Puesto que la resurrección de Cristo es la primera en una serie de exaltaciones de Cristo, su ascensión a los cielos puede ser considerada como el segundo paso importante. Esto está registrado en Marcos 16:19; Lucas 24:50-51 y Hechos 1:9-11.
La pregunta que se ha levantado es si Cristo ascendió a los cielos antes de su ascensión formal. Se citan a menudo las palabras de Cristo a María Magdalena en Juan 20:17, donde Cristo dijo: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.»
También se cita la tipología del Antiguo Testamento donde el sacerdote, después del sacrificio, traía la sangre dentro del lugar Santísimo (He. 9:12, 23-24). Aunque los expositores han diferido en sus opiniones, la mayoría de los evangélicos interpretan el tiempo presente de Juan 20:17 «subo» como un futuro vivido. Las expresiones en Hebreos de que Cristo entró al cielo con su sangre se traducen más correctamente «por medio de su sangre» o «a través de su sangre». La aplicación física de la sangre sólo ocurrió en la cruz. Los beneficios de la obra acabada continúan para ser aplicados a los creyentes hoy día (1 Jn. 1:7).
Una última pregunta se ha levantado con respecto a si la ascensión en Hechos 1 fue literalmente un acto. Todo el pasaje sostiene completamente el hecho de que Cristo literalmente fue al cielo, tanto como El vino literalmente a la tierra cuando fue concebido y nacido. Hechos 1 usa cuatro palabras griegas para describir la ascensión: «Fue alzado» (v. 9); «le recibió una nube que le ocultó de sus ojos» (v. 9); «El se iba» (v. 10); y «ha sido tomado de vosotros al cielo» (v. 11), mejor traducido como «recibido arriba» (cf. 9). Estas cuatro declaraciones son significativas porque en el versículo 11 está predicho que su segunda venida será en igual manera; esto es, su ascensión y su segunda venida serán graduales, visibles, corporales y con nubes (Hch. 1:9- 11). Esto se refiere a su venida para establecer su reino, más que al rapto de la iglesia.
B. Evidencia para la llegada de Cristo al cielo.
Aunque la evidencia para su ascensión desde la tierra al cielo es completa, el hecho de que se afirme que Cristo haya llegado al cielo confirma el hecho de su ascensión (Hch. 2: 33-36; 3:21; 7:55-56; 9:3-6; 22:6-8; 26:13-15; Ro. 8:34; Ef. 1:20-22; 4:8-10; Fil. 2:6- 11; 3:20; 1 Ts. 1:10; 4:16; 1 Ti. 3:16; He. 1:3, 13; 2:7; 4:14; 6:20; 7:26; 8:1; 9:24; 10:12-13; 12:2; 1 Jn. 2:1; Ap. 1:7, 13-18; 5:5-12; 6:9-17; 7:9-17; 14:1-5; 19: 11-16).
C. El significado de la ascensión.
La ascensión señaló el fin de su ministerio terrenal. Así como Cristo había venido, nacido en Belén, también ahora El había retornado al Padre. También marcó el retorno a su gloria manifiesta, la cual estaba oculta en su vida terrena aun después de su resurrección. Su entrada en los cielos fue un gran triunfo, significando el acabamiento de su obra en la tierra y una entrada dentro de su nueva esfera de trabajo a la diestra del Padre.
La posición de Cristo en los cielos es de señorío universal mientras espera su último triunfo y su segunda venida, y se presenta frecuentemente a Cristo a la diestra del Padre (Sal. 110:1; Mt. 22:44; Mr. 12:36; 16:19; Lc. 20:42- 43;22:69; Ro. 8:34; Ef. 1:20; Col. 3:1; He. 1:3-13; 8:1; 10:12; 12:2; 1 P. 3:22). El trono que Cristo ocupa en los cielos es el trono del Padre; no debe confundirse con el trono davídico, el cual es terrenal. La tierra aún espera el tiempo cuando será hecho el estrado de sus pies y su trono será establecido sobre la tierra (Mt. 25:31). Su posición presente es, por supuesto, de honor y autoridad, y manteniéndose siempre como Cabeza de la Iglesia.
