La acedia es la continuada e intensa desgana por las cosas espirituales que sufren los ascetas en determinado momento de la evolución de su vida interior. Al demonio que tienta a los que se mortifican con la acedia, se le ha llamado por la tradición demonio meridiano. El nombre de meridiano le viene de una mala traducción del versículo del salmo 91, 6 por San Jerónimo. El salmo decía en hebreo: no temerás (...) el exterminio que devasta en el sur. Pero San Jerónimo lo tradujo por: no temerás al demonio meridiano. Meridianus en latín significa tanto "del sur" como "del mediodía".
Desde que el versículo en la Vulgata quedó así, fueron muchos los comentaristas que construyeron sus exégesis bajo la segunda acepción de la palabra latina. Y así se fue creando toda una literatura que hablaba del demonio que venía a tentar a los eremitas al mediodía. ¿Por qué al mediodía? Pues porque era la hora en que descansaban del trabajo de la mañana tras el almuerzo. En ese tiempo de descanso, en soledad, sin ninguna oración fijada para ese momento, era cuando sentían el peso de la vida ascética que habían abrazado. De ahí que fuera tan explicable por qué sentían las punzadas de la tentación justo en ese momento del día.
De ahí que el demonio meridiano en la literatura ascética representa no a un demonio, sino a un tipo de tentaciones. Es decir, la sensación continua y prolongada de desabrimiento que sufren los eremitas al sentir la dureza de la vida que han abrazado y ningún gusto por las cosas espirituales.
Esto que se ha dicho es lo que la tradición espiritual entiende por demonio meridiano. Ahora bien, ¿es además el nombre de algún demonio concreto? ¿Todas las tentaciones de acedia proceden de un demonio? Si es un demonio concreto es algo que nunca podremos estar plenamente seguros, aunque ya dije que un demonio en un caso de posesión había dicho que Meridiano era el quinto demonio en importancia en la jerarquía demoníaca. Pero puesto que no lo dice la Biblia no podemos estar seguros. A la pregunta de si la tentación de acedia procede siempre del demonio la respuesta es que no necesariamente. Una persona colocada en una situación de renuncia total a los placeres del mundo puede tener esas tentaciones sin necesidad de intervención del demonio.