó obligarla a ir.
ÉI mismo la acompañaba a la escuela de baile y la obligaba a bailar. La joven tenía que hacerlo y muchas veces mientras estaba en la pista prorrumpía en llanto por la pena y el aborrecimiento que sentía por todo aquello. ¿Por qué? Porque se arrepentía verdaderamente de estas cosas, con un arrepentimiento por el que no sentía pesar. ¿Cómo recordaría a esta joven el verse en aquel ambiente, a sus antiguos compañeros, y cómo aborrecería la alegría anterior, y cómo desearía hallarse en una reunión de oración y ser feliz en ella? Esta es la equivocación del impenitente, o aquel que solo ha sentido la tristeza según el mundo con respecto al cristiano verdadero y su felicidad.
3. Aquí podemos ver lo que les pasa a los cristianos profesos que creen que es una cruz el ser muy estricto en religión.
Estas personas están poniendo siempre excusas por sus pecados y defendiendo ciertas prácticas que no están de acuerdo con la religión estricta. Muestran que todavía aman al pecado y seguirán en él en tanto y hasta donde se atrevan. Si fueran verdaderos cristianos, lo aborrecerían y considerarían que es una cruz el ser arrastrados al mismo.
4. Aquí se ve la razón por la que algunos no saben lo que es gozar de la religión.
No están contentos y alegres en la religión. Están apenados porque tienen que separarse de tantas cosas que aman, o porque tienen que renunciar a cierta cantidad de dinero. Se hallan como en las brasas constantemente. En vez de regocijarse en toda oportunidad de negarse a sí mismos y gozarse en la verdad, por cruda que sea, es una gran prueba que les digan que hagan su deber cuando este interfiere con sus inclinaciones y hábitos. La pura verdad les desazona. ¿Por qué? Porque sus corazones no disfrutan haciendo su deber. Si les gustara darían gracias por cada oportunidad de hacerlo, y esto les haría felices.
Cuando se ve a estas personas que se hallan desazonadas y se sienten acorraladas por la verdad, uno piensa que si el corazón no va juntamente con los labios, hay que considerar esta profesión hipócrita. Si están ansiosos por sus pecados, y cuanto más se les señalan los pecados más ansiosos se encuentran, hay que pensar que nunca se han arrepentido de ellos ni se han entregado a Dios.
5. Vemos por qué muchos convertidos profesos, que al tiempo de su conversión daban muestras de hallarse afectados por ella en gran manera, después se vuelven apóstatas.
Se sentían profundamente redargüidos y desazonados, y después que hallaron alivio su gozo fue grande y fueron felices durante un tiempo. Pero, poco a poco, declinaron, y finalmente se apartaron. En realidad, aunque algunos llamen a esto el caer de la gracia, la verdad es que se apartaron de entre nosotros porque no eran de los nuestros. Nunca se habían arrepentido con el arrepentimiento que destruye la disposición para el pecado.
6. Por esto los que se vuelven atrás son tan desgraciados.
Quizás alguien infiera que yo supongo que todos los verdaderos cristianos son perfectos de lo que digo sobre la disposición al pecado, que es destruida y cambiada. No se puede sacar esta inferencia. Hay una diferencia radical entre el cristiano que se vuelve atrás y el hipócrita que se vuelve de su profesión. El hipócrita ama el mundo y se goza regresando al mismo. Puede tener algo de temor y de remordimiento, y de aprensión sobre su pérdida de carácter, pero después de todo ama el pecado. No es éste el caso del cristiano que se vuelve atrás. Este pierde su primer amor, luego cae en una tentación y entra en pecado.
Pero no lo ama; se siente amargado por él; infeliz y alejado del hogar. En aquellos momentos no posee el Espíritu de Dios, ni el amor de Dios en ejercicio que le impide caer en pecado, pero no ama el pecado; se siente desgraciado. Es muy diferente del hipócrita.
Aquel, cuando abandona el amor de Dios, puede ser entregado a Satán durante un tiempo para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo, pero no puede volver a gozar del pecado como antes, ni deleitarse como antes en los placeres del mundo. No puede sumergirse en la iniquidad.
7. Se comprende por qué los pecadores redargüidos temen prometer que van a renunciar a sus pecados.
Dicen que no se atreven a hacerlo, porque tienen miedo de no poder cumplir la promesa.
Esta es la razón: «Aman el pecado». El alcohólico sabe que le gusta el ron, y aunque puede verse constreñido a cumplir su promesa y abstenerse del mismo, con todo, su apetito lo desea, y lo mismo ocurre con el pecador redargüido. Siente que ama el pecado, que su contacto con el pecado no ha sido roto todavía, y no se atreve a dar su promesa.
8. Por eso alguno que profesan religión se oponen a las promesas. Es por el mismo principio. Aman tanto sus pecados que saben que sus corazones procurarán hallar indulgencia y temen prometer renunciar a ellos. Es por esto que muchos que dicen ser cristianos rehúsan unirse a la iglesia. La razón secreta es que sienten que sus corazones todavía desean el pecado, y no se atreven a entrar bajo las obligaciones del pacto de la iglesia. No quieren estar sometidos a la disciplina de la iglesia en caso de que pequen. Este hombre sabe que es un hipócrita.
9. Los pecadores que tienen tristeza del mundo pueden ver ahora dónde está la dificultad, y cuál es la razón por la que no se convierten.
Sus opiniones intelectuales del pecado pueden ser tales que si sus corazones correspondieran a las mismas serían cristianos. Y quizá piensan que el suyo es un arrepentimiento verdadero. Pero si estuvieran dispuestos a renunciar al pecado, no tendrían miedo de dar la promesa y hacer saber al mundo que lo han hecho. Si alguno de los tales está aquí que pase adelante y se siente en este banco. Si estás dispuesto a renunciar al pecado, estás dispuesto a prometerlo, y dispuesto a que todo el mundo sepa que lo has hecho. Pero si resistes la convicción, cuando tu entendimiento está iluminado para ver lo que tienes que hacer, y tu corazón va todavía tras los pecados, tiembla, pecador, ante la perspectiva que te espera. Tus convicciones no te servirán para nada. Solo te servirán para hundirte más en el infierno por haberlas resistido.
Si estás dispuesto a renunciar a tus pecados, puedes mostrarlo en la forma que he dicho.
Pero si todavía amas tus pecados y quieres retenerlos, puedes seguir sentado en tu asiento.
Y ahora, ¿vamos a decir a Dios en oración que estos pecadores no están dispuestos a renunciar a sus pecados, y que aunque están convencidos de estar en el error, aman sus ídolos y quieren seguirlos? Que el Señor tenga misericordia de ellos, porque su destino es terrible.