En su posición a la diestra del Padre, Cristo cumple las siete figuras que lo relacionan con la iglesia:
1) Cristo como el último Adán y cabeza de una nueva creación;
2) Cristo como la Cabeza del cuerpo de Cristo;
3) Cristo como el Gran Pastor de sus ovejas;
4) Cristo como la Vida Verdadera en relación a las ramas;
5) Cristo como la principal Piedra de Angulo en relación a la iglesia como piedras de un edificio;
6) Cristo como nuestro Sumo Sacerdote en relación a la iglesia como sacerdocio real;
7) Cristo como el Esposo en relación a la iglesia como su novia. Todas estas figuras están llenas de significado en describir su obra presente. Su ministerio principal, sin embargo, es como Sumo Sacerdote representando a la Iglesia ante el trono de Dios.
Se revelan cuatro importantes verdades en su obra como Sumo Sacerdote:
1. Como Sumo Sacerdote sobre el verdadero tabernáculo en lo alto, el Señor Jesucristo ha entrado en el mismo cielo para ministrar como Sacerdote en favor de aquellos quienes son su propiedad en el mundo (He. 8:1-2). El hecho de que El, cuando ascendió, fue recibido por su Padre en los cielos es una evidencia que su ministerio terrenal fue aceptado. El que se sentara indicó que su obra a favor del mundo estaba completada.
El que se sentara en el trono de su Padre y no en su propio trono revela la verdad, tan constante y consistentemente enseñada en las Escrituras, que El no estableció un reino en la tierra en su primera venida al mundo, pero que El está ahora «esperando» hasta el tiempo cuando aquel reino vendrá en la tierra y lo divino será hecho en la tierra así como en el cielo. «Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos» (Ap. 11:15); el Hijo -Rey aún- pedirá de su Padre, el cual le dará «por herencia las naciones y como posesión suya los confines de la tierra» (Sal. 2:8).
Sin embargo, la Escritura claramente indica que El no está estableciendo ahora esta legislación del reino en la tierra (Mt. 25:31-46), sino que más bien está llamando de ambos, judíos y gentiles, un pueblo celestial el cual está relacionado con El como su cuerpo y novia. Después de que el propósito presente sea cumplido El retornará y «reedificaré el tabernáculo de David, que está caido» (Hch. 15:16; cf. vs. 13-18).
Aunque El es un Rey- Sacerdote de acuerdo al tipo de Melquisedec (He. 5:10; 7:1), El está ahora sirviendo como Sacerdote y no como Rey. El que viene otra vez y será entonces el Rey de reyes, está ahora ascendido para ser «cabeza sobre todas las cosas» (Ef. 1:22-23).
2. Como nuestro Sumo Sacerdote, Cristo es el dador de los dones espirituales. De acuerdo al Nuevo Testamento, un don es una capacitación divina traída al creyente y a través del creyente por medio del Espiritu que mora en él. Es el Espiritu trabajando para cumplir ciertos propósitos divinos y usar a quien El habita para este fin. El mora con ese fin. No es de ninguna manera una obra humana ayudada por el Espíritu.
Aunque ciertos dones generales están mencionados en las Escrituras (Ro. 12:3-8; 1 Co. 12:4-11), la variedad posible es innumerable, puesto que nunca se viven dos vidas exactamente bajo las mismas condiciones. Sin embargo, a cada creyente le es dado algún don; pero la bendición y el poder del don será experimentado solamente cuando la vida está totalmente rendida a Dios (cf. Ro. 12:1-2, 6-8). Habrá poca necesidad de exhortación para un servicio honrado por Dios para aquel que está lleno con el Espiritu; porque el Espíritu estará trabajando en él en ambos sentidos, tanto para querer como para hacer su buena voluntad (Fil. 2:13).
De igual manera, ciertos hombres que son llamados de «entre los hombres» son provistos y colocados localmente en su servicio por el Cristo ascendido (Ef. 4:7-11). El Señor no dejó su obra al juicio incierto e insuficiente de los hombres (1 Co. 12:11, 18)
3. El Cristo ascendido como Sacerdote vive siempre para hacer intercesión por los suyos. Este ministerio comenzó antes de que El dejara la tierra (Jn. 17:1-26), y es para los salvos más bien que para los no salvos (Jn. 17:9), y continuará en los cielos tanto tiempo como los suyos estén en el mundo. Su obra de intercesión tiene que ver con la debilidad, necesidad de ayuda y la inmadurez de los santos que están sobre la tierra - cosas en las cuales ellos no son en ninguna manera culpables-. El, quien conoce las limitaciones de los suyos, y el poder y la estrategia del enemigo con quien ellos tienen que luchar, les es a ellos un Pastor y Obispo para sus almas. Su cuidado de Pedro es una ilustración de esta verdad (Lc. 22:31-32).
La intercesión sacerdotal de Cristo no es sólo eficaz, sino que también sin fin. Los sacerdotes de la antigüedad fallaron a causa de la muerte; pero Cristo, puesto que vive para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. «Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (He. 7;25). David reconoce el mismo cuidado pastoral y su garantía de seguridad eterna (Sal. 23:1).
4. Cristo se presenta actualmente por los suyos en la presencia de Dios. A menudo el hijo de Dios es culpable de algún pecado que le separaría completamente de Dios si no estuviera de por medio la abogacía de Cristo y la obra que El efectuó por su muerte en la cruz. El efecto del pecado sobre el cristiano es la pérdida de gozo, paz y poder espirituales. Por otra parte, estas bendiciones se restauran según la gracia infinita de Dios sobre la sola base de la confesión del pecado (1 Jn. 1:9); pero más importante es considerar el pecado del cristiano en relación con el carácter santo de Dios.
Por medio de la presente abogacía sacerdotal de Cristo en los cielos, hay absoluta seguridad de salvación para los hijos del Padre Celestial aun mientras ellos están pecando. Un abogado es aquel que expone y defiende la causa de otro ante los tribunales públicos. En el desempeño de sus funciones de Abogado, Cristo está ahora en el cielo interviniendo a favor de los suyos (He. 9:24) cuando ellos pecan (1 Jn. 2:1). Se revela que su defensa la hace ante el Padre, y que Satanás está allí también acusando sin cesar día y noche a los hermanos, en la presencia de Dios (Ap. 12:10). Es posible que al cristiano le parezca que el pecado que ha cometido es insignificante; pero no es así para el Dios santo, quien no podría nunca tratar con ligereza lo que representa una ofensa a su divina justicia. Aun el pecado que es secreto en la tierra es un gran escándalo en el cielo. En la gracia maravillosa de Dios, y sin necesidad de que intervenga solicitud alguna de parte de los hombres, el Abogado defiende la causa del cristiano culpable. Y lo que el Abogado hace para garantizar así la seguridad del creyente está tan de acuerdo con la justicia divina, que El es llamado, en relación con este ministerio de abogar por los suyos, «Jesucristo el justo». El defiende a los hijos de Dios a base de la sangre que fue derram ada en la cruz, y en esta forma el Padre tiene completa libertad para defenderles contra toda acusación proveniente de Satanás o de los hombres y contra todo juicio que en otras circunstancias el pecado impondría sobre el pecador; y todo esto se hace posible porque Cristo, a través de su muerte, llegó a ser la «propiciación por nuestros pecados» (los pecados de los cristianos) (1 Jn. 2:2).
La verdad referente al ministerio sacerdotal de Cristo en los cielos no está de ninguna manera facilitando para los verdaderos cristianos la práctica del pecado. Al contrario, estas mismas cosas son escritas para que no pequemos (1 Jn. 2:1); porque ninguno puede pecar con ligereza o descuido cuando considera la enorme tarea de defensa que a causa del pecado del cristiano tiene que realizar necesariamente el Abogado Cristo Jesús.
Puede decirse, en conclusión, que Cristo cumple su ministerio de Intercesor y Abogado para la eterna seguridad de aquellos que ya son salvos en El (Ro. 8:34).
E. La Obra Presente De Cristo Sobre La Tierra.
Cristo está también obrando en su iglesia sobre la tierra al mismo tiempo que está a la diestra del Padre en el cielo. En numerosos pasajes se dice que Cristo habita en su iglesia y está con su iglesia (Mt. 28:18-20; Jn. 14:18, 20; Col. 1:27). El está en su iglesia en el sentido de que es El quien da vida a su iglesia (Jn. 1:4; 10:10; 11:25; 14:6; Col. 3:4; 1 Jn. .5:12).
Se puede concluir que la obra presente de Cristo es la clave para entender la presente tarea de Dios de llamar a un pueblo para formar el cuerpo de Cristo, y el poder y la santificación de este pueblo para ser testigos de Cristo hasta lo último de la tierra. Su obra presente es preliminar y a ella seguirán los eventos que tienen relación con su segunda venida